La democracia soy yo
ANA PARDO DE VERA
25/09/2023El rey Felipe VI (i), la princesa Leonor y
el
emérito Juan Carlos I, de espaldas.- EFE
El emiratí de adopción y rey emérito de España, Juan Carlos I, tiene dos visitas programadas a España en poco más de un mes y sin que a nadie sorprenda ya la desfachatez con la que las ejecuta, esto es, pasándose por el forro las "explicaciones" que el presidente del Gobierno le ha pedido por el desfalco a manos llenas en que incurrió desde y gracias a la Jefatura de Estado que le otorgó su antecesor, el dictador genocida, y nos metieron por la trasera de la Constitución en 1978.
Este
lunes 25 de septiembre, el rey emérito debería llegar a Sanxenxo (Pontevedra)
para su regata del alma y aunque su hijo, el rey ejecutivo, estará inaugurando el mismo día el Foro
de La Toja (oficialmente, Illa da Toxa, a 14,8 km. de Sanxenxo), no consta en
agenda que vaya a haber encuentro regio. Este, sin embargo, tendrá lugar,
inevitablemente para Felipe VI, el 31 de octubre, el día señalado para que la
Princesa de Asturias jure la Constitución como heredera -esperamos que potencial como mucho-.
Ese
día, martes, habrá actos oficiales y solemnes en Congreso y Senado, pero Juan Carlos no está invitado a las Cortes Generales: el
emérito únicamente puede ir a la fiesta privada que la Familia Real celebrará
en el Palacio de El Pardo por encima de nuestras posibilidades y solo con
quienes Felipe y Letizia decidan que están invitados/as. No consta, sin embargo, que los reyes vayan a estar muy cómodos
con la presencia de Juan Carlos de Borbón, pero el emérito debió de
amenazar con plantarse allí igualmente y contener la respiración ante las
reales verjas hasta que lo dejaran pasar a palacio, así que mejor evitar la
escandalera y abrirle la puerta con tiempo.
Es
curioso como nos hemos acostumbrado en este maltratado país a la desvergonzada
situación de Juan Carlos, un exjefe de Estado presentado durante décadas como
adalid de la democracia y de una especie de monarquía republicana llamada juancarlismo, que después de demostrarse la estafa
que supuso su reinado con la complicidad de las instituciones, pueda entrar y
salir de España cuando le salga del título de rey (que por ley conserva) después de poner a buen recaudo su oscura fortuna en un
Estado offshore que se pasa los derechos humanos por el forro
de la kandura.
Lo
mejor del choteo regio, no obstante, es que el rey emérito se plante en Madrid
para celebrar que la princesa Leonor jura la
Constitución, cosa que Juan Carlos no hizo porque ya venía ungido por un demócrata como Francisco Franco,
que sí le hizo jurar en 1969 los principios del Movimiento ante la Biblia y las
Cortes franquistas en rigurosa oficialidad y siniestra pompa (algo así como "O firmas o me hereda tu padre")
El emiratí de adopción nunca se desdijo de su juramento franquista ni confirmó
la Constitución de 1978, porque ésta llegó cuando Juan
Carlos ya traía la corona puesta y se limitó a rubricarla.
Hubo
debate, no crean, sobre si un jefe de Estado heredero de un dictador debía
jurar o no una Constitución democrática, aunque ya estuviera nombrado antes que
ella. Pero no duró mucho, apenas unos breves en algún periódico que, como Diario 16, recogieron un teletipo de Europa Press asegurando que se estaba
"estudiando" la cuestión en el Parlamento. Hasta Alfonso Guerra, azote de feminazis, pedía
que el rey jurara de una puñetera vez... La recién aprobada entonces Constitución Española
recoge en su art. 61.1 que "El Rey, al ser proclamado ante
las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones,
guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar
los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas".
Como
decimos, no obstante, el rey ya nos venía puesto y aunque
habría sido únicamente un gesto de decencia política la de que Juan Carlos de
Borbón jurara la Carta Magna, se descartó para no marear más la perdiz
de la legitimidad democrática del hoy emérito y emiratí y
luego, con el golpe de Estado de 1981 y el (siempre presunto) decisivo papel
del rey para abortarlo, el juancarlismo quedó oficializado.
"La democracia soy yo", dicen que se oyó fuera de cámara cuando el
rey acabó de hablar por TVE a los amedrentados españoles de bien, la madrugada
del 24 de febrero y vestido con uniforme de capitán general de los Ejércitos,
¿recuerdan? Pues ahí sigue, riéndose en nuestra cara.
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