LA PROPUESTA DEL LEHENDAKARI
PABLO
IGLESIAS
El lehendakari Urkullu ha elegido el periódico del grupo PRISA para hacer pública la propuesta del gobierno de Euskadi y del PNV para afrontar una de las grandes fracturas históricas que ha condicionado a la totalidad de sistemas políticos que ha tenido el Estado español en los últimos siglos: la plurinacionalidad. El lehendakari parte en su artículo de dos preguntas muy sensatas: ¿Por qué en un Estado sólo puede haber una nación? y ¿por qué el Estado español no puede ser plurinacional? A propósito del sistema político del 78, Urkullu señala que el problema territorial/plurinacional se afrontó desde “una descentralización política y administrativa, pero no fue más allá. No se descentralizó el poder judicial, no se quiso hacer del Senado una auténtica Cámara de representación territorial y se diseñó un Tribunal Constitucional como árbitro entre el Estado central y las comunidades. Un tribunal en el que solo tenían representación los tres poderes del Estado central y no tenían representación directa y real las comunidades autónomas”.
De nuevo, el
lehendakari tiene razón y además ve una oportunidad para hacer desde El País la
siguiente propuesta: “encontrar los ‘mimbres’ constitucionales y legales
pertinentes para dar forma jurídica a un nuevo pacto, utilizando la vía de la
‘actualización de los derechos históricos’, tal y como establece la disposición
adicional primera de la Constitución”. ¿Cómo hacerlo? El lehendakari, que para
algo es del PNV, no quiere asustar a nadie y, lejos de proponer un proceso
constituyente o un referéndum de autodeterminación, propone armar una
Convención constitucional inspirada en la cultura anglosajona. ¿Qué es tal
cosa? Básicamente algo que, sin asustar a los grandes poderes económicos,
mediáticos, judiciales y policiales del Estado español, sirva para echar por
tierra de una vez el agotado modelo autonómico y organizar un nuevo Estado de
tipo confederal que asuma, por lo tanto, un sistema de soberanías compartidas.
El lehendakari es
un político sensato y plantea algo sensato calculando que si el PSOE de Pedro
Sánchez ha aceptado el uso del catalán, el euskera y el gallego en el Congreso
y en Europa y está dispuesto a aceptar la amnistía que exige Carles Puigdemont,
se abren grandes oportunidades a un PNV que, a diferencia de los
independentistas catalanes y vascos, no debería asustar a nadie.
Quizá al
lehendakari su exceso de sensatez le haga olvidar que la derecha uninacional
(que es mucho más que el PP y Vox) entiende la unidad de España como casus
belli con todas las consecuencias y que, si la ven cuestionada, no escatimarán
en medios para defenderla sin reparar en molestias democráticas. Debería
recordar el lehendakari que su partido hasta hace bien poco entregaba
regularmente bombonas de oxígeno político al PP y que por boca del presidente
del Euzkadi Buru Batzar, Andoni Ortuzar, siempre ha despreciado a la única
fuerza política de ámbito estatal que ha defendido con sinceridad la
plurinacionalidad del Estado, que llamó presos políticos a los presos
políticos, que les visitó en las cárceles y que llamó exiliados a los
exiliados. Esa fuerza política le ganó dos elecciones generales en Euskadi y en
las últimas el PNV se ha visto superado por EH Bildu.
Es ingenuo pensar
que la cuestión territorial podría abrirse en clave constituyente (aunque fuera
por la indolora vía “anglosajona”) solo porque Sánchez necesite de aliados
independentistas para ser presidente en unas semanas. Solo un horizonte
republicano compartido sinceramente por las fuerzas democráticas y los
movimientos sociales del Estado podría abrir el difícil proceso constituyente
que deberá barrer del interior del Estado a los elementos reaccionarios que lo
parasitan y que, con sus apoyos económicos y mediáticos, están dispuestos a
cualquier “solución” no democrática si ven amenazada la unidad de “su” España.
Y entonces sí, la República laica, federal (o confederal) y plurinacional que
le preocupa a la líder del PP, Díaz Ayuso, sería una feliz realidad.
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