domingo, 15 de enero de 2012

Entrevista a Santiago Gil - Periodista y escritor


Entrevista a Santiago Gil - Periodista y escritor



"La literatura es la mejor forma de vencer esa derrota asumida y segura que es la muerte"


Todos los analistas políticos y expertos económicos coinciden en que el año 2011 ha sido un año para el olvido, el cuarto año de la "gran depresión", únicamente atenuado por el anuncio del cese definitivo de ETA. El preocupante retroceso de la renta per cápita a niveles de 2002 y la exorbitante cifra de cinco millones de parados corroboran este diagnóstico nada halagüeño.

También casi todos coinciden en que al partido que llevaba hasta ayer dos legislaturas en el gobierno, no le ha hundido la crisis económica, sino la forma que ha tenido de gestionarla: primero, negándola con aquel eufemismo de la desaceleración; y luego, reaccionando ante ella mal y tarde, de forma descontrolada, sin orden ni concierto.

Dicen que el declive del PSOE comenzó el día que Zapatero, traicionando el ideario que le había hecho ganar dos elecciones, anunció en mayo de 2010 los recortes más salvajes del presente período democrático. A partir de ahí, a un PSOE abúlico y desdibujado se le fueron apagando las luces y las soluciones, y el PP, agresivo y beligerante hasta ese momento, más artero y comedido después, tiene en su haber el más que dudoso mérito de haber esperado su oportunidad detrás de la tarima, sabedor de que el desgaste de la crisis al partido del gobierno era su aliado más poderoso.

Ayer por la noche, los resultados confirmaban los pronósticos de unas elecciones que posiblemente han sido las menos reñidas de la democracia: el PP gobernará con mayoría absoluta durante los próximos cuatro años. Esta mañana, todos los ciudadanos, votantes o no del PP, nos hemos levantado de la cama con la realidad política teñida de un mayoritario azul claro.

Pensé que Santiago Gil haría alguna alusión al tema de conversación que se impone hoy, pero, en vez de eso -Santiago no es un político, sino un hombre de letras puro y duro-, lo primero que me pregunta es si he leído el artículo que Enrique Vila-Matas publicó el sábado en el Babelia.

Me excuso argumentando que los periódicos del fin de semana, en realidad, a mí me duran toda la semana, porque son tan abultados y traen tal cantidad de artículos y reportajes, que voy dosificando su lectura hasta el siguiente fin de semana. Así que el artículo de Enrique Vila-Matas lo tengo pendiente de leer en el mueble del salón. Santiago me dice que no deje de hacerlo, porque en él encontraré cosas muy interesantes sobre la creación literaria, y encima de manos de uno de los grandes como Vila-Matas.

Periodista de profesión, conocedor de las reglas del oficio, Santiago sabe lo importante que es para el entrevistador encontrar buenos titulares con la que destacar el contenido de la entrevista. Por eso, cuando le pregunto por el título abrumador de una de sus novelas, Las derrotas cotidianas, se muestra decidido y contundente desde el principio.


-Tal y como sugiere el título de tu novela, ¿son tan cotidianas las derrotas?
-Creo que estamos derrotados de antemano y escribimos precisamente por eso. Estamos derrotados de antemano porque no somos capaces de controlar nuestro destino, porque en una milésima de segundo puedes desaparecer tú y tu mundo para siempre. Salimos del paraíso, que es el útero materno, a un mundo ruidoso y casposo en el que siempre gana el más fuerte. Sin embargo, yo creo que dentro de esa derrota uno debe aspirar a la felicidad y a vivir lo mejor posible. El útero materno en el que yo me refugio habitualmente es la literatura. La literatura es la mejor forma de vencer esa derrota asumida y segura que es la muerte. Cuando escribo me gusta ponerme siempre en la posición de los perdedores. Como decía aquella canción de ABBA, los ganadores se lo llevan todo. La épica del perdedor es la que a mí me interesa cuando escribo porque todo perdedor tiene una historia mucho más interesante que los ganadores. Los ganadores ya se llevan los vítores, los aplausos y tienen sus egos bastante subidos.

-Todo esto me suena a Walter Benjamin...
-En efecto. Él lo sabía bien y por eso acabó como acabó.

