LOS POBRES QUE LAMEN
LA BOTA DE SU VERDUGO
ANTONIO MAESTRE
La mayoría de los que tienen ese discurso contra los impuestos y el estado llorarían pidiendo ayuda y no sobrevivirían ni un par de días en un sistema sin un estado fuerte que les proporcione seguridad y servicios básicos. Creedme, niños de papá, no os gustaría vivir en un país donde la clase obrera pudiera sacaros de vuestras mansiones sin que podáis llamar corriendo a la protección del estado
Llegados a este punto no voy a perder un solo minuto más en ser didáctico ni pedagógico, no voy a decir que hay que comprender a los miembros de las clases populares que defienden el discurso de un estado mínimo y la eliminación de los impuestos porque hay que disuadirlos y convencerlos. Que se vayan a la mierda. Allá ellos, son una peste para el bienestar social y enemigos del progreso. Ojalá se vean en una situación en la que no hayan estado y tengan que intentar sobrevivir solo con sus propios recursos para que entiendan la necesidad de unos servicios públicos fuertes. A los pobres que lamen la bota de su verdugo hay que respetarles su parafilia.
El discurso contra el Estado y los
impuestos es el que suelen promover quienes quieren atraer incautos para
desplumarlos. En una noticia en Cinco Días sobre el chiringuito financiero que
pagó 100.000 euros a Alvise en cash para que este promocionara su empresa y
después la favoreciera con legislación explican en un párrafo brillante cómo
funciona este discurso de vende humos: “Madeira siguió operando tras la advertencia
oficial durante más de un año y medio. Elevó la apuesta y, lejos de amilanarse,
el propio Romillo aludió, en un vídeo en redes sociales, a ”los hijos de puta
de la CNMV“, dentro de su discurso plagado de ataques al Estado, los impuestos
y los funcionarios. Coherente, en fondo y forma, con el del propio Alvise
Pérez, y que pudo ayudar a la captación de unos clientes que, si hubieran
escuchado a los ”hijos de puta“, tendrían varios miles de euros más en la
cuenta bancaria”.
Los niños de papá que claman sobre
el Estado merecen un párrafo aparte. Es hora de hacer un alegato por la
renuncia fiscal voluntaria. Promover que todos aquellos que no quieran pagar
impuestos no paguen un solo impuesto, ni tasa, ni tributo más a cambio de que
las administraciones públicas no les proporcionen un solo servicio más de forma
gratuita y que se les cobre a demanda. Se acabó pagar impuestos, por fin
libertad fiscal y financiera, pero sin usar un solo recurso público más sin que
se les pase la factura correspondiente. Ni sanidad, ni educación, ni seguridad,
ni justicia, ni infraestructuras ni basura. Nada. Que cada kilómetro en su
coche por las carreteras les sea facturado con el coste desglosado, que si
sufren un percance en la vía pública se les facture el coste de policía,
atención y limpieza. Todo. Nunca más un servicio público que se sufrague con
dinero de los tributos para quien renuncie a contribuir. Es lo que quieren,
pues que se les proporcione. Porque en realidad no es lo que quieren, lo que
desean es no pagar impuestos pero seguir usando los servicios públicos y los
recursos del Estado tal y como los disfrutan ahora pero siendo pagados por el
resto. La mayoría de los que tienen ese discurso contra los impuestos y el
estado llorarían pidiendo ayuda y no sobrevivirían ni un par de días en un
sistema sin un estado fuerte que les proporcione seguridad y servicios básicos.
Creedme, niños de papá, no os gustaría vivir en un país donde la clase obrera
pudiera sacaros de vuestras mansiones sin que podáis llamar corriendo a la
protección del estado.
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