BÁRCENAS PENSIONISTA
DAVID TORRES
Los ingenuos
que todavía esperaban que Bárcenas llegara al juicio no con un ventilador, sino
con un molino de viento o con un verdadero helicóptero de mierda para tirar
abajo el gobierno, el PP y lo que hiciera falta, se han visto decepcionados con
el personaje que el ex tesorero ha sacado a la palestra. Esperaban al coronel
Kilgore desayunando napalm por la mañana, arrasando Génova a base de
grabaciones. O bien a un yihadista económico con un cinturón de libretas
dispuesto a inmolarse llevándose a medio partido por delante. Sin embargo, se
han encontrado con un pensionista. Un hombre tranquilo que ha aparcado sus
diferencias con sus ex camaradas y que ha decidido plantar una defensa
numantina y solitaria al estilo del último mohicano.
Probablemente
los ingenuos hayan olvidado que el 23 de octubre de 2013 un individuo asaltó la
casa de Bárcenas, maniató a su esposa, a su hijo y a su asistenta, y les exigió
que le entregaran los dispositivos donde supuestamente almacenaba la
información con la contabilidad del partido desde 1990. El hombre, disfrazado
de cura, con alzacuellos y todo, se hizo pasar por funcionario de prisiones,
iba armado con una pistola del año del pedo con munición de fogueo. Tras
reducirlo y apresarlo, se descubrió que se trataba de Enrique Olivares García,
un estafador con varios antecedentes policiales y fichado por la Interpol. No
le sirvieron de mucho ni la eximente de perturbación mental ni la de embriaguez
y acabó condenado a 22 años de cárcel. Las balas eran de fogueo, la sotana era de
fogueo y la excusa para entrar era de fogueo, pero el asalto fue auténtico, tan
auténtico que la mujer gritó aterrorizada y la asistenta tuvo que ser atendida
con un ataque de ansiedad.
Según fuentes
policiales, Olivares García era un lobo solitario que actuaba por su cuenta;
llegó a Madrid obsesionado con la idea de “solucionar los problemas de España”.
El incidente parecía una ahorrada estrambótica; no obstante, puesto sobre el
tablero de la Gürtel arrojaba sombras inquietantes. Había que reconocer que la
historia del asalto sonaba rara, muy rara, casi tan rara como los nueve
fallecimientos y el coma cerebral que han entorpecido la instrucción de la
trama Gürtel hasta la fecha. Uno a uno cada caso tiene su explicación: todos
juntos tienen otra. Entre suicidios, accidentes y defunciones por causa
natural, parece que lo natural para los imputados o relacionados con este
pudridero es morirse.
De manera que
tampoco es necesario estrujarse mucho la mollera para concluir por qué Bárcenas
ha planteado ahora otro tipo de estrategia. Una defensa más amable, menos
abrupta, una elegante manera de comérsela doblada entre una tortilla de
sinónimos y neologismos. El lunes declaró que Mariano había cortado la relación
con Correa en cuanto el presidente se enteró, gracias a un empresario amigo, de
las actividades ilícitas en que andaba metido el cabecilla de la Gürtel. El
martes volvió a asegurar que el PP no tenía nada que ver con el dinero negro
suizo, que sólo era un dinerillo que había ido acumulando con el fin de ahorrar
para un fondo de pensiones. 47 millones de euros. El año pasado, tras el
batacazo en las municipales, Mariano dijo: “Hemos pagado un precio muy alto,
altísimo, por el comportamiento de los que considerábamos nuestros compañeros”.
Fin de la cita.
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