-Tus palabras rezuman un intenso aroma a pesimismo. ¿Es tan difícil en la actualidad encontrar motivos para la ilusión?
-Sí, siempre. Desde que despunta el sol cada mañana, el canto de un pájaro, un verso, una canción, un gol antológico, una mirada, un gesto. Creo que la vida está por todas partes llena de motivos para aspirar a la felicidad. Otra cosa es que con nuestros ritmos y con la concepción de la propia vida que estamos viviendo nos hayamos desnortado o extraviado. Pero aún en esos extravíos, si buscas encuentras, y la aspiración a la serenidad, a estar delante del mar, a mirar hacia adentro, te lleva a la felicidad. El deporte también te lleva a la felicidad. Para mí el deporte es tan esencial como la escritura. He dicho al principio que la vida es una derrota asumida, pero mientras dure el partido se trata de ser lo más inmensamente felices posible, aspirar a ser lo que uno quiere en la vida, de no renunciar nunca a ningún sueño, de plantear permanentemente utopías, de reconstruir esos sueños cuando se vienen abajo y de quedarte con esas pequeñas cosas serratianas tan grandes. Hay un milagro permanente en la vida que anida en cualquier parte y que nos lleva a ser felices. Creo que la condición natural del ser humano debe ser aspirar a la felicidad.


-Antes mencionaste la importancia del deporte. ¿Es el deporte una metáfora de la propia vida?
-Cuando yo tenía quince años no leía. Jugaba en la calle con mis amigos al fútbol o al baloncesto, pero no leía. Albert Camus decía que él aprendió todo lo que sabía sobre la vida jugando al fútbol. Yo estoy de acuerdo con él. Me gustan mucho los deportes individuales en los que yo mismo me marco las metas. Suelo correr prácticamente a diario. También me gusta mucho nadar y caminar. Pero cuando corres una larga distancia entablas una lucha contigo mismo y con tu mente. Hay una novela fantástica de Murakami, De qué hablamos cuando hablamos de correr, que cuenta esto. En este libro, él cuenta que mientras corres no piensas en nada y al mismo tiempo piensas en todo. Cuando practicas deporte, tu mente está mucho más lúcida para pensar y para crear. Para mí, cuando voy a correr por las mañanas, los primeros diez minutos son especialmente duros, pero cuando llevas un rato te recuperas y empiezas a sentirte bien. En la escritura de una novela ocurre exactamente lo mismo. Igual que el deporte, la escritura es para mí una necesidad mental. Los días que, por diversas razones, no puedo escribir se me vienen abajo, se derrotaron a sí mismos.

-Junto con el fracaso y el pesimismo, la apatía es otro de los temas clave de tu obra. ¿Cómo se pueden conjurar los efectos perniciosos de la apatía?
-Todos podemos ser apáticos. Todos podemos caer en la derrota. Escribes porque puedes ser cualquiera y porque tienes miedo a ser cualquiera. Escribir para mantenerte a flote depende del azar, pero también depende en buena medida de tu responsabilidad diaria. No es fácil mantenerse a flote en el mundo en el que vivimos. Cuando ves a un mendigo por la calle o un alcohólico en la barra de un bar, te das cuenta de que la línea que separa sus vidas de la tuya es mínima: son cuatro casualidades, cuatro providencias, cuatro vueltas que da la vida. Me da mucho miedo esa apatía y pasar por la vida sin vivirla. Por eso escribo sobre ese tipo de personajes. Debe ser bastante descorazonador ver que la vida pasa delante de ti, encerrarte en tu casa porque te mundo te echa fuera. Yo creo que lo que hay que hacer en esos casos es intentar que ese tiempo gris, esa nube negra, pase lo antes posible y volver a cierta serenidad y armonía. Escribo por el miedo a ser uno de ellos.

-Cómo organizas el trabajo de un libro?
-Yo nunca planteo el argumento ni la técnica de un libro antes de acercarme a él. Lo que sí intento, para que esa narración se convierta en literatura, es jugar con los guiños de complicidad con el lector. Por eso, me gusta mucho lo metaliterario, que algunos de mis personajes también escriban, etc. Yo creo que las palabras y las novelas están para jugar con ellas y no para aburrir al lector. Hay que buscar algún tipo de impacto emocional en él. Al lector hay que divertirlo para que no se aleje del libro. La literatura consiste en ir más allá de lo que se podía esperar. Kafka decía, y yo siempre lo repito, que hay que escribir entre sombras. Yo no creo en eso de tener todo estipulado antes de sentarte a escribir. Considero que hay que adentrarse en esas sombras. A veces te equivocas y a veces aciertas, pero si tú buscas, el lector encuentra.

