AMNISTÍA-SUTRA (I)
El
pacto Junts-PSOE consistiría en beneficiarse de la amnistía. Y eso supone el
compromiso implícito del beneficiado en no volver a incurrir en esos delitos.
Boom
GUILLEM MARTÍNEZ
Carles Puigdemont. / Luis Grañena
1- Hola. Esto es una superproducción. Un artículo coral, en el que participan muchas voces con las que he hablado, dividido en dos entregas. Por lo demás, la primera va precedida de una introducción. Dedicar cierto tiempo a las introducciones, en el periodismo y en el amor, ahonda en el milagro inaudito de la satisfacción, pues permiten entender, maravillados, la magnitud y la profundidad de lo que se vive y se contempla. Por ello, si me permiten, les estaré introduciendo por un tubo hasta el punto 6. No teman. Pongan a Barry White y pasen al punto 2, right on, right on.
2- Está pasando
algo que, nuevamente, no aparece en los titulares, ese griterío que impide oír:
no se está debatiendo sobre la posibilidad de hacer, o no, una amnistía para la
cosa cat, sino que el debate, sean o no conscientes sus promotores y sus
detractores, es sobre la (re)introducción, o no, de la figura de la amnistía en
Esp. Pumba. Y aquí, en este terremoto, podría dejar esta introducción a este
articulete, incluso el articulete. Pero no puedo parar.
3- Esa hipotética
reintroducción habla de la época. Habla de dónde estamos. Habla de a) la
ausencia de soberanía –esa cosa que no volverá, o que volverá chunga, pocha y
furiosa, en modo peli de Stephen King, y de la mano de la ultraderecha–. Habla
del b) inmovilismo’78, y habla de la consecuente c) política sin recorrido, sin
movimientos propios que, para evitar esa percepción, d) enloquece y se comporta
como infinita, a través de un lenguaje eléctrico, en el que cabe absolutamente
todo, a condición de que a ese todo no se le ocurra salirse de la política,
acceder a la realidad y hacer, consecuentemente, el gilí. Como el Brexit, ese
bobo que no supo que solo era lenguaje.
4- Si se
reintroduce la amnistía en la Esp del XXI, ese cacharro puede, como en el siglo
XIX, ir abasteciendo de alivios el inmovilismo severo y cabreado, que vuelve, y
del que la Justicia, colapsada intelectualmente y éticamente, es parte.
Reintroducir la amnistía es, de hecho, proclamar la alarma desde el Legislativo.
Algo inusitado y sin precedentes desde el 78, cuando se proclamó el fin de la
historia y la incuestionable Shangri-la política en Esp. Es reconocer una
crisis profunda en el sistema, en la política y en la justicia, esa cosa que,
por cierto, no se renueva desde cuando King África era lo más.
Reintroducir la
amnistía es, de hecho, proclamar la alarma desde el Legislativo.
5- Reintroducir la
amnistía puede también, periódicamente y por cierto, salvar a la derecha cat
–como va a ser el caso– y esp de sí mismas, de su lenguaje cuando, víctimas de
su léxico, se salgan de madre y empiecen a disparar –tranquis; es una metáfora
poético-mexicana– hacia todas partes, en modo ándale-ándale. La amnistía, por
lo mismo, puede ser la solución para la sociedad –la que recibe esos disparos
fonéticos–, y para todos los damnificados por el objeto necesario para emitir
políticas fundamentadas en el lenguaje: la mentira. La amnistía, si viene a
quedarse, sería la prueba de que la mentira está empotrada en la política desde
hace rato. Que hay que convivir con ella y con sus destrozos. Que va para
largo, y que habrá que poner tiritas.
6- Si se
reintroduce la amnistía supondría, además, la primera vez –si exceptuamos las
amnistía de 1931 y la de 1936, que nadie recuerda– que las izquierdas –que no
saben un pito de amnistías, como quedó claro en 1977, cuando se la zamparon con
queso– van a emitir una amnistía, y con ella reintroducir el género. Un género
que algún día, y por ley de vida, emitirán las propias derechas, solitas, tal vez
con cierta frecuencia, y para volverse a salvar a sí mismas de sí mismas. Por
eso mismo, esta amnistía, esta reintroducción, este precedente, debe ser algo
no solo legal, quirúrgico, preciso y sumamente meditado e inteligente. Debe
ser, además, algo honesto, limitado y niquelado. Republicano. No puede
parecerse, pongamos, a las reformas cutre-salchicheras de la cosa sedición y la
cosa malversación en el Código Penal. O estamos perdidos. Fin de la
introducción. Namasté, etc. Ahora quiten Barry White y metan la música de
cuando las persecuciones de Benny Hill.
