SOBRE GUERRA, GONZÁLEZ, ZP
Y ÓSCAR PUENTE
NACHO
RAMOS
Si en período
electoral el héroe fue ZP, estas semanas previas a la investidura quienes han
entrado en escena son Felipe González y Alfonso Guerra, dos pesos pesados que
estuvieron ausentes en la campaña
Parece que ya queda lejos la campaña electoral, pero tan solo han transcurrido dos meses desde el veredicto de las urnas. Es cierto que en nuestra sociedad dos meses parecen un mundo y que hay tal volumen diario de información y desinformación que resulta a veces complicado mirar con un poco de perspectiva. Hace apenas unas semanas, uno de los grandes protagonistas de la contienda electoral fue el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. De hecho, si Sánchez hoy puede aspirar a formar gobierno es, en gran medida, gracias al papel de ZP. También a Silvia Intxaurrondo y a Podemos, pero eso es otra historia.
En campaña vimos a
un Sánchez timorato y varias veces desnortado acerca de qué estrategia seguir.
Por un lado, denunció fervientemente el maltrato al que le habían sometido los
medios de derechas durante la legislatura. Sánchez llegó a hablar, con toda
naturalidad, de “derecha mediática”, al más puro estilo de Pablo Iglesias, pero
obviamente sin entrar en el fondo del sistema estructural de medios y poderes
fácticos de nuestro país. Por momentos recordaba al Sánchez de las primarias de
2017, que quería mostrarse con un discurso izquierdista y chaqueta de pana.
Sin embargo, a
pesar de las apariencias discursivas de confrontación, también es cierto que,
al mismo tiempo, compró todos los marcos que la derecha mediática usaba para
atacarlo. Durante esos días le vimos renegar del feminismo, del Gobierno de
coalición y también de los pactos con ERC y Bildu. El momento de mayor zozobra
de Sánchez lo pudimos presenciar en el cara a cara con Feijóo. El aspirante
gallego le ganó de principio a fin. Y es que si ni tú mismo te crees y
defiendes lo que has hecho en el Gobierno, es difícil que la ciudadanía te crea
y te vaya a votar.
Pero ZP jugó otro
papel. Desde el primer momento defendió la labor del Gobierno de coalición y
fue el que insufló orgullo al electorado progresista que en ese momento estaba
huérfano por la izquierda, algo similar a lo que ha pasado con Óscar Puente en
la investidura. Lo hizo, justamente, haciendo lo contrario que Sánchez
pregonaba en sus entrevistas. ZP reivindicó con mucha convicción el Gobierno de
coalición, el feminismo y las alianzas con los partidos independentistas para
aprobar medidas sociales y desinflamar la crisis territorial en Catalunya.
Además, puso a la derecha varias veces en su sitio, una de ellas —quizás la
escena más impactante— tuvo lugar con Carlos Herrera en la COPE, donde mostró
una actitud que suele gustar en el electorado de izquierdas y, aún más, en el
estado generalizado de desánimo tras las municipales y autonómicas.
El resultado de las
urnas lo conocemos todos. El PP no alcanzó la absoluta con VOX, la mayoría de
izquierdas se perdió, y ahora formar gobierno depende del partido de
Puigdemont. Y Junts pone como condición para la investidura que se apruebe una
amnistía. Sánchez parece estar por la labor de aprobarla, pero el PSOE ha
tratado (por todas las vías) de que el tema principal de estas semanas no sea
ese. En Ferraz saben que es una cuestión que no gusta demasiado a buena parte
de su electorado y creen que les desgasta. Además, son conscientes de que la
hemeroteca juega en su contra con declaraciones de Sánchez o Bolaños diciendo
que jamás la aprobarían.
Por eso desde
agosto los socialistas han intentado que la agenda política esté marcada por la
investidura fake de Feijóo y su falta de apoyos para formar gobierno. Fíjense
cómo en la sesión de investidura de Feijóo el PSOE no ha mencionado ni una vez
la amnistía, mientras que Feijóo lo ha hecho en multitud de ocasiones.
La derecha
política, judicial y mediática cogió rápidamente el guante que proporcionó la
fotografía de Díaz y Puigdemont y no ha perdido la ocasión, desde entonces,
para intentar desgastar a Sánchez. Además, ha contado para tal operación con
unos sospechosos cada vez más habituales: Felipe González y Alfonso Guerra, que
parecen estar en modo “para lo que me queda en el convento…”.
Si en período
electoral el héroe fue ZP, estas semanas previas a la investidura quienes han
entrado en escena son Felipe González y Alfonso Guerra, dos pesos pesados que
estuvieron ausentes en la campaña sin brindar apoyo alguno a Sánchez de cara al
23J. Lo único que se supo de González durante la campaña fue un artículo suyo
en el que veía con buenos ojos la propuesta de Feijóo de que gobernase la lista
más votada y en el que abogaba por una política de pactos entre PP y PSOE.
