Capitalismo y democracia, medios, comunicadores y redes
SOBRE LAS ELECCIONES
VENEZOLANAS
JOSÉ
MARÍA CHAMORRO
Podemos
hablar de este asunto desde el pensamiento políticamente correcto (que supone
que hay democracias en las que las elecciones son limpias y transparentes, por
ejemplo, las del jardín florido del que habla Borrell). Y se puede ver el
asunto desde un pensamiento políticamente incorrecto como el que vengo
defendiendo en este blog.
EL
ASUNTO VISTO DESDE EL PENSAMIENTO POLÍTICAMENTE CORRECTO
Santiago Alba Rico, que se presenta como filósofo, escritor y ensayista de izquierdas, dice en Público del pasado 14: “Hay un cierto sector de la izquierda que sigue justificando, con ambages o sin ellos, la invasión rusa de Ucrania; que se muestra escandalizada por el genocidio israelí pero defiende a Bashar al-Ássad; y que, ciega ante las sospechas fundadas de un pucherazo en Venezuela e indiferente ante la represión desencadenada por el gobierno, denuncia un golpe de Estado muñido desde el exterior contra el siempre democrático y siempre anti-imperialista Nicolás Maduro. […] En América habrá que apoyar a Lula, a Boric, a Petro, a Claudia Sheinbaum, pero también a Kamala Harris; y nunca a Milei, a Trump, a Ortega o a Maduro, cuatro versiones de la misma medusa global. En Europa habrá que apoyar al gobierno de coalición de Sánchez, al Frente Popular francés, a la alianza verdirroja sueca, no a Putin o a Orban o a Le Pen, verdaderos zapadores de la «decadencia europea»”.
Si Alba Rico fuese realmente filósofo deberíamos
concluir que la filosofía consiste en pintar con brocha gorda y con venda en
los ojos. No me identifico con ninguno de los sectores que se consideran hoy de
izquierdas, pero menos aún con la izquierda que dibuja nuestro “filósofo”.
No sé qué ha pasado en las elecciones de Venezuela, no
tengo datos de primera mano. ¿Ha habido un pucherazo, no lo ha habido? Insisto
en que no lo sé. No sé si es cierto que el proceso electoral se intentó
boicotear jaqueando el sistema, como afirma el Gobierno venezolano. Voy a
partir de los pocos datos que me parecen fiables.
Elon Musk, propietario de la red social X, apoyaba a
los opositores venezolanos María Corina Machado y Edmundo González. Una cuenta
falsa potenciada por Elon Musk inundaba X de noticias falsas sobre Venezuela, y
el propio Musk amenazó a ese país alardeando de que tiene poder para vencerlo.
Tras las elecciones el Consejo Nacional Electoral de
Venezuela (CNE) anunció la victoria de Maduro con el 51,2% de los votos frente
al candidato opositor Edmundo González, con un 44,2%.
La oposición venezolana denunció al momento “fraude” y
“saqueo masivo” y publicó en su página web copias que decían fidedignas del 83%
de las actas electorales según las cuales González Urrutia habría ganado la
presidencia con el 67% de votos, frente a un 30% para Nicolás Maduro.
Desde las filas venezolanas oficiales se denunció que
la oposición se había limitado a colgar en su página web unos documentos que no
son actas, no tienen firmas de testigos, ni tienen cédulas de identidad, ni
huellas.
Brasil, Chile y Colombia han intentado mediar entre
gobierno venezolano y oposición, pero sin éxito. Celso Amorim, interlocutor de
Brasil con los gobiernos de Hugo Chávez, viene presionando para la publicación
de las actas porque desconfía de los datos oficiales. Pero en una entrevista
con Globo News aseguró que tampoco confía en las actas que la oposición ha publicado
en su web. “Los datos de la oposición no son confiables. No podemos
reconocerlos, y hacerlo significaría un precedente peligroso para la región,
porque abriría la puerta a cualquier apuración electoral paralela”.
El caso es que el gobierno venezolano no presenta las
actas mesa por mesa alegando que no está legalmente obligado a hacerlo y que
además se lo impide un «ciberataque» de la oposición,
Lo que ha hecho Maduro es acudir al Tribunal Supremo
solicitando que tras el examen de las actas de que disponen las distintas
partes decida cuál ha sido el resultado electoral. Al mismo tiempo el
ministerio fiscal ha presentado cargos contra la oposición por la «presunta
comisión de los delitos de usurpación de funciones, forjamiento de documento
público, instigación a la desobediencia de las leyes, delitos informáticos,
asociación para delinquir y conspiración».
La oposición se ha negado a presentar sus actas al TSJ
y a acudir a la citación hecha por el Ministerio Público en su investigación.
Alega que el Fiscal General se ha comportado reiteradamente como un acusador
político que condena por anticipado y que esa citación carece de garantías de
independencia y del debido proceso, sirviendo sólo para justificar medidas
represivas contra los disidentes. No reconoce legitimidad ni al CNE ni al
Tribunal Supremo, que ha dado por buena la victoria de
Maduro.
Para la oposición no hay otra solución que dar a
González por ganador y si acaso pactar con Maduro una forma de cesión del poder
que le resulte aceptable.
Reacciones exteriores
Estados Unidos dio en seguida por buena la denuncia de
la oposición y reconoció la victoria de González Urrutia. Para la comisión de
expertos de la ONU las actas publicadas por la oposición contienen las medidas
de seguridad de los protocolos originales, por lo que confirma su fiabilidad.
También la jefa de la misión de observación electoral del Centro Carter da por
buenas las actas publicadas por la oposición.
Borrell, Alto Representante para Asuntos Exteriores de
la UE, basándose en esos informes, concluyó inicialmente que «según las copias
de las actas disponibles públicamente, Edmundo González Urritia parece que ha
ganado las elecciones presidenciales con una mayoría significativa». Afirmó
también que si no hay una transición en Venezuela “lo pagará el pueblo”, como
si tuviera claro que el pueblo de Venezuela votó sobre el futuro de su país de
manera pacífica y masiva a favor de una transición, es decir, a favor de la
oposición, y que su voluntad debe ser respetada.
Más tarde la UE se limita a no reconocer el triunfo de
Maduro, pero tampoco el de la oposición. Para aceptar el triunfo de Maduro
exige la publicación de las actas mesa por mesa. Esta es la postura oficial del
gobierno español comunicada por su ministro de asuntos exteriores, pero no de
todo el gobierno. El portavoz sustituto de Sumar en el Congreso de los
Diputados y dirigente de Izquierda Unida, Enrique Santiago, ha aceptado la
victoria de Nicolás Maduro alegando que han concurrido a las elecciones 21
partidos con 9 candidatos y que el sistema de votación previamente aceptado por
la oposición tiene 16 mecanismos de control y verificación, por lo que la
oposición debe aceptar el resultado”. Y tras conocer la posición del Gobierno
ha añadido que supeditar el reconocimiento a la presentación de las actas de
‘todas´ las mesas electorales es asumir el discurso de la oposición
ultraderechista. “Que no se repita el error de 2019 al reconocer a Guaidó. ¡Prudencia!”.
Recordemos que Guaidó se había declarado presidente de Venezuela por su cuenta
y que al momento fue reconocido por numerosos países subordinados a Estados
Unidos, entre ellos el nuestro, haciendo un ridículo del que ya nadie quiere
acordarse.
Una sospecha inevitable
La larga experiencia sobre el comportamiento de EE UU
(sobre todo en lo concerniente a su “patio trasero”) lleva a sospechar que otra
vez ha intentado acabar con Maduro planeando un golpe de Estado para el caso de
que ganara las elecciones: primero se publicaron encuestas que daban a la
oposición por ganadora con una ventaja tan amplia que la victoria de Maduro era
impensable. Luego, tan pronto el CNE proclamó vencedor a Maduro, la oposición
se declaró vencedora y pidió la intervención del ejército. En seguida el
portavoz del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense John Kirby declaró:
“Quiero señalar que nuestra paciencia, y la de la comunidad internacional, se
está agotando”.
Dejando aparte esta sospecha podemos preguntarnos por
qué Estados Unidos decidió en 2017 y en 2019 las sanciones a Venezuela, y por
qué la derecha está empeñada en propagar un odio a Maduro que se puede
calificar de histérico.
Ciertamente el régimen venezolano no es modélico,
merece críticas. Se le acusa de corrupción, de que es autoritario y de que ha
llevado a la pobreza a millones de venezolanos, pero se calla que todos los
países tienen sus bandas Kitchen y que el nivel de corrupción de Venezuela no
es debido a los gobiernos de Chávez y Maduro, sino que viene de muy atrás, del
siglo XIX. Sólo se puede pedir a Maduro que vaya reduciendo esa lacra. Se calla
también que la pobreza y las medidas autoritarias se deben sobre todo a las
sanciones de Estados Unidos y al apoyo beligerante que este país presta a
grupos internos que, con el pretexto de las libertades, la democracia y los
derechos humanos quieren algo bien distinto.
