Eduardo
Sanguinetti
filósofo
rioplatense
En setiembre de 2007, en este medio, se publicó
“Acerca de la Revolución Bolivariana”, una columna de mi autoría, en la cual
entre otros conceptos decía: “La Revolución venezolana necesita, y por favor no
lo duden, de un Sistema de Posicionamiento Global (GPS) teórico que defina con
exactitud hasta dónde ha avanzado y cuál es el camino que le queda por
recorrer. Ese GPS teórico solo puede ser la ciencia contemporánea”.
Me preguntaba en dicho artículo en torno a los
delicados escenarios de sucesión en esta revolución: “¿Qué se hará, si hoy el
presidente Chávez, por un problema de salud, un accidente o lo que sea, ya no
pueda ejercer las funciones de la Presidencia?”.
Existía en el pueblo venezolano la certeza de
que el comandante Chávez estaría en presencia, ganando todas las elecciones en
las que se presentara. Con la modificación de la Constitución, podría inclusive
permanecer hasta su muerte. Este era el escenario deseable para avanzar en la
revolución y había que trabajar para que así fuera. Sin embargo, se instaló
otro escenario, para el cual los bolivarianos tienen que prepararse, en aras
del realismo revolucionario y de la continuidad del proceso, ante las amenazas
externas e internas que, sin lugar a dudas, actuarán en detrimento de la
revolución iniciada hace quince años por el comandante, cual piedra fundacional
de los cambios que se han venido operando en réplica en toda la América Latina,
con la asunción de gobiernos de perfil progresista, al menos en teoría.
Si Chávez hoy ya dejara de accionar en sus
funciones como líder indiscutido de la revolución latinoamericana, el proyecto
podría colapsar por múltiples razones. Hoy no existe una vanguardia a nivel de
conducción, ni cuadros medios, ni unidad teórico-revolucionaria, ni líder
sustituto en Venezuela que pudiera sostener el proceso. Por supuesto, algunos
funcionarios de su entorno, con buena voluntad e idoneidad, están presentes
para seguir en el camino trazado; y también es cierto que incluso los
estadistas latinoamericanos tienen ideas claras sobre posibles sucesores. Pero
los presuntos líderes están aún en proceso de maduración subjetiva y objetiva.
En fin, no creo puedan asumir con la contundencia y el carisma que acompaña a
Chávez, la conducción y el liderazgo para consumar la revolución bolivariana,
que apunta a la conformación de la Patria Grande.
Lo que he planteado en el 2007 está planteado
hoy en enero de 2013, con un Chávez ausente y un pueblo acongojado y ante la
ávida espera de la derecha venezolana, siempre al acecho como buitres,
aceitando las piezas de sus estrategias oblicuas, aguardando el inevitable
desenlace. Me pregunto: ¿cómo se manejarán los espontáneos líderes
latinoamericanos ante esta instancia? Más: ¿cómo se comportarán los líderes del
denominado primer mundo en esta instancia de cambio de paradigma en el mapa
político, económico y social, ante la ausencia del comandante Chávez? Un
escenario de dimensiones impensadas se abre hoy en el sistema, con alcance no
previsible. Tomemos posición a favor de nuestra identidad personal, cultural y
de región; sería admirable, además de indispensable, digno y ético, en lo que
hace a la trayectoria político-cultural de la izquierda en la región a partir de
la coyuntura nacional e internacional, repensando una política revolucionaria,
tal como el comandante Chávez la sintió y puso en acto en un proyecto nacional
de liberación que incluye transformaciones de concepción en cada esfera, de
prácticas específicas, transformaciones que conduzcan al proyecto
revolucionario global, que reconozca la cristalización de la utopía socialista.
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