DIOS NOS LIBRE DE LOS PRÓLOGOS LARGOS
JAVIER AROCA
Aquello de la carta, como esto de ahora
y sus avisos previos, parecen ser solo el largo prólogo de lo que algún día
haya de venir con carácter más decisivo y valiente
Opinión - Reinaldo, ¡llama a Maduro, ya!
Australia está lo suficientemente lejos como para que apenas se le preste atención, pero no tanto como para tener distintos problemas. El Gobierno de aquel país ha sido acusado de fascista por Elon Musk, el señor X del ciberultraderechismo; la razón, porque se están impulsando medidas legislativas contra la desinformación y los bulos. Coincide con la rebeldía de este señor contra decisiones judiciales en Brasil por parecidas causas que ahora tendrá que pagar con cuantiosas multas. Coincide también con la rebeldía expresada por PP y sus aliados mediáticos contra las medidas a favor de la transparencia de los medios de comunicación en España, su soporte publicitario y un cóctel resultante con un alto contenido de toxicidad y mentira informativa. Aún se preguntan algunos qué es eso de los pseudomedios, interrogación que no debería pasar apenas más allá de la retórica o tal vez se trate de la autoinculpación o una autodeclaración por reconocerse militantes de la mentira pagada.
Como también pasa con la ley de
secretos oficiales, que más bien debería denominarse de secretos
inconfesables. Esos secretos inconfesables llevan bajo su manto, contienen toda
la inmundicia preconstitucional, la transicional y los empellones contra
constitucionales.
Una ley de 1968, firmada por Francisco
Franco, que no solo no fue derogada cuando se pudo con las mayorías absolutas
de Felipe González, él sabrá por qué, sino que fue utilizada por el
citado para extender su poderoso manto de secreto en todas aquellas
cuestiones que tienen que ver con el comercio y tráfico de armas con países de
dudosa o definitiva ausencia de democracia o
involucrados en casos graves de genocidio y violencia contra la
personas y sus derechos.
Uno pensaba –quizá con una ingenua
esperanza– que la carta que contestaba a su otra carta, la de Pedro Sánchez,
inauguraba el fin de tantas cuestiones pendientes, no sobre la
regeneración, sino la propia salud y supervivencia de la
democracia. Pero es a ritmo lento y poco decidido. Incluso no se puede seguir
rastro alguno de las intenciones de la mayoría parlamentaria, a instancias del
tan dolido por la guerra judicial, para una sí urgente reforma
integral del poder judicial, incluidas sus normas procesales, en concreto,
las que afectan al poder sin frenos de los instructores penales, en donde
reside uno de sus peores males, a saber, el lawfare, para así adaptarnos a
la Europa de nuestro entorno.
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