“Es muy difícil para un país que depende del petróleo
no poder vender petróleo”, afirmó Amorim a Globo News, añadiendo que las
sanciones económicas contra Venezuela no sólo van en contra del derecho internacional,
sino que golpean a la población civil y profundizan la crisis migratoria.
En todo caso, a pesar de estas dificultades, desde
hace unos años la situación económica del país va mejorando.
¿Por qué se exige a Venezuela lo que no se exige a
otros Estados? Para reconocer a Biden como presidente de EEUU en las elecciones
de 2020 nunca se le exigió que presentara las actas de las mesas una a una pese
a que Donald Trump afirmó que él era el ganador y denunció un fraude a gran
escala en el conteo de votantes y votos en varios estados clave. No hubo
entonces gobiernos que pusieran en duda la victoria de Biden.
Decenas de demandas presentadas por Trump y sus
representantes para impugnar los resultados de la votación fracasaron ante los
tribunales de varios estados y a ningún representante de otros países se le
ocurrió decir que no son fiables ni el Departamento de Justicia ni los
tribunales de EE UU. Todos consideraron que el resultado de las elecciones
estadounidenses era un asunto interno de ese país.
En realidad, la actitud de Estados Unidos se explica
porque, al igual que el régimen cubano, el chavista es un mal ejemplo de
anti-imperialismo que podría ser seguido por otros países del patio trasero. Es
sin duda un régimen nefasto para una minoría de venezolanos y para
multinacionales estadounidenses que ansían volver a los tiempos en que las
riquezas del país (entre ellas la mayor bolsa de petróleo del mundo) podían ser
saqueadas. Para Estados Unidos sería además un revés que, si en el mes de
noviembre Venezuela es invitada a pertenecer al grupo de los BRICS, sea Maduro
el presidente y no González. Si el presidente de Venezuela fuera González
rechazaría esa invitación, como hizo Milei en Argentina.
El problema para quienes odian a Maduro es que lo
apoyan el ejército y la Venezuela popular a la que el chavismo ha favorecido, Y
que si Venezuela entra en los BRICS tendrá un apoyo internacional muy potente.
DESDE EL PENSAMIENTO POLÍTICAMENTE
INCORRECTO
He dicho que no sé si las elecciones venezolanas han
sido limpias, pero vamos a suponer que Maduro ha hecho todas las trampas
imaginables para seguir en el poder. ¿Dónde está el problema?
En nuestras “democracias” todas las
elecciones son pucherazos.
Hay tres causas de que cada elección sea un pucherazo
en los países que se llaman democráticos: las leyes electorales cuidadosamente
diseñadas, el dinero con que la minoría influyente controla partidos y medios
de comunicación, y por tanto campañas electorales, y las falsas teorías
comúnmente aceptadas sobre la libertad del votante.
Leyes electorales
Las leyes electorales garantizan ya de entrada que
toda elección es un pucherazo legal. Voy a comentar sólo dos ejemplos
generalizables:
1. En Estados Unidos (ese país al que se le acaba la
paciencia), debería haber una sola circunscripción electoral (el país entero)
cuando se vota al presidente del país entero, pero hay una por cada estado, es
decir, 50. Más aún, el voto popular no decide quién es ganador, lo decide un
Colegio Electoral formado por 538 electores. No es presidente el que tenga más
votos del pueblo, sino el que tenga al menos 270 votos del Colegio Electoral. Y
para elegir a esos 538 electores funciona la escandalosa fórmula “the winner
takes it all” (el ganador se lo lleva todo), de manera que cada estado entrega
todos sus electores al que gane en ese estado, aunque sea por un solo voto. Esa
fórmula hizo posible que Trump ganara la presidencia a Hillary Clinton
¡mientras Clinton había sacado tres millones de sufragios más que él!
Respecto a las elecciones legislativas,
si no tienen información búsquenla en internet y quedarán asombrados de las
complicaciones incomprensibles que idearon los inventores del sistema.
¿Incomprensibles? No, si reparamos en que se ideó una legislación electoral
ciertamente estrambótica y antidemocrática para que sólo puedan competir los
dos partidos más fuertes, ambos profundamente conservadores, y sea imposible
que compita un partido de izquierdas. Quiere ello decir que las elecciones
americanas son siempre un pucherazo, tanto si gana el demócrata como si gana el
republicano, y ello sin necesidad de que haga trampas nadie en el recuento de
votos. Las trampas vienen de fábrica, las hicieron para siempre los “expertos”
legisladores.