-Una de las líneas transversales de tu literatura es el paraíso perdido de la infancia. ¿Tanto cambiamos al hacernos adultos?
-Sí, claro que cambiamos. Por eso también escribimos. Cuando somos niños las derrotas no las tenemos asumidas, sino que seguimos jugando con toda la libertad y toda la energía de ese juego. Rilke decía que la patria es la infancia y que uno se pasa toda la vida intentando recuperar esa patria perdida. Los niños viven en permanente sorpresa, en permanente proceso de aprendizaje, en permanente estado de expectación. Todo es una gran noticia. En cambio, cuando somos adultos nos volvemos cohibidos y timoratos y pasamos de largo ante la mayor parte de los hechos que encontramos en la calle. No es que yo plantee una vuelta a la infancia, ni mucho menos, pero trato de no olvidar el niño que fui.

-Tu obra suele ofrecer una imagen descarnada de la sociedad que se mueve entre la superficialidad y la corrupción moral. ¿Utilizas tu literatura como un medio de denuncia social?
-En mi caso, la novela es un complemento del periodismo. El periodismo es un género literario pero tiene el problema de la extensión. A través de la mirada del periodista se ve el mundo de otra manera: se ve la cara B de la vida. Y yo tengo la mirada del periodista cuando escribo. Creo que cuando las historias se cuentan con el corazón como si tú formaras parte de esa historia, en sí misma ya encierra una moraleja. El escritor debe ser capaz de transmitir al lector el porqué, el cómo y el cuándo de ese personaje sin necesidad de especificarlo.

-La imagen que recreas del mundo laboral tampoco es nada halagüeña. ¿Qué te motivó a realizar ese crudo y áspero retrato del mundo laboral?
-Las cifras hablan por sí mismas: hay cinco millones de parados en España en este momento. Hace cuatro o cinco años se vislumbraba que el mundo se estaba escorando hacia dónde no debía, pero ni en el más apocalíptico de mis argumentos podía llegar a pensar que llegaríamos adónde hemos llegado ahora. Que la economía marque la agenda social y política me preocupa mucho y me da mucho miedo. Todo el mundo estaba esperando en estas elecciones un supuesto cambio político en España, pero de momento no va a ver ningún cambio político porque el mundo está sometido a la economía. No hay movimientos filosóficos, económicos o intelectuales que ayuden a reconducir esta situación. Y yo creo que hablamos de un problema global: cuál es la misión del hombre en la Tierra y qué clase de mundo vamos a dejar a la gente que venga después de nosotros. Los argumentos de los escritores en los próximos veinte o treinta años van a ir por ahí inevitablemente.

-¿Qué papel atribuyes a la presencia del mar en tu universo literario?
-Todo. Yo vivo en Canarias porque necesito tener el mar a mano. A veces te planteas si vale la pena irte a vivir fuera. Yo viví en Madrid durante mucho tiempo, pero al final, teniendo las posibilidades tecnológicas actuales que te permiten estar en conexión con todos los lugares, donde más feliz soy es aquí, que es donde tengo la cercanía del mar. Aunque nuestra mirada al mar, aún siendo el Atlántico, es una "mirada mediterránea". No sé quién dijo eso, pero estoy completamente de acuerdo.

-¿Una "mirada mediterránea"?
-Es una mirada poética, una mirada a la infancia, una mirada al recuerdo. Es una mirada que teóricamente tiene poco que ver con el mar bravo que tenemos delante. Es una "mirada mediterránea" al atlántico porque nuestra cultura literaria es greco-latina. Desde Homero nos acercamos al mar como lugar de aventura y de búsqueda. Pero el mar es también un ejemplo diario de cómo se rehace todo: la marea que sube y baja. Eso lo vas viendo desde niño y va calando en ti: cómo el mar arrasa por la tarde y a la mañana siguiente es un piélago incapaz de hacer el más mínimo daño.

-El mar es, pues, otra metáfora de la vida...
-Sí, el mar es otra metáfora de la vida. Si antes te dije que yo he aprendido mucho del deporte, ahora te digo que he aprendido mucho más del mar. Yo me crié en Guía pero desde mi ventana siempre veía el horizonte del mar. Y luego me marcó desde que tenía cuatro años ir todos los veranos a Agaete. También me marcó muchísimo ver cómo se destruía ese paraíso de la infancia. Volvemos otra vez al tema del paraíso perdido...

-¿Te refieres a la construcción del muelle de Agaete?
-En efecto. Todos mis recuerdos están sepultados sobre moles de hormigón. No existen. Ni siquiera existe el horizonte donde yo veía caer el sol cada tarde, donde me tiraba en la playa con amigos, etc. Aquello era un paraíso y quizás escribo para recuperar ese paraíso destruido por la codicia de los constructores y de una mal entendida explotación turística. Me parece una bestialidad todo lo que se ha hecho no sólo en Agaete, sino en otros muchos de nuestros paisajes. Este es un tema recurrente en toda mi obra. De hecho, en la novela que acabo de terminar, un tema fundamental es el deterioro de los paisajes costeros.