Ahora, al calor de la posible amnistía/investidura, los exdirigentes del PSOE
no han tenido reparo en salir a la palestra. Alfonso Guerra ha llegado a decir
que Pedro Sánchez es desleal por haber cambiado de posición política (los
derrapes machistas sobre Díaz se comentan solos). Por su parte, Felipe González
ha declarado que le costó votar al PSOE más que en otras elecciones y que la
amnistía es inconstitucional. Estos son solamente algunos de los greatest hits
de los últimos días. A su vez, a estas dos voces principales se han sumado
varias voces clásicas del entorno del PSOE, como son las de Leguina, Rodríguez
Ibarra, Cebrián, Cercas o Jordi Sevilla. Por supuesto, también ha participado
en esta operación García Page, el único de los barones del ala más reaccionaria
del PSOE con poder en el partido hoy por hoy. Y es que si el Gobierno con Pablo
Iglesias era un pecado, lo de la amnistía al independentismo es un sacrilegio
para la vieja guardia del 78.
González y Guerra
están haciendo todo lo posible para que la investidura no salga adelante. Si ZP
fue condición de posibilidad para reeditar el Gobierno, los popes de 1982 son
la condición necesaria para descarrilarlo. De hecho, las alusiones de Óscar
Puente en la investidura sentenciando que el PSOE es de los militantes y del
pueblo han mostrado la quiebra total entre el núcleo de Sánchez y los viejos
dirigentes.
González y Guerra
están haciendo todo lo posible para que la investidura no salga adelante. Si ZP
fue condición de posibilidad para reeditar el Gobierno, los popes de 1982 son
la condición necesaria para descarrilarlo
Y las presiones van
a seguir en los próximos días. Como la opción del tamayazo no parece fácil, la
derecha es consciente de que si se reparten cartas de nuevo con una repetición
electoral Feijóo puede llegar a la Moncloa. Al mismo tiempo, los antiguos gerifaltes
del PSOE saben que, con una repetición electoral, será más fácil desbancar a
Pedro Sánchez y volver a tener mayor peso e influencia en Ferraz y en sus
brazos mediáticos. Ya lo intentaron por todos los medios en 2016 y 2017
desplegando todo el aparato y ahora lo van a hacer también. Se han quitado la
máscara del todo y van de nuevo a la carga. Guerra y González, que
simbólicamente quisieron representar la modernización de España en los años
ochenta, hoy representan la reacción más descarnada de los hombres de la
Transición que lo fueron todo y sienten cómo van perdiendo privilegios e
influencia en su partido y en España.
Si ZP ha reescrito
su historia en la última campaña y ha pasado a ser un símbolo progresista,
González y Guerra llevan años reescribiendo la suya en sentido reaccionario.
Un apunte extra sobre ZP
Además de jugar un
papel clave a favor de Sánchez en la campaña electoral del 23J, Zapatero ha
aprovechado la coyuntura para ganar capacidad de influencia en el próximo PSOE.
Encarna hoy la lealtad a las siglas y los valores progresistas frente a un
González reaccionario y desleal.
También aprovechó
la campaña para reescribir su propia historia política. Hoy podríamos decir que
poca gente asocia la imagen del expresidente a la reforma del 135, al cierre
del Ministerio de Igualdad, a los recortes y postulados neoliberales de la
crisis de 2008 o al apoyo que le brindó —junto a González y Guerra— a Susana
Díaz en la interna del PSOE en 2017. Ahora se le asocia más a su papel en
campaña, a su papel en América Latina y a su defensa del feminismo.
Este es un hecho
importante. Nos habla de cómo la reacción ha conseguido desplazar el sentido
común a la derecha en muchos aspectos desde 2017 y cómo la izquierda ha cedido
en el terreno ideológico. Hace apenas seis años, cuando imperaba todavía el
sentido común del 15M y del “no nos representan” y la izquierda defendía ese
espacio, hubiera sido impensable que Zapatero tuviera tan buena prensa en el
espectro de izquierdas. Sin embargo, hoy muchos electores progresistas se han
sentido representados por ZP durante la campaña.
Esto que hace tan
solo unos años era imposible debería hacer reflexionar al espacio del cambio
surgido del impulso de las Mareas y del 15M, ya que, por mucho que
eventualmente ZP u Óscar Puente puedan jugar un papel simbólico de izquierdas
en su confrontación con las derechas, no deja de ser parte del teatro de la
representación política del bipartidismo. Básicamente, se trata de un baile de
máscaras de los puntales del 78 en el que, al final, a la hora de la verdad y
tras la confrontación discursiva, vemos como el CGPJ sigue bloqueado, como la
crisis territorial sigue enquistada, como el modelo productivo sigue siendo
bastante similar al que había en 2011 y como, a fin de cuentas, las grandes
transformaciones para nuestro país siguen estando pendientes.
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