7- “Martínez,
levántese ahora y recuerde a sus compañeros las tensiones a las que está
sometida, esta mañana a primera hora, la amnistía”. Voy. Serían, propiamente,
a) el procesismo, b) su ala –glups, más– derechista, c) el Deep State, ese
joyo, y d) las inteligencias gubernamentales, que son dos y pico: PSOE, Sumar y
el Marrón que transporta encima desde su su fundación, hace escasos meses. Sí,
es una correlación de fuerzas mangui. Pero, como recordarán, a) Esp está
edificada sobre un cementerio indio, y no menos importante, o b): aquí se viene
llorado. Las tensiones, descomunales, entre esas cuatro fuerzas determinarán
algo más importante que una legislatura. La reintroducción, o no, de la amnistía.
Un cambio de lógica. Un salvavidas o un lastre, a tenor de la calidad de la
amnistía, aún incalculable. Al final de la partida, en todo caso, las cuatro
fuerzas lo dejarán todo perdido de sus propios fracasos y de sus propios
éxitos, que configurarán otro paisaje. Pero vayamos por partes. Cambios en las
cuatro fuerzas en la última semana. Empiezo por los procesismos a) y b).
8- El 11S es como
la Semaine de la Mode Parisienne, un momento inspirador de tendencias anuales
para la industria. En este caso, política. Y en la mani del 11S quedaron
patentes tres tendencias para la temporada 2023-24. La a) es que a la mani
fueron pocas personas, y de una edad en la que es más factible la petanca que
la revolución pendiente. Es decir: hay poco que hacer por esa vía y, además, se
tendría que hacer rápido. Lo que, en efecto, anima a un pacto con Sánchez. La
b): el consumidor de fiestas nacionales cat es muy parecido al consumidor del
desfile de 12-O: señoros/as de orden, que acuden al manifesdródomo a silbar a
usuarios de patriotismos inferiores. Por eso es importante que ese público
silbara al pack Govern y ERC, por traidor a los principios fundamentales del
movimiento –procesista–, y que aplaudiera como posesos a los representantes del
Ausente y del pack Junts. Esto es, quedó claro que Puigdemont rules. Que es el
XXXX amo. Que puede hacer lo que quiera en el pack procesismo. Puede, incluso,
pactar con el Gobierno –o punto 9–. Y uno, importante, no hace en la vida lo
que quiere, sino lo que puede, precisamente porque puede. La c): en los
discursos finales, poco lucidos, próximos a cualquier nacionalismo europeo
sensible a la extrema derecha, la líder de la ANC habló abiertamente de crear
una llista cívica. Traducción: se trataría de una lista electoral literalmente
incívica. Esto es, bisontista, alejada de los partidos que, incluso, asumen el
bisonte como animal de compañía. Lo curioso es que el anuncio no provocó ni
frío ni calor entre los patriotas full-time. Si Puigdemont finalmente pacta,
sólo perderá su ala más illuminati y derechista, que haría, a su vez, una lista
propia, muy brexiter. Sería una pérdida anecdótica, y que bien podría
distanciar visualmente a Junts del trumpismo. Pactar con el PSOE sería, vamos,
un win-win para Junts. Un volver-a-empezar, tras un ERE para sus brexiters,
aquellos que no comprenden aún que todo era un decir.
Pactar con el PSOE
sería, vamos, un win-win para Junts. Un volver-a-empezar, tras un ERE para sus
brexiters.
9- Y aquí viene lo
bueno. ¿En qué consistiría pactar? ¿Se rompería Esp? ¿La isla de Perejil, al
menos? Pinta que no, si pensamos que, literalmente, el pacto Junts-PSOE
consistiría en beneficiarse de la amnistía. Y aquí, recordemos que una amnistía
perdona y olvida delitos, si bien no los suprime. Por lo que beneficiarse de la
amnistía supone, por eso mismo, el compromiso implícito del beneficiado en no
volver a incurrir en esos delitos. Boom. La amnistía sería, por lo tanto, un
punto final, en modo punto pelota, del procesismo que, por supuesto, seguirá
existiendo –el nuevo autonomismo ya es eso: léxico indepe en los cargos
autonomistas–. Como pecado de palabra, que no de obra. Sería un final como el
de Los Serrano: todo fue un sueño. Se trata de los peores finales del mundo.
Salvo en Cat. O punto 10.
Junts no es fiable,
como cualquier otro partido político. Si bien mucho más. Miente.
