UNA FUGA INTERIOR: MERODEADORES DE ORILLA DE MARÍA TERESA DE VEGA
Por Daniel María
El primer párrafo de Merodeadores de orilla incide en la fijeza
sobre el destino y el azar que latirá en las páginas futuras, pues lo que no es
consecuencia natural, es decir, lo que es acción del hombre, constituye un sino
inevitable. Ser, Destino y Naturaleza son entidades de estos merodeadores de un
espacio que nunca es el mismo, me refiero a la orilla, aunque aparente lo
contrario. Ellos son Andrés, entomólogo, hombre de ciencia; su padre, un anciano
que vive entre fármacos y libros; Stefen, portero de origen rumano que
investiga sobre todo y es un entusiasta de Robinsón Crusoe; un médico que
reconstruye el himen de las mujeres y un alemán que regenta una suerte de
consulta filosófica sobre el arte de asentir. Y también Lavinia, trasunto mitológico:
el origen de todos los misterios.
Andrés regresará siempre a la orilla
para someterse a un vaciado espiritual y existencial donde se plantea su
destino y las posibilidades que maneja para dominar dicho devenir, para abrazar
la ensoñación como fuga interior. La novela contiene pasajes que abarcan el ensayo
o la disertación filosófica y pasajes que envuelven la prosa poética de un
pulso surrealizante. He aquí una muestra maravillosa: Siempre hay una excusa para no seguir (que podría ser el lema de
Andrés, tan desubicado en la realidad que lo aísla) y este otro fragmento: Me refiero al invento que todos creemos más
o menos conseguido de nuestra identidad (Palabras que nos remiten a la
orilla señalada anteriormente, ese espacio siempre distinto y en apariencia
invariable).
Merodeadores
de orilla acoge también toda una reflexión y toda una poética del suicidio, que
constituye una representación de la trinidad Ser/Destino/Naturaleza que palpita
a lo largo de la obra. Y la filosofía se arma de poesía, si es que alguna vez
ha aparecido desarmada de ella, en la pregunta más profunda y hermosa que
entrega la novela: ¿Crees amenazadas las
rosas?, que formula Stefen a Damiana.
Luego, la visión del extranjero. Un
modo de ser: en el otro. De convivir con el otro, de dejarse ver por el otro. La
presencia de tres de los más grandes autores rumanos en sus páginas (Max
Blecher, Mihai Eminescu y Tristan Tzara) refuerza la esencia del Otro, que es
uno de sus contrafuertes fundamentales. Ellos tres en la novela son a María
Teresa de Vega como Stefen a Andrés en la dimensión ficcional.
Añado al húngaro Sándor Márai y al
checo Bohumil Hrabal, de quienes brota una fuerte presencia de sus narrativas: desde
la extensión del relato, la voz del personaje principal, la integridad de los
secundarios, al giro de la trama, donde suerte, muerte y casualidad constituyen
senderos donde transita la escritura. Y, por supuesto, al padre de todos ellos:
Kafka (fórmulas narrativas sobre el hombre y el sistema que nos recuerda El Castillo).
El capítulo titulado El lanzador de callaos liga con la
médula fetasiana, especialmente con el inicio de Fetasa, aquel “Ramón está sentado en un parapeto medio derruido, a la orilla del mar,
las manos en el muro y la mirada en la negra superficie del agua”. Ha de ser inevitable tal influencia
si te has nutrido en la biblioteca del padre, si lo has espiado escribir desde
la infancia. Y en lo inevitable de la alusión, en la ardua tarea de procurarse
un hueco literario siendo hija de don Isaac de Vega, la autora, la escritora
María Teresa de Vega, entrega una novela consciente de sí misma, convencida, y que
no ciñe más arena que la de su propia playa.
Ella apareció espléndida, bella y elegante en la
presentación celebrada en la ciudad de La Laguna en los últimos días de
diciembre de 2012. Traje chaqueta, melena lisa, porte de dama. Los ojos
abiertos, los brazos receptores, cálida la voz. De sus viajes, de sus años en
Madrid, de la enseñanza como oficio, aprendió María Teresa de Vega a labrar su
discurso. Y no hay duda de que Merodeadores de orilla la sitúa, desde
Esperanza Cifuentes, en primera línea de la narrativa en Canarias. Porque, a
veces, la
literatura es soñar un lugar señalándolo en un mapa. Cuando lean la novela me
entenderán.
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