VEINTE AÑOS...
DUNIA SÁNCHEZ
Veinte años, años elaborando el
crecimiento de mis sentidos. Vine en barco, navegante de cielos oscuros a la
luz de los astros distantes. Vine con todos los deseos en mi equipaje,
cortejando cada sueño con la más excitante imaginación, vertical, fuerte, yerta
sobre rocas cuya ruptura sería imposible. Ahora estoy aquí, ha amanecido y aun
ando en busca de aquellos que consideran el bienestar en el hacer del trabajo.
En paro, sumiéndome en el derrumbe de mis pilares. Bajo un techo blanco donde
transitan gentes de distintos lugares estoy, amarrada, cautelosa, compartiendo
mi habitación con el olvido por aquello que anhelaba. Quería, ansiaba una vida
corpulenta, esbozada en la infinitud de mis pasos columpiados por el quehacer
de mi existencia. Vacío. Miro mis manos, arrugadas con el paso del tiempo, y el
sonido frío del mañana me hace frágil, caída en la desorientación. Cierta
incertidumbre me abate, me arrastra, me desgarra y no sé si ser llanto o
continuar la firme pisada de que quizás, quizás hoy podrá ser. Rebosará en mi
espíritu la alegría y el sudor de mis cansadas piernas se verá gratificado. Ya
ni escribo a mi familia, me alejo en el humo de este cigarrillo que sostiene
mis dedos, de estos zapatos gastados. Ellos sí, con su letra pueril me envían
mensajes, preocupantes pues la situación en mi país es caótica. Guerra, armas
que hacen infértiles las almas trotantes en el aliento. Hay que huir – como yo-
de los campos de hiel sumergidos en la pena. Al menos tengo un techo, me
acuesto y en mi edredón me envuelvo en la infelicidad de aquellos que me aman,
que me piden esperanza. Todo es aborrecible. Aborrezco el cuchillo rajante de
la paz, aborrezco los hilos dañados para el seguir, aborrezco la malignidad de
los que quieren vencer. Ahora parece que va a amanecer. Si o no, no o si…para
qué, la monotonía en esta isla me hace sentirme cobarde, malgastando mis años
lejos de mi familia. Veinte años…
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