-¿Qué momento atraviesa actualmente la literatura canaria?
-Creo que la literatura en general, y sobre todo la narrativa en particular, está viviendo ahora mismo, si no el mejor, uno de los mejores momentos de su historia, porque hay mucha gente escribiendo cosas de mucha calidad, manejando diferentes registros; porque leo muchos relatos y novelas inéditos que están esperando publicación o que van a ser publicados en breve; y también porque hay muchos procesos de búsqueda personales, muchos compromisos personales con la literatura con todas sus consecuencias. Eso es muy importante. Gente que no mira subvenciones ni dinero, sino únicamente su compromiso con la literatura.

-Recientemente te han incluido en la denominada "Generación 21" junto a un numeroso grupo de autores canarios que luchan para que su obra sea conocida.
-El G-21 nos ha servido para asomar la cabeza en Madrid y para llamar un poco la atención. Ha sido un trabajo excelente de Ánghel Morales. Pero más allá de eso, en G-21 confluyeron doce autores, aunque podían haber sido muchos más y seguro que serán muchos más, que por separado habíamos emprendido desde hace tiempo su propio camino literario. No hay una conexión común, como no la hay entre la gente que no ha tenido la oportunidad de publicar. Creo que la literatura canaria va a dar la campanada dentro de poco, a corto o medio plazo, si no la está dando ya. Cuando digo que se está escribiendo mucho y bien lo hago porque pienso que se está escribiendo con vocación de buscar lo universal en cualquier parte. En eso tenemos cierta ventaja los canarios, porque esta tierra siempre ha sido un cruce de caminos. Y la poesía sigue manteniendo el nivel que siempre hemos tenido.

-¿Qué papel le atribuyes a esas nuevas tecnologías en esta eclosión de la literatura canaria?
-Los autores no están saliendo fuera de las Islas, sino que se están quedando aquí porque a los canarios se nos acaba el aislamiento. Ahora mismo da igual escribir en Las Palmas, en Madrid o en Nueva York. Habrá que prestar atención a las narrativas que van a surgir con las redes sociales y con las otras nuevas formas de comunicación. Antes hubo islas dentro de islas. Eso fue muy duro: generaciones perdidas que no vieron recompensado su talento y que debemos reivindicar. Pero ahora se han acabado buena parte de las fronteras literarias y en poco tiempo todo se reordenará en función de la calidad y del gusto del lector, y no de los caprichos editoriales y los montajes mediáticos. No hará falta estar en el centro de poder para que tres o cuatro poderosos determinen qué es válido y qué no lo es.

-¿Qué consejos le darías a un joven que quiera ser escritor?
-Que busque la sencillez para que el lector piense que eso que lee es sencillo de hacer. Y, sobre todo, no desfallecer nunca. La vida es un período corto que va de una nada a otra nada, y en medio tenemos que defender nuestros sueños con el grado de disciplina del que te hablaba antes. No creo en la inspiración. Creo que hay fogonazos, pero la inspiración nace de la propia disciplina. Que nadie olvide que este es un trabajo de picapedrero, de galeote, de remar permanentemente y no desfallecer. Si eres escritor nunca vas a renunciar a la escritura aunque traten de robarte todo el tiempo del mundo. No existe la página en blanco, la incapacidad; existe la falta de tiempo. Eso lo descubrí más como periodista que como escritor. García Márquez dice que "hay que empujar el carro un poco cada día".


Y así, después de que Santiago me hable de sus próximos proyectos literarios, damos por concluida la entrevista. Al llegar a casa, fui al mueble del salón, abrí el Babelia en la página en la que figuraba el artículo de Vila-Matas que trata sobre la idiosincrasia del escritor y encuentro en él la siguiente frase: "La mirada más característica del artista tiene un lado sombrío, que detectamos cuando nos llega la sospecha de que nuestros autores favoritos escribieron con pericia admirable sobre la vida, pero jamás supieron nada acerca de ella".

Y a continuación, esta otra: "Perdidos en la realidad, confirman con sus actitudes que un escritor que no escribe es, de hecho, un monstruo merodeando la locura". Tenía razón Santiago. Hubiese sido una pena haber dejado de leer este artículo.


Fotos de Marisa Culatto (1º foto) y de Nathalie Paco (2º foto).
Entrevista realizada por CANARIAS 7

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