2. También en España debería haber una sola
circunscripción electoral cuando se elige el Congreso de los Diputados del
país, y la asignación de escaños debería hacerse en proporción a los votos
conseguidos. ¡Oh no, ambas cosas serían peligrosas y por eso se idearon
fórmulas adecuadas! ¿Fórmulas para qué? Para lo mismo, para un pucherazo legal
permanente sin necesidad de que nadie se manche las manos adulterando los
resultados. Tenemos no un distrito, sino 50 distritos provinciales (más Ceuta y
Melilla), una barrera electoral del 3% en cada circunscripción (lo que hace que
pierda todos sus votos en cada provincia el partido que no llegue a ese
porcentaje) y el método para asignar escaños creado por el jurista belga Victor
d’Hondt en 1878.
Cada provincia tiene un mínimo de
partida de dos escaños (Ceuta y Melilla de uno), de manera que así se asignan
102 escaños sin proporción a la población votante. Los 248 diputados restantes
se reparten de forma proporcional a la población de derecho de cada provincia,
utilizándose luego para el reparto de escaños el sistema d’Hondt en
cada circunscripción por separado. Según los datos de abril de 2019 que
tengo a mano, pero que son extrapolables a cualquier elección general, mientras
con distrito único y reparto proporcional a Madrid le tocarían 48
representantes según su censo electoral, los 3,81 millones de votantes de
Madrid eligieron sólo a 37 diputados mientras que los 79.427 votantes de Teruel
eligieron a tres diputados. Quiere ello decir que mientras en Madrid se
necesitaron 122.222 votos por cada escaño, en Teruel solo se necesitaron
26.027. A su vez, si esas elecciones hubieran sido con distrito único, como
debieran ser todas las elecciones generales, el PP habría perdido 16 diputados,
el PSOE 7, y en cambio Sumar habría ganado 13 y Vox 12.
En cuanto al método d´Hondt, consiste en que, tras
escrutar todos los votos, se calculan cocientes sucesivos para cada lista
electoral, con una complicada fórmula que no voy a comentar (no quiero volver
loco al lector desprevenido que no la conozca).
Legisladores y políticos saben que el sistema d’Hondt
tiene un efecto distorsivo que aumenta si se combina con un número alto de
circunscripciones electorales, como ocurre en España. En este caso se dispara
la discrepancia entre el porcentaje de votos y el porcentaje de escaños de cada
partido hasta el extremo de que al partido comunista le costaba cada escaño
diez veces más votos que a los dos partidos de orden, PP y PSOE. Y todos tan
tranquilos, como si ese desajuste entre votos y representantes viniera del cielo.
Argumentos falaces
A favor de que haya 52 circunscripciones y no una
sola, como sería lo democrático, se ha alegado que si el distrito fuera único
podrían llegar al Parlamento demasiados partidos con el resultado de una
atomización que haría difícil la gobernabilidad. Y la asignación de dos
diputados por provincia se justifica diciendo que es para que las provincias
más pequeñas no se queden sin diputados, es decir, para que todos los
territorios estén representados en el Parlamento.
Pero el argumento de la gobernabilidad no es honesto.
Respecto a la gobernabilidad es preferible que haya distintos partidos
obligados a pactar a que haya un bipartidismo que ha dado con frecuencia
mayoría absoluta a uno de los dos partidos principales, siempre, qué
casualidad, conservadores ambos. La investidura de Pedro Sánchez ha sido votada
por Sumar, ERC, Junts, Bildu, PNV, BNG y Coalición Canaria, siendo a su vez
Sumar una coalición de quince partidos. ¿Pasa algo? No. Ocurre que con un solo
distrito se tirarían menos votos a la basura y que los partidos
pequeños, tal vez incontrolados por el poder económico, tendrían más escaños y
el PP y el PSOE menos. Eso es lo que se ha querido evitar.
El argumento de que el mínimo de 2 diputados por
provincia consigue que todos los territorios estén representados en el
Parlamento es también falso: no son los territorios los que tienen que estar
representados, sino los españoles, y todos por igual con independencia de dónde
vivan, algo que sólo puede conseguirse con circunscripción única y reparto de
escaños en proporción a los votos. Por otra parte, en nuestro sistema político
los diputados no están en el Parlamento para defender a su provincia, sino para
seguir las instrucciones de su partido.
