viernes, 29 de septiembre de 2023

SOBRE GUERRA, GONZÁLEZ, ZP Y ÓSCAR PUENTE

 

SOBRE GUERRA, GONZÁLEZ, ZP 

Y ÓSCAR PUENTE

NACHO RAMOS

Si en período electoral el héroe fue ZP, estas semanas previas a la investidura quienes han entrado en escena son Felipe González y Alfonso Guerra, dos pesos pesados que estuvieron ausentes en la campaña

Parece que ya queda lejos la campaña electoral, pero tan solo han transcurrido dos meses desde el veredicto de las urnas. Es cierto que en nuestra sociedad dos meses parecen un mundo y que hay tal volumen diario de información y desinformación que resulta a veces complicado mirar con un poco de perspectiva. Hace apenas unas semanas, uno de los grandes protagonistas de la contienda electoral fue el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. De hecho, si Sánchez hoy puede aspirar a formar gobierno es, en gran medida, gracias al papel de ZP. También a Silvia Intxaurrondo y a Podemos, pero eso es otra historia.

 

En campaña vimos a un Sánchez timorato y varias veces desnortado acerca de qué estrategia seguir. Por un lado, denunció fervientemente el maltrato al que le habían sometido los medios de derechas durante la legislatura. Sánchez llegó a hablar, con toda naturalidad, de “derecha mediática”, al más puro estilo de Pablo Iglesias, pero obviamente sin entrar en el fondo del sistema estructural de medios y poderes fácticos de nuestro país. Por momentos recordaba al Sánchez de las primarias de 2017, que quería mostrarse con un discurso izquierdista y chaqueta de pana.

 

Sin embargo, a pesar de las apariencias discursivas de confrontación, también es cierto que, al mismo tiempo, compró todos los marcos que la derecha mediática usaba para atacarlo. Durante esos días le vimos renegar del feminismo, del Gobierno de coalición y también de los pactos con ERC y Bildu. El momento de mayor zozobra de Sánchez lo pudimos presenciar en el cara a cara con Feijóo. El aspirante gallego le ganó de principio a fin. Y es que si ni tú mismo te crees y defiendes lo que has hecho en el Gobierno, es difícil que la ciudadanía te crea y te vaya a votar.

 

Pero ZP jugó otro papel. Desde el primer momento defendió la labor del Gobierno de coalición y fue el que insufló orgullo al electorado progresista que en ese momento estaba huérfano por la izquierda, algo similar a lo que ha pasado con Óscar Puente en la investidura. Lo hizo, justamente, haciendo lo contrario que Sánchez pregonaba en sus entrevistas. ZP reivindicó con mucha convicción el Gobierno de coalición, el feminismo y las alianzas con los partidos independentistas para aprobar medidas sociales y desinflamar la crisis territorial en Catalunya. Además, puso a la derecha varias veces en su sitio, una de ellas —quizás la escena más impactante— tuvo lugar con Carlos Herrera en la COPE, donde mostró una actitud que suele gustar en el electorado de izquierdas y, aún más, en el estado generalizado de desánimo tras las municipales y autonómicas.

 

El resultado de las urnas lo conocemos todos. El PP no alcanzó la absoluta con VOX, la mayoría de izquierdas se perdió, y ahora formar gobierno depende del partido de Puigdemont. Y Junts pone como condición para la investidura que se apruebe una amnistía. Sánchez parece estar por la labor de aprobarla, pero el PSOE ha tratado (por todas las vías) de que el tema principal de estas semanas no sea ese. En Ferraz saben que es una cuestión que no gusta demasiado a buena parte de su electorado y creen que les desgasta. Además, son conscientes de que la hemeroteca juega en su contra con declaraciones de Sánchez o Bolaños diciendo que jamás la aprobarían.

 

Por eso desde agosto los socialistas han intentado que la agenda política esté marcada por la investidura fake de Feijóo y su falta de apoyos para formar gobierno. Fíjense cómo en la sesión de investidura de Feijóo el PSOE no ha mencionado ni una vez la amnistía, mientras que Feijóo lo ha hecho en multitud de ocasiones.

 

La derecha política, judicial y mediática cogió rápidamente el guante que proporcionó la fotografía de Díaz y Puigdemont y no ha perdido la ocasión, desde entonces, para intentar desgastar a Sánchez. Además, ha contado para tal operación con unos sospechosos cada vez más habituales: Felipe González y Alfonso Guerra, que parecen estar en modo “para lo que me queda en el convento…”.

