ZELENSKI VIENE A MERENDAR
La
ultraderechita cobarde, que no se atrevió a alzar la voz para explicarle al
presi ucraniano que Gernika se había bombardeado por la gracia de Dios, sí se
lanzó a bombardear Twitter con el tradicional “y Paracuellos qué”
GERARDO TECÉ
Volodímir Zelenski.
Zelenski en el Congreso de los Diputados. En su gira mundial online, el presidente ucraniano ha hecho parada en España. La cita coincide con el brutal descubrimiento del reguero de muerte dejado por las tropas de Putin a su paso por Bucha, localidad vecina de Kiev. Las imágenes estremecen, así que la propaganda rusa lo niega todo. Qué muertos ni muertos: nosotros, cuando invadimos militarmente, siempre damos los buenos días, se queja Rusia y se unen los más listos de cada sofá en la denuncia de un montaje para manchar la exquisita reputación cívica del presidente ruso. Beatriz Talegón, potencia nuclear en sus cosas, le pide el VAR a la Estación Espacial Internacional, a ver si ellos han visto algo. Por su parte, los reporteros de guerra, esos que para contar lo que pasa en un conflicto, por algún motivo lo hacen desde el terreno, verifican que una maldita guerra, sorpresa, genera horror y muerte. Y que Rusia ha dejado mucho de ambas cosas a su paso.
En España, a falta
de propaganda rusa –diligentemente censurada– tenemos la propia y está en pleno
apogeo. Con todas las cadenas de televisión del país portando la bandera
ucraniana, en el Congreso se pasaba lista. Hasta el diputado del PP de Cáceres
estaba allí, no fuera a ser que un fallo informático le impidiese aplaudir
fuerte desde casa. Había expectación por ver qué pollo saldría de aquello.
Porque en España, como en esas familias que se ponen de los nervios y
sobreactúan cuando alguien se pasa a merendar, el pollo, de uno u otro modo,
siempre aparece. La mayoría de quinielas apostaban por que algún diputado de
Unidas Podemos, molesto por la moral selectiva que lleva al Congreso a tumbar
resoluciones de apoyo al masacrado pueblo palestino un lunes y recibir en
pantalla grande al presi de Ucrania un martes, aplaudiría a Zelenski por debajo
de los decibelios dictados por el Consejo de la OTAN, generándose así una grave
crisis de gobierno. Pero la polémica la trajo el propio Zelenski.
El ganador absoluto
de esta guerra en el campo del marketing, convertido por Occidente en símbolo
de las democracias chachis a pesar de haber ilegalizado recientemente una
decena de partidos aprovechando que el Volga pasaba por Kiev, vino a decir a
España lo mismo que ha dicho previamente en otros parlamentos, que Occidente
mucho lirili, pero poco lerele, entendido el lirili como apoyo de palabra y el
lerele como apoyo militar. Eso sí, como toda estrella de rock, Zelenski traía
un guiño especial para la localidad donde daba el bolo. Una lista de empresas
españolas que seguían haciendo negocios con Rusia. Porcelanosa entre ellas. La
asociación mental Preysler-Putin ni cotizaba en las casas de apuestas ni había
botón para esto en el pollómetro de Ferreras. Al pobre Vargas Llosa –vaya época
de éxitos internacionales lleva– se le atragantaba el Ferrero de las seis de la
tarde. Con la opinión pública española convertida en una colchoneta de playa
arrastrada por la marea de la geoestrategia norteamericana, los directivos de
Porcelanosa se apresuraban a lanzar un comunicado de urgencia desmintiendo a
Zelenski y asegurando ser proucranianos de toda la vida, más incluso que
madridista era Mbappé de pequeñito. No acabó ahí la cosa.
Las cámaras, además
de buscar al podemita poco entusiasmado con este festival de solidaridad
selectiva, estaban pendientes de los diputados de Vox. La filial española de la
ideología ultraderechista putiniana lleva mes y medio de invasión rusa capeando
el temporal ideológico sin demasiados sobresaltos. Si a Marine Le Pen le pasaba
factura su programa electoral en el que aparecía posando junto a Putin, si el
italiano Salvini hacía como que la camiseta con la cara del líder ruso se la
había encontrado en un contenedor de ropa, en España los tuits de Santiago
Abascal alabando al Capitán Rusia le suponían el mismo desgaste que haber
votado contra los agricultores y después manifestarse junto a ellos: ninguno.
Para sufrir consecuencias políticas por este tipo de desquicie político se
requiere que los grandes medios de comunicación hagan su trabajo. Y en España
están a otra cosa. A pesar de esto, el día de ayer entrañaba cierto riesgo para
la ultraderecha que hasta hace un par de meses alababa a Putin. Cabía la
posibilidad de que Zelenski, en su papel de demócrata star desatado, decidiera romper
la guitarra en el escenario y señalar a la filial española de su enemigo. No lo
hizo. Sin embargo, sí lanzó una analogía para explicar el horror que sufre
Ucrania ante esta invasión comparándolo con el bombardeo de Gernika. Por lo que
sea, algunos diputados se dieron por aludidos. Hasta desde la Estación Espacial
Internacional vieron el cuello de Abascal latiendo con fuerza. La
ultraderechita cobarde, que no se atrevió a alzar la voz para explicarle al
presi ucraniano que Gernika se había bombardeado por la gracia de Dios y bien
bombardeado estaba, sí se lanzó a bombardear Twitter con el tradicional “y
Paracuellos qué”. Traducido involuntariamente al ruso putinés “y el Donbás
qué”.
Como llegó se fue
Zelenski de la pantalla del Congreso dejando ese mal sabor de boca habitual al
ver al ídolo de cerca. No es tan alto, dicen unos, no sabe de azulejos, dicen
otros, y menos de historia de España, decía Espinosa de los Etcéteras, vodka en
mano jurando por la memoria de su abuelo en la cafetería del Congreso. En un
tiempo Zelenski será héroe o villano. Dependerá de cómo soplen las mareas del
Atlántico Norte cuando a Ucrania, cuya soberanía ya no sólo se verá afectada
por Rusia, sino también por Estados Unidos, tenga que decidir a qué acuerdo de
paz llegar con Rusia. De momento, las mareas que trajeron a Zelenski al
Congreso dejan en España más de un mareado.
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