UNA PAJA AL VIENTO
Milei veta la ley para subir las
pensiones mínimas y modifica la legislación que garantizaba el acceso a la
información pública
El presidente argentino Javier Milei escenifica una
paja tras presumir
de haber reducido el gasto público. / Youtube
El
tipo hablaba al micrófono ante una convención de empresarios. En un momento,
detiene el discurso, se agacha un poco, saca la mano derecha por debajo del
atril, y, como si fuera un titiritero errático, cierra el puño y lo empieza a
mover como un pistón mientras su cuerpo hace movimientos espásticos. Se
masturba en el aire. En vivo y en directo. Ante empresarios. Para. Los
empresarios. Antes del éxtasis, alcanza a decirles:
“Puedo ser un anarcocapitalista que está al frente del Estado y ser como el topo que viene a romperlo desde adentro. O acaso qué creen que es haber bajado el gasto público un 30 por ciento”. Y el puño y la mano. Una, dos, tres, cuatro cogidas al aire. El presidente Milei, ya relajado, ahora sí, continúa su discurso con una sonrisa. La misma que puso días atrás cuando sus policías apaleaban a los jubilados que se manifestaban ante el Congreso para repudiar el veto presidencial a una ley que los beneficiaba.
Fue
el estreno de Javier Milei como presidente con plenos poderes. El ejercicio de
una monarquía regalada por senadores y diputados cuando aprobaron su megapaquete, que
permitía la autorización a vetar leyes que regularan temas administrativos,
económicos, financieros y energéticos. Como, por ejemplo, la nueva ley de
pensiones que habían aprobado recientemente esos mismos legisladores y que
hubiera posibilitado a las personas mayores una reparación mínima en sus
salarios.
Con
el argumento de que esa recomposición en las jubilaciones hubiera desembocado
en un nuevo déficit fiscal, Milei anticipó que la vetaría. De cualquier forma
la crueldad es doble. Por un lado, porque –en el caso del déficit– reconoce que
pisa en los ancianos para sostener un plan económico. Es decir, los está
sacrificando. Pero además el argumento es falso porque el propio gobierno
asegura que en los próximos meses llegarán dólares frescos producto de las
nuevas leyes que –básicamente– sirven para regalar los recursos del país a empresas extranjeras.
Entonces no habría razones económicas para negar el aumento a las personas
mayores. La motivación, al parecer, tiene más que ver con la saña y con la
crueldad que con el equilibrio fiscal. Con un modo de gestionar un país:
represión para disciplinar, sadismo para gobernar.
Patricia
Bullrich, la ministra de Seguridad, festejó en X el operativo de las fuerzas
federales que gasearon y golpearon a los jubilados
Y
el cinismo para comunicar. Los libertarios se jactan de ser transparentes en su
relato. De haber avisado durante la campaña cuál era el plan. Eso es, en parte,
cierto. Porque no fueron sorpresa los despidos, el retiro del Estado, el ajuste
y la represión. Pero la casta no fue la que pagó el ajuste (como había vendido
en modo electoral), sino los jubilados, la clase media, los pobres, los
indigentes, los desempleados.
Patricia
Bullrich, la ministra de Seguridad, festejó en X el operativo de las fuerzas
federales que gasearon y golpearon a los jubilados. “Pese a que los violentos
de siempre quisieron imponerse por la fuerza y el caos para seguir destruyendo
la Argentina, hicimos que prevalezca la ley y el orden, gracias a un
impresionante trabajo de las Fuerzas Federales de Seguridad. ¡Vamos a fondo
contra los violentos!”
Un
día después del veto a la ley jubilatoria, cuando los ojos de los ancianos
todavía ardían por los gases, una carta bomba explotó en la oficina del
presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino. Y, enseguida, la escalada. La
onda expansiva que impacta –más que cualquier cosa– en la historia de un país,
la violencia política, los sueños de vengar. El ambiente represivo se hace cada
vez más denso. El eco: organizaciones armadas, años 70, botas y orden. Más
plata, más bala, más fuerza.
“Intentaron
asesinar al presidente de la Rural”, fue la primera reacción de la ministra
Bullrich. La operación es siempre la misma. Para justificar el ingreso de un
país en una guerra; la invasión de una tierra lejana, la imposición de la mano
dura, el aumento del presupuesto a la policía o un presupuesto multimillonario
para espiar y perseguir opositores.
Lo
cierto es que 48 horas después, la policía detuvo a un sospechoso acusado de
ser el responsable del atentado. Un chequeo rápido por sus redes sirvió para
definir su perfil como antiperonista y antifeminista; dos banderas de los
libertarios.
Finalmente,
las cámaras de seguridad de la Sociedad Rural mostraron las imágenes del
momento. La carta bomba no fue una bomba. La secretaria abrió el sobre. Salió un
humo negro que alcanzó a darle el miedo suficiente para que saliera corriendo.
El humo negro se transformó en fuego y se produjo un pequeño incendio que
destruyó la computadora y los artefactos que estaban alrededor. Los
investigadores lo determinaron enseguida, si la intención era dañar, el
artefacto hubiera tenido otras características.
La
Sociedad Rural Argentina aglutina a la aristocracia rural, es símbolo del
conservadurismo y sostuvo todos los golpes de Estado. Sin embargo, el hombre en
cuestión –Pino– es el primero que no calza con el estereotipo de los dirigentes
que pasaron por la presidencia de la SRA. Una bomba a la aristocracia. Un guion
que se escribe solo.
El
mecanismo puede parecer torpe por lo evidente pero funciona con eficacia. El
tuitero estrella de los libertarios –que juega de vocero en las sombras– dijo
en X: “La izquierda perdió las elecciones y empezó a poner bombas otra vez”. Y
el virus –otro más– se reprodujo con la velocidad de un clic.
Apenas
tomaron el gobierno, los libertarios empezaron a hablar de imponer un organismo
que vigile y regule la actividad periodística
Al
mismo tiempo que pasaba todo esto, mientras las guerrillas se mezclaban con las
golpizas a jubilados y las pajas al aire del presidente, el gobierno avanzaba
fuerte contra la libertad de expresión. Porque para hablar, que lo hagan los
amigos. Sólo los (periodistas) amigos. Este avión venía carreteando hacía rato.
Apenas tomaron el gobierno, los libertarios empezaron a hablar de colegiar
periodistas. O sea, imponer un organismo que vigile, autorice, y regule la
actividad periodística. Quién puede hacerlo y quién no. Después anunciaron
cambios en la acreditación de Casa Rosada. Entrarían sólo los autorizados por
el Ejecutivo.
Ahora,
un decreto del presidente modificó la ley que garantizaba el acceso a la
información pública. La medida restringe el uso de la ley, pone trabas para que
se pueda investigar la vida de los funcionarios, modifica conceptos claves. Los
especialistas en derecho y comunicación saltaron enfurecidos. Entre otras
cosas, cuestionan que, aunque tenga superpoderes, no puede cambiar pasajes de
los artículos que representan el espíritu de la ley.
Pero
Milei ríe con frenesí, habla con sus perros, se sube al escenario y antes de
saludar al público, se esconden detrás del atril y se masturba en el aire, en
vivo y en directo.
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