Constantemente. Incluso cuando no es necesario. Lo que le hace impredecible.
10- Hola, soy el
punto 10 y he venido a meditar, a la espera de que Martínez se decida a hacer
su artículo sobre la crisis cat. El procecismo es, en fin, otra mentira del
catalanismo conservador, a engarzar en una tradición dilatada que empezó en
1899 con un Tancament de Caixes –una negativa a pagar impuestos al Estado–. Se
trataba de un acto épico, valiente, impresionante, que aún se estudia en los
coles. Y que nunca se llegó a realizar. Jubilado por chanta en 1931, el
catalanismo conservador, que solía participar del franquismo, volvió,
inesperadamente, con la Transi. Y retomó la tradición. Por todo lo alto. En la
primera legislatura autonómica de la democracia –1980-84– el pujolismo hace una
arriesgada y vehemente apuesta por la mentira, para ocultar, en primer lugar,
la gestión fraudulenta de Banca Catalana –el primer gran caso de corrupción de
la democracia, no penalizado; y, por ello, el primer modelo de corrupción de la
democracia, el dibujo de una época en todo el Estado– por parte de Pujol y,
posteriormente, la gestión fraudulenta de lo público –se dice rápido–. Ese
pujolismo, agotado tras Pujol, cedió, agónico, desprestigiado, en pleno
naufragio, su lugar al procecismo, esperando, con escepticismo, que le salvara,
al menos, los muebles. Ha salvado más que los muebles. Ha ampliado las
posibilidades de la mentira por varias décadas. El resto de la historia ya la saben.
El drama, el verdadero drama es que ese catalanismo conservador, en el tramo
pujolismo-procecismo, se ha comido a la práctica totalidad del resto de
catalanismos. Y, más aún, se ha comido, con patatas, a las izquierdas que se
han acercado a esa poética de la mentira. A ERC, a CUP. Y puede acabar con
Comuns, si no realiza una gestión inteligente, honesta e inapelable de la
amnistía. Bueno, este punto 10 venía a mostrarles el carácter único, cercano,
cotidiano, de la mentira en la sociedad cat. Todas las sociedades necesitan
mentir, en efecto. Todas ritualizan la mentira, pues la mentira ahorra tiempo
y, en general, sangre. Pero pocas sociedades precisan sustentar tantos objetos
y sujetos sobre la mentira. Lo que es un drama. Social.
11- De hecho, la
mentira es una actividad tan presente y constante en el pack catalanismo
conservador, que es la única variable de Junts que hoy puede destrozar el pacto
con Sánchez. Junts, en fin, no es fiable, como cualquier otro partido político.
Si bien mucho más. Miente. Constantemente. Incluso cuando no es necesario. Lo
que le hace impredecible. Tiene, en fin, un problema con la mentira,
estructural y dilatado, como se apuntaba en el punto 10. El discurso de
Puigdemont del 5 de septiembre, en el que anunciaba las condiciones previas a
las negociaciones, y la condiciones posteriores, ya para negociar la
investidura –recordemos: alguna cosa del pack autodeterminación, tal vez poco o
nada, y un paquete de asuntos “materiales”, como el traspaso a la Gene de
Cercanías Renfe; Franklin, Gandhi, o De Valera nunca hubieran negociado lo
segundo, sino solo lo primero; lo que explica el asunto; otra vez–, estaba
repleto de confusión de calidades y categorías –una lectura ahistórica del
1714, la aparición del concepto ‘compromiso histórico’, sin un conocimiento
previo, se diría, de su origen y de su contexto italiano; la confusión es algo,
por otra parte, muy propio del
procesismo, y de los nuevos discursos derechistas–. También había radicalismos,
ficticios, inofensivos, para satisfacer a la parroquia procesista, que exige
–punto 10– esas mentiras, o no juega, o no reconoce el juego ni el bando. Y
pistas, puntos en los que engarzar posibles mentiras futuras, para argumentar
una retirada épica del pacto. Como, por ejemplo, lo del mediador, una
derivación procesista de la propaganda pujolista, la idea de que Catalunya tuvo
y tiene una relación bilateral con el Estado, ese tipo de relaciones que no
tienen nunca jamás los Estados. Si Junts asume el pacto transformará el relator
ese en nada, o en casi nada: una Mesa 2.0. Si no lo asume, podría ser el casus
belli en el que esconder la retirada.
12- La fuerza c) es
el Deep State. Pero, si eso, el próximo día, cuando decida el Comité de
Segundas Partes de Articuletes de CTXT. No se lo pierdan, que hay casi sexo y
casi violencia.
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