LA GUERRA QUE BUSCA NETANYAHU
DIARIO RED
Avi Ohayon/Israel Gpo / Zuma Press / ContactoPhoto
Varios
miles de heridos y más de veinte muertos, ese es el saldo del ataque no
convencional de Israel contra el Líbano a lo largo de la tercera semana de
septiembre. Incontables buscapersonas y cientos de dispositivos electrónicos
intervenidos por Israel fueron explotando a lo largo y ancho del país árabe,
afectando a militantes de Hezbolá, sí, pero también a civiles. Si otro hubiera
sido el atacante y otro también hubiera sido el agredido, Occidente
hablaría sin tapujos de ataque terrorista, pero no.
En el caso del ataque terrorista israelí, los calificativos se mueven en otras coordenadas. Se habla de operación quirúrgica, de falla de seguridad en la arquitectura de Hezbolá e incluso de golpe de efecto israelí. En esencia, fue terrorismo; terrorismo de Estado, por ser más precisos. Aunque, pese a esta necesaria descripción, los otros titulares son en cierta medida correctos.
El
gobierno de Netanyahu ha dado un golpe encima de la mesa, recordando a los
actores del Eje de la Resistencia la
excepcional capacidad con la que cuenta el servicio de inteligencia del Estado
sionista. Israel es capaz de herir a Hezbolá en el corazón mismo de su poder:
dentro del Líbano, de forma indiscriminada y afectando toda su operatividad: la
organización había optado por buscapersonas por ser más “seguros” que los
teléfonos móviles.
La voluntad de Netanyahu y su
gobierno ha vuelto a evidenciarse: pretenden desatar una guerra total contra
Hezbolá
Ni las
formas ni las cifras de asesinados deben nublar los motivos tras este ataque,
que son ante todo políticos. Israel en general y Netanyahu en
particular anhelan una guerra mayor en Oriente Medio, especialmente desde
que aceleraron la limpieza étnica contra el pueblo palestino tras los ataques
del 7 de octubre. A partir de aquel fatídico mes en el que sus debilidades
defensivas quedaron expuestas, Tel Aviv exacerbó su presión contra el Líbano y
otros actores. Además, a lo largo de 2024, Netanyahu se ha negado
sistemáticamente a un alto el fuego, en gran medida porque exige que sus tropas
permanezcan en Gaza para poder reanudar su conquista del territorio palestino
cuando lo considere favorable.
Más
recientemente, la voluntad de Netanyahu y su gobierno ha vuelto a
evidenciarse: pretenden desatar una guerra total contra Hezbolá. El
propio ministro de Defensa, Yoav Gallant, afirmó haber iniciado una “nueva fase” en Líbano:
"El centro de gravedad se está desplazando hacia el norte, desviando
recursos y fuerzas allí. Estamos en el inicio de una nueva fase de la guerra,
lo que requiere de nosotros coraje, determinación y perseverancia". Pese a
que el Eje de la Resistencia, Estados Unidos y la Unión Europea buscan
desescalar, la realidad es que para el estallido de una guerra no hacen falta
dos… basta con la voluntad de un solo actor dispuesto a dar el primer paso.
Pero,
¿por qué? En primer lugar, juega la política. Netanyahu atraviesa una
crisis de legitimidad desde antes incluso del 7 de octubre. Amplias
capas de la sociedad israelí ni le apoyan ni le perdonan su fracaso en el
retorno de los rehenes capturados por Hamás. Además, su particular bloque
histórico y su gabinete de ministros son pacientes por el excepcional contexto
regional: la guerra sostiene a Netanyahu en el poder, además de
validarle frente a Occidente.
A
Netanyahu no solo le pesa la desconfianza de los sectores más radicales de su
gobierno ━quienes le exigen una intensificación del genocidio en Gaza y una invasión sin matices del Líbano━, sino
también las causas por corrupción que le aguardan en los juzgados y su disputa abierta con los
ultraortodoxos. Sin muertes en la región, el ecosistema político israelí
miraría hacia dentro y pondría fin a su gobierno con casi total seguridad, con
las consecuencias legales que ello podría acarrear para el hoy primer ministro.
Militarmente, Netanyahu no
atraviesa un buen momento. Por contraintuitivo que pueda parecer, el ejército
sionista ha cosechado escasos éxitos estratégicos en el último año
Además,
la esencia misma del Estado sionista permite advertir la pulsión belicista de
su proyecto nacional. Se trata de un país en el que se combina una sociedad
ampliamente militarizada, un aparato estatal cooptado políticamente por las
Fuerzas Armadas y una doctrina nacional compartida por la mayoría del arco
parlamentario según la cual Israel se encuentra en permanente amenaza
existencial. A la larga, el proyecto sionista no ve posible la
convivencia con los actores árabes en la región, y acepta su “destino
manifiesto”, así como la inevitabilidad de guerras en Oriente Medio.
Militarmente,
Netanyahu no atraviesa un buen momento. Por contraintuitivo que pueda parecer,
el ejército sionista ha cosechado escasos éxitos estratégicos en el último año.
Por supuesto, dada su particular violencia y sus capacidades tecnológicas y
económicas, logra numerosas victorias tácticas ━el propio ataque terrorista en
Líbano es ejemplo de ello━, pero apenas
logra avances estratégicos: a pesar de haber asesinado a
varias decenas de miles de gazatíes (la cifra concreta es incierta) con la tácita aprobación de
Occidente, Hamás está lejos de desaparecer. De hecho,
sigue reforzando su influencia tanto en Gaza como en Cisjordania.
Lo mismo
le ocurre en el Líbano. El estado de terror en el que ha sumido a la población
civil libanesa sin duda constituye un macabro éxito táctico de Netanyahu, pero
está lejos de contentar a su gobierno o a la sociedad israelí. Netanyahu
ha provocado durante meses a Hezbolá con la intención de que esta
organización realice un ataque similar al del 7 de octubre que “legitime” la
invasión del Líbano, pero no lo ha logrado.
Es
posible que el ataque terrorista haya convencido a la cúpula de Hezbolá de que
la guerra en el país ocurrirá y es también posible que se preparen para un
conflicto en su propio suelo. En simultáneo, el gobierno de Netanyahu ha podido
aceptar que tendrán que ser ellos quienes muevan ficha en primera instancia. En
cualquier caso, es evidente el deseo del gobierno israelí por el
estallido de una guerra en Líbano, necesaria desde el punto de vista
político, estratégico e ideológico. Occidente, por supuesto, condenará
formalmente… al tiempo que avala la agresión sionista.
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