 

Si en período electoral el héroe fue ZP, estas semanas previas a la investidura quienes han entrado en escena son Felipe González y Alfonso Guerra, dos pesos pesados que estuvieron ausentes en la campaña sin brindar apoyo alguno a Sánchez de cara al 23J. Lo único que se supo de González durante la campaña fue un artículo suyo en el que veía con buenos ojos la propuesta de Feijóo de que gobernase la lista más votada y en el que abogaba por una política de pactos entre PP y PSOE. Ahora, al calor de la posible amnistía/investidura, los exdirigentes del PSOE no han tenido reparo en salir a la palestra. Alfonso Guerra ha llegado a decir que Pedro Sánchez es desleal por haber cambiado de posición política (los derrapes machistas sobre Díaz se comentan solos). Por su parte, Felipe González ha declarado que le costó votar al PSOE más que en otras elecciones y que la amnistía es inconstitucional. Estos son solamente algunos de los greatest hits de los últimos días. A su vez, a estas dos voces principales se han sumado varias voces clásicas del entorno del PSOE, como son las de Leguina, Rodríguez Ibarra, Cebrián, Cercas o Jordi Sevilla. Por supuesto, también ha participado en esta operación García Page, el único de los barones del ala más reaccionaria del PSOE con poder en el partido hoy por hoy. Y es que si el Gobierno con Pablo Iglesias era un pecado, lo de la amnistía al independentismo es un sacrilegio para la vieja guardia del 78.

 

González y Guerra están haciendo todo lo posible para que la investidura no salga adelante. Si ZP fue condición de posibilidad para reeditar el Gobierno, los popes de 1982 son la condición necesaria para descarrilarlo. De hecho, las alusiones de Óscar Puente en la investidura sentenciando que el PSOE es de los militantes y del pueblo han mostrado la quiebra total entre el núcleo de Sánchez y los viejos dirigentes.

 

 

González y Guerra están haciendo todo lo posible para que la investidura no salga adelante. Si ZP fue condición de posibilidad para reeditar el Gobierno, los popes de 1982 son la condición necesaria para descarrilarlo

 

Y las presiones van a seguir en los próximos días. Como la opción del tamayazo no parece fácil, la derecha es consciente de que si se reparten cartas de nuevo con una repetición electoral Feijóo puede llegar a la Moncloa. Al mismo tiempo, los antiguos gerifaltes del PSOE saben que, con una repetición electoral, será más fácil desbancar a Pedro Sánchez y volver a tener mayor peso e influencia en Ferraz y en sus brazos mediáticos. Ya lo intentaron por todos los medios en 2016 y 2017 desplegando todo el aparato y ahora lo van a hacer también. Se han quitado la máscara del todo y van de nuevo a la carga. Guerra y González, que simbólicamente quisieron representar la modernización de España en los años ochenta, hoy representan la reacción más descarnada de los hombres de la Transición que lo fueron todo y sienten cómo van perdiendo privilegios e influencia en su partido y en España.

 

Si ZP ha reescrito su historia en la última campaña y ha pasado a ser un símbolo progresista, González y Guerra llevan años reescribiendo la suya en sentido reaccionario.

 

Un apunte extra sobre ZP

 

Además de jugar un papel clave a favor de Sánchez en la campaña electoral del 23J, Zapatero ha aprovechado la coyuntura para ganar capacidad de influencia en el próximo PSOE. Encarna hoy la lealtad a las siglas y los valores progresistas frente a un González reaccionario y desleal.

 

También aprovechó la campaña para reescribir su propia historia política. Hoy podríamos decir que poca gente asocia la imagen del expresidente a la reforma del 135, al cierre del Ministerio de Igualdad, a los recortes y postulados neoliberales de la crisis de 2008 o al apoyo que le brindó —junto a González y Guerra— a Susana Díaz en la interna del PSOE en 2017. Ahora se le asocia más a su papel en campaña, a su papel en América Latina y a su defensa del feminismo.

 

Este es un hecho importante. Nos habla de cómo la reacción ha conseguido desplazar el sentido común a la derecha en muchos aspectos desde 2017 y cómo la izquierda ha cedido en el terreno ideológico. Hace apenas seis años, cuando imperaba todavía el sentido común del 15M y del “no nos representan” y la izquierda defendía ese espacio, hubiera sido impensable que Zapatero tuviera tan buena prensa en el espectro de izquierdas. Sin embargo, hoy muchos electores progresistas se han sentido representados por ZP durante la campaña.

 

Esto que hace tan solo unos años era imposible debería hacer reflexionar al espacio del cambio surgido del impulso de las Mareas y del 15M, ya que, por mucho que eventualmente ZP u Óscar Puente puedan jugar un papel simbólico de izquierdas en su confrontación con las derechas, no deja de ser parte del teatro de la representación política del bipartidismo. Básicamente, se trata de un baile de máscaras de los puntales del 78 en el que, al final, a la hora de la verdad y tras la confrontación discursiva, vemos como el CGPJ sigue bloqueado, como la crisis territorial sigue enquistada, como el modelo productivo sigue siendo bastante similar al que había en 2011 y como, a fin de cuentas, las grandes transformaciones para nuestro país siguen estando pendientes.

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