Ese mínimo provincial trata simplemente de beneficiar
a provincias con poca población, mayoritariamente rural y por tanto con un
sesgo conservador.
Cada elección es por tanto un pucherazo legal. ¡Cuántos
cálculos de expertos para conseguir que nunca puedan ganar partidos
anticapitalistas! Y no es sólo esto, sabemos también que, si por una casualidad
milagrosa ganara un partido anticapitalista, en seguida se prepararía el golpe
de estado de una forma u otra. Los votos no valdrían porque los votantes no
habrían sabido votar.
El dinero y los medios de comunicación
en las campañas electorales
1. A las tretas legales indicadas hay que añadir que
el tinglado electoral cuesta mucho dinero. En una democracia verdadera, en la
que los ciudadanos estuvieran bien informados, bastaría con que cada partido
presentara su programa. El costo sería prácticamente cero. Pero cuando la
población ha sido educada sin autonomía cognitiva (que es lo que ocurre en el
jardín florido) el resultado electoral depende del dinero empleado en la
campaña y del apoyo de los medios privados (en manos del capital los más
influyentes).
El dinero es ofrecido de muy buena gana por la banca
(que luego aplaza el pago para mantener bajo control a los partidos endeudados)
o es recibido de donantes. Pocas donaciones pueden hacer los votantes de un
partido anticapitalista, pero muy sustanciosas los gigantes empresariales
privados a cambio de una política que los beneficie. ¿Se puede considerar que
son limpias y transparentes unas elecciones como las americanas, en las que
Biden ha tenido que renunciar cuando los principales donantes le dieron la
espalda? Aquí se anunció como un gran mérito que Harris consiguiera en su
primer día de candidata 81 millones de dólares, y los comentaristas ni siquiera
se daban cuenta de que esa noticia suponía una radical desautorización de las
elecciones americanas.
2. Se supone que vota en libertad quien vota a quien
quiere, lo que implica que, aunque haya recibido información falsa o
tendenciosa, está capacitado para tomarla o no en cuenta. Ahora se empieza a
reconocer algo que era evidente desde un principio: que los titulares
viscerales polarizan la opinión pública y generan adhesiones impermeables a los
matices; que la ingeniería digital moviliza la voluntad de los votantes
indecisos a través de la publicidad segmentada; y que esas herramientas de
control de masas están a disposición del capital.
Si salimos del mito de la libertad del alma hemos de
concluir que no cabe democracia mientras la legislación “democrática” permita
que algunas personas acumulen centenares de miles de millones de dólares y que
con ese capital pongan en pie imperios mediáticos a su servicio. Sabemos que
los dueños de Facebook, Instagram, YouTube, Tik-Tok o X se niegan a colaborar
con la Justicia cuando en sus plataformas se cometen delitos (por publicación
de contenidos falsos o criminales), y que utilizan además algoritmos secretos y
no auditables para decidir qué información mostrar a cada uno de sus millones
de usuarios.
No es cierto que los gigantes de Silicon Valley hayan
puesto la democracia a subasta, pues para ello sería necesario que hubiera
democracia. Los gigantes de Silicon Valley sólo han hecho una cosa: ir dejando
claro que el cambalache político occidental no tiene ya de democracia ni
siquiera la forma.
Conclusión
Quede claro que amo la democracia y que lamento todos
los días que ni exista ni pueda existir en nuestro mundo. Dado lo que hay,
estimo en mucho aquellos esfuerzos que vayan en la dirección de disminuir las
desigualdades, favorecer a la mayoría más perjudicada y liberar al país de la
esclavitud al capital y a su principal gestor, Estados Unidos.
Si hay que elegir entre unos pucherazos u otros, me
quedo con los que se hacen con intención de favorecer a la mayoría que más lo
necesita, y abomino de los pucherazos legales habituales, que están diseñados
para que mantenga el poder la minoría explotadora. Si tengo que elegir entre la
Venezuela de Maduro y los Estados Unidos de Biden o de Kamala Harris (que entre
otros muchos deméritos tienen el de ser defensores y cooperadores del genocidio
del pueblo palestino), me quedo con la Venezuela de Maduro. Si tengo que elegir
entre Maduro y Musk elijo a Maduro.
Esto no quiere decir que Maduro sea para mí un
político ideal. Aquí y ahora nadie puede ser el político ideal.
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