RAJOY INSULTA A LA PRENSA
(OTRA VEZ)
ANÍBAL MALVAR
No
hace mucho, a siete de enero, este mismo vate vago desvelaba a sus frívolos
lectores la primicia de que Mariano Rajoy no lee El País. Ignora a ese mismo
periódico que le regaló un segundo mandato ayudando a Susana Díaz a
despeñaperrizar a Pedro Sánchez. Se supo, lo de que MR no lee El País, cuando
en víspera de Reyes varios medios entrevistaron al presidente acerca del recién
filtrado informe del Consejo de Estado sobre los delitos, inepcias,
subcontratas, omisiones e iniquidades cometidas por el Gobierno Aznar con los
62 militares españoles muertos en el
Yak-42. Los periodistas abordaron al presidente en Pontearnelas, cuando
culminaba su cotidiano galopar vacacional por las leiras de Galicia.
–¿Han
sacáo un dictamen sobre eso? –la exclusiva la había publicado El País–. No lo
he visto –zanjó en chándal el sudoroso y orballado presidente.
El
País es el primer periódico de España. Si Mariano andaba ocupado en sus trotes,
cualquier cráneo neuronado habrá de suponer que Soraya y María Dolores de los
Ejércitos tampoco leen El País, pues lo normal hubiera sido que enviaran un sms
o un tam-tam a los guardaespaldas que caminan rápido detrás de Rajoy, para que
informaran al monclovita de la primicia que estaba atronando en los medios a
más decibelios que Millán Astray con una emisora de onda corta.
Aquel
“no lo he visto” de Rajoy fue un desprecio hacia la prensa un poco menos
histriónico que el de Donald Trump tras su proclamación. Pero desprecio de muy
gemelo simbolismo.
Pues
no han pasado ni tres semanas de aquel suceso y, ayer mismo, nuestro amado
líder vuelve a ponerle mohínes de desamor a la profesión periodística. Y esta
vez en casa del muy noble y torcuatiano diario ABC, otrora palio informativo
del franquismo, hogaño severo preceptor de nuestra traviesa y pecadora
democracia.
El
caso es que ayer invitaron a Mariano Rajoy al Foro ABC en el neobarroco salón
de bodas del Casino de Madrid. El presidente había pactado un coloquio con
periodistas para amenizar el acto, y así reaccionó ante una pregunta de Ángel
Expósito, piadoso ex director del diario anfitrión y hoy estrella vespertina de
la COPE.
–Tengo
un montón de preguntas, se lo puedo asegurar, presidente, que se refieren a lo
dicho por una sola persona, por un nombre propio… ¿Lo adivina?
–¿Quién?
–Rajoy vuelve hacia Expósito dos hombros contundentes de púgil parlamentario.
–¿Sabe
quién le digo? –insiste el periodista.
–No
–la sequedad de su monosílabo contrastó con la orballante rumiada retranqueira
con que despreció hace veinte días a El País.
–Tengo
un montón de preguntas referidas a José María Aznar, que habló ayer… El
presidente Aznar dijo ayer textualmente: “Tenemos un país que se está
desvertebrando social, política y territorialmente”. ¿Comparte usted el
diagnóstico?
–Gracias
por no insistir.
Yo
no había contemplado una violencia tan incontenida en Rajoy desde aquel debate
en el que llamó ruiz a Pedro Sánchez. El iracundo Rajoy que se arrojó sobre el
descolocado Expósito hizo por un momento olvidar al humorado tecnócrata, tan
blando por fuera que se diría todo de algodón, que parece casi siempre el
cachazudo pontevedrés.
Ya
se apuntó arriba que uno no observa demasiada diferencia entre este Rajoy
hardcore y el belicismo de Trump en sus respectivas cruzadas contra los medios
de comunicación. Son distintos estilos de la misma estrategia de menosprecio a
la libertad de información. No puedes acudir al versallesco foro de un
periódico a negarte a contestar a los periodistas sin convertir tu presencia en
un insulto. No solo al periódico. También a los españoles en general, pues
ninguno de los grandes periódicos
sobreviviría sin el dinero público que cada año reciben por diversos
conceptos. En resumen: que tú y yo estamos pagando el derecho de ABC a
preguntar y ser respondido.
La
secuencia entre Expósito y Rajoy puede verse en este enlace de ABC. El autor
advierte de que estas imágenes contienen escenas de violencia extrema que
pueden herir la sensibilidad de algún demócrata. Y de los estudiantes de
Periodismo en general (o eso espero).
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