NADA
DUNIA SANCHEZ
Hola ¿Comó estás? La callada manera maneja tus ojos al horizonte. Detrás de la ventana te levantas y sigues el vuelo de las pardelas. Estoy aquí, con una mano posando tu hombre. No dices nada solo, el infinito de la nada ¿Qué transcurre por tu mente? No creo que sea nada malo, no creo que sea nada bueno solo, vacío. Te gusta mirar el movimiento de las pardelas en espiral hasta su presa.
Siento el calor de tu
carne en mi hombro. Te estarás
preguntando qué es lo que hago. Silencio. El amanecer se tumba sobre nubes pesadas.
Solo quiero ver más allá de esta isla, todo es confuso. Parece que va llover
sin embargo, no llueve. El viento está
quieto. Me reconforta que pongas tu mano sobre mi hombro así, en silencio. La
noche ha sido larga…muy larga. Hola. Reviertes tu seguridad en mis
pensamientos, te lo agradezco. Me gusta este silencio con las pardelas posando
en la arena húmeda, muda de los despertares.
A veces tu extrañeza me
asusta, te viras y tus ojos acogen a los míos más allá del temblor del amor. No
dices nada solo, tú y yo…yo y tu. Agotas tu tristeza, lejana y sonríes. Nos
movemos a mismo tiempo y encendemos un cigarrillo. Hace frío en este
marzo. Voy a la cocina, mis pisadas son
consecuencias de las de ella. Nos sentamos frente a frente. La placidez de los
años se agolpa en nuestros labios, mudos. Solo la mirada. Te veo bien.
Un café amargo pasa por
mi garganta, un café amargo pasa por su garganta. El tragar se ha convertido el único ruido
entre estás paredes, en esta cocina que da al norte…al norte. Su gelidez nos
transmite cierta incomodidad, lo percibo, en los ojos de ella. Nos vamos, estamos en esa ventana donde las
pardelas alzan sus revoloteos en busca de su presa. Está de espaldas de nuevo
es como si esa libertad no consumada te hiciera un guiño de nuestro mañana. Te
comprendo. Muchas batallas hemos tenido
que ganar. Ahora, contemplas la nada…la nada de los días.
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