Por Victor Ramirez
(Publicado en Diario de Las Palmas
el 5
de marzo de 1994)
Ya te he contado el origen de este certero
calificativo convertido casi en maldición... Leí en algún lado que el gran
poeta León Felipe (quien fallecería en 1968) sintió, al final de su vida, el
lógico anhelo de regresar a su patria, a España, para morir en ella -y, a ser
posible, en su pueblo natal. Su familia lo animaba cordialmente, intentando limarle los recelos.
Por fin llegó el día estipulado para
subir al avión del retorno. León Felipe se había trajeado correctamente, pero
no bajaba al salón. Su sobrino, impacientado, subió a la segunda planta, al
dormitorio del insigne tío, cuya puerta estaba abierta. Y encontrará a
éste tumbado en su lecho, sin desvestir, con los ojos de la resolución fijos en
el techo.
A la pregunta del atónito sobrino,
respondió León Felipe (quien había nacido en Tábara de Zamora, en 1884) que
había decidido no regresar a su patria, donde todos los buenos españoles habían sido asesinados o habían tenido
que exiliarse.
Prefería morir en el acogedor México,
morir con el grato recuerdo de aquella patria suya que había él vivido hasta
que hubo de exiliarse, patria colmada de grandes hombres pletóricos de
bonhomía.
Y añadió que, si Franco y demás
cómplices morían en la cama sin haber respondido judicialmente de sus
tremebundos desmanes, en España (y más acentuadamente en la colonia Canarias
–añado yo) sólo podría gobernar de ahora en adelante la “baba franquista”.
Como en otros asuntos, pienso que
tampoco en éste erró el poético don de profecía del admirado León Felipe
Camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario