LA REINA HACE LO QUE TIENE
QUE HACER: NADA
ANA PARDO DE VERA
Las
jugadoras de la Selección Española de Fútbol celebran el Mundial de
Fútbol.—REUTERS/Hannah Mckay
Me resulta incomprensible (o no) que el jefe del Estado no acudiera a Sídney a la final del Mundial femenino y sí lo hiciera al primer partido de la selección española del campeonato masculino en Qatar, en 2022 y con Costa Rica enfrente. En 2010, su padre y antecesor, Juan Carlos I, no pudo acudir a la final del Mundial masculino de Sudáfrica, celebrada entre España y Holanda, por problemas de salud, pero telefoneó a la Roja para desearle suerte, que la tuvo porque nos vinimos con la victoria.
Me resulta
incomprensible, digo, no porque la monarquía dé muestras de lentitud de
reflejos en cuestiones de marketing para su promoción y aumento de popularidad,
algo que nos favorece a republicanos y republicanas, sino porque lo considero
una torpeza mayúscula; casi tanta como lo de apelar a la "costumbre"
para instaurar un innecesario protocolo de propuesta de investidura a la lista
más votada, cuando España dispone de una democracia parlamentaria bien
engrasada.
Por suerte para el
rey, la opción de que fueran la reina Letizia y la infanta Sofía en su lugar,
es decir, como representantes de la Jefatura de Estado de todos y todas; el
buen y humanizado papel de ambas (dicen los expertos que fuera de protocolo,
muy campechano), así como la 'bomba Rubiales', evitaron que apenas se le
recordarse a Felipe VI que por qué con los hombres, sí y con las mujeres, no.
Ya digo que, como republicana, me da lo mismo si la monarquía está en
decadencia porque lo considero lógico en los tiempos en que estamos, y
precisamente por ello, me han sorprendido las reivindicaciones que he oído y
leído estos días en medios de comunicación y redes sociales por parte de
sectores de izquierda, que pedían un pronunciamiento de Letizia sobre la
agresión del presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) a la
jugadora Jenni Hermoso.
¿Hay algo más
político que el movimiento feminista pidiendo la expulsión de Rubiales de la
RFEF y la consideración institucional y/o judicial como violencia machista y
abuso de poder de su acción vejatoria contra la campeona? ¿Hay algo más
político que la ola de mujeres y hombres que inundaron la prensa -con
sonrojantes excepciones- y las redes sociales -ídem- gritando "Se
acabó" a este tipo de comportamientos, no solo groseros e inadecuados,
sino violentos? Tan grande y político ha sido que, siempre a rebufo, partidos
-salvo la ultraderecha de Vox- e instituciones decidieron agarrarse a esta
causa, más o menos sorprendidos, y tratar de dar respuesta al clamor
mayoritario popular que pide limpieza a fondo de los abusos machistas en un
organismo privado "con responsabilidad pública" que se lucra gracias
al fútbol de 'marca España', la de todos y todas. ¿Por qué tiene que estar
fuera la RFEF, entonces, de controles económicos y buenas prácticas, de la
transparencia que debe regir a las administraciones?
El rey, la reina,
mucho menos la infanta Sofía, menor de edad, están para hacer política, para
bien o para mal. Cuando Felipe VI decidió intervenir el 3 de octubre de 2017 a
favor de los catalanes no independentistas con un discurso político,
reivindicando la unidad de España y hablando de mayorías silenciosas (o
silenciadas), pese a la mayoría independentista, ni siquiera el Gobierno de
Mariano Rajoy estuvo conforme; probablemente, en su caso, porque el rey dejaba
en evidencia así la inacción política del entonces presidente del Gobierno ante
un gravísimo conflicto político. No, no queremos que la Jefatura de Estado haga
política -más de la que no consta oficialmente que hace-, aunque sea una acción
tan loable como la de censurar la agresión de un presidente de la RFEF a una
jugadora que tuvo lugar al lado de la infanta, como la indescriptible agarrada
de genitales en 'honor' al entrenador de la selección femenina.
Letizia fue muy
hábil acudiendo a la final del Mundial femenino, pues su no representación de
la Jefatura del Estado -nuestra más importante institución en la forma que sea-
en un acontecimiento como el de Sídney habría sido tan criticada como lo fue en
Reino Unido, aun suponiendo cuestiones de normativa real del país, tan estricta
como poco respetada de paredes de palacio para dentro. Que los y las
naturalmente republicanas pidan un pronunciamiento de la reina al margen de sus
funciones sería como decir que quieren que la monarquía gane puntos ante la
opinión pública para consolidarse un puñado de años más y, encima, saltándose
la Constitución. Y yo pensando que se trataba de lo contrario.
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