LA IRA EN LA POLÍTICA Y LA LEY DE
HIERRO DE LA OLIGARQUÍA
JUAN
CARLOS MONEDERO
La política es conflicto. Una pregunta simple resuelve el acertijo: ¿qué habría que quitarle a una sociedad para que no hiciera falta la política? Obviamente, el conflicto, pues, como dijeron Aristóteles en griego y Rousseau en francés, en una sociedad de ángeles no haría falta ejercer el poder -que es la herramienta de la política- ya que cada cual se gobernaría a sí mismo desde el amor hacia los demás.
Esto no deja de ser ingenuo. Todo lo que tiene que ver con las divinidades no dejan de ser cualidades humanas multiplicadas al infinito (como ocurre con la omnisciencia, la omnipotencia y la omnipresencia de Dios). Así que, con humildad, les diría a Aristóteles y a Rousseau que, incluso en una sociedad de ángeles, haría falta la política -esto es, usar el poder para obligar a cumplirse las metas colectivas-, pues no está escrito que, ni siquiera en la nación de los ángeles, estén todos de acuerdo en cómo se tiene que amar angelicalmente.
Cuando la política
empezó, allá por el siglo XIX, a gestionarse desde los partidos políticos la
cosa se enredó aún más, pues a los conflictos propios de los individuos con los
individuos se añadieron los conflictos entre grupos organizados y, con lo que
no se contaba, a la interna de los grupos. Siempre que se juntan dos personas,
aunque sea en un matrimonio o pareja, hay conflicto, y eso se multiplica cuando
te juntas con otros en una organización más amplia, sea un hospital, un
colegio, una fábrica, una oficina, un ejército, un sindicato, una federación
nacional de fútbol, un equipo de fútbol... o para incidir en la marcha de la
sociedad, bien en un movimiento social o presentándote a las elecciones. Es
paradójico: el grupo se refuerza y cohesiona confrontando hacia afuera o
defendiéndose de los ataque de los adversarios, pero se debilita y fragmenta en
el conflicto interno.
Sea en un partido
de derechas o en partido de izquierdas, los conflictos a la interna no se rigen
por la ideología, sino por el funcionamiento que es propio de las
organizaciones. Una de las pocas leyes de las ciencias sociales es la ley de
hierro de las oligarquías, enunciada por Robert Michels en Los partidos
politicos (1911): "Quien dice organización dice oligarquía".
Por esa regla,
Isabel Díaz Ayuso le cortó la cabeza a Pablo Casado y se la quiere cortar a
Feijóo (que lo sabe y por eso hace cosas desesperadas, como llamar al
transfuguismo a los sectores de la derecha en el PSOE); por esa regla el PSOE
defenestró en su día a Pedro Sánchez y por esa regla hoy el PSOE desprecia a su
antiguos héroes González y Guerra. Por esa regla Yolanda Díaz se ha enfrentado
a la cúpula de Podemos y por esa regla la cúpula de Podemos (a la que se acaba
de "sumar" Izquierda Unida) se enfrenta a Yolanda Díaz y a los
sectores de ICV catalanes que la ayudan -no sé si "malaconsejan"- en
el amenazado proyecto que es Sumar.
Los partidos
políticos son organizaciones competitivas a las que, al menos en alguna parte,
se podría aplicar la lógica que atribuía Schumpeter a las empresas en el
capitalismo: la destrucción creadora. Esto es, la competencia a muerte entre
empresas -que nacen y mueren en virtud de sus capacidad- cuando están
necesitadas de los mismos clientes, en el caso de los partidos, los votantes.
Por eso el enfado en los partidos cuando surgen nuevas organizaciones que se
dirigen al mismo espectro: lo que suba el nuevo partido lo bajarán los
viejos.
Con un añadido que
aquí es relevante: la competencia entre los partidos puede hacer que todos
pierdan y los clientes se vayan a otro lado. Como si la competencia negativa
entre empresas de, por ejemplo zumos naturales, llevara no a su mejora, sino a
que los clientes abandonaran los jugos, ejercieran el exit y se fueran, por
ejemplo, a beber Coca-Cola con sus excesos de azúcar y calorías. En nuestro
caso, como si la competencia entre Sumar, Podemos e Izquierda Unida llevara a
todos los votantes de nuevo al PSOE, quedándose la izquierda de los socialistas
en una situación peor que la estuvo en su momento Izquierda Unida. Enhorabuena
a todas y todos.
Alberto Garzón, Coordinador
General de IU ha pedido a Sumar que se convierta en un "verdadero"
Frente Amplio, uniéndose a las críticas que ha venido vertiendo Podemos (la
semana pasada Ione Belarra le dijo a Díaz que sus cinco diputados iban por su
cuenta), y que, en un editorial reciente de Canal Red, portavoz oficioso de
Podemos, ya es una confrontación en toda regla donde se explicita que el
liderazgo de Yolanda Díaz ya no valdría:
"Sumar -dice el editorial del medio
dirigido por Pablo Iglesias- fue siempre un proyecto de partido con la voluntad
de sustituir a Podemos como fuerza hegemónica en lo que fue Unidas Podemos
(...) la ausencia absoluta de procedimientos democráticos para intentar lograr
esos objetivos han vaciado de legitimidad el proyecto de Díaz y han terminado
por obligar a dos de sus principales aliados, IU y el PCE, a salir en público a
marcar perfil propio y reclamar un protagonismo que, a pesar de su absoluta
subordinación hasta ahora al equipo de Díaz, no ha obtenido recompensa. No hace
falta citar las enseñanzas del asesinato de Viriato para entender que rara vez
se encuentra lealtad en quien ha demostrado repetidas veces que no la practica.
La aspiración de debilitar a Podemos ha sido el pegamento en torno al cual se
han articulado una pluralidad de partidos que, cada vez con menos entusiasmo,
han seguido a Díaz en un camino que, a pesar de ingentes apoyos mediáticos, no
ha logrado ni siquiera —con Más País, Chunta y Compromis dentro— igualar el
peor resultado de Unidas Podemos, que compitió en la franja izquierda del
electorado con las citadas organizaciones y tuvo más votos y más escaños que
Díaz en la repetición electoral del 2019 (...) En este contexto es difícil que
una nueva confluencia de partidos de izquierdas y las eternas apelaciones a la
unidad sean la solución a los problemas de la izquierda. Es obvio que en buena
parte de los procesos electorales del Estado a estos partidos les conviene
aliarse electoralmente, pero eso está muy lejos de ser un Frente Amplio que se
parezca a lo que tiene la izquierda en Uruguay y una parte de la izquierda en
Chile. Para eso sería necesario reconstruir confianzas que son incompatibles
con el liderazgo de Yolanda Díaz".
El problema del
desencuentro entre Podemos, Sumar e Izquierda Unida es que, salvo para los que
están muy metidos en el mundo de la política española, los desacuerdos no se
ven como ideológicos. ¿O alguien puede señalar las enormes diferencias entre
las diferentes fuerzas a la izquierda del PSOE que justifican que estén
organizadas en partidos distintos? Las diferentes "formas" o
"estilos" no son elemento sustancial para justificar la separación.
Se explica más por las lógicas internas propias de esas organizaciones
políticas que llamamos "partidos".
Es indudable que
las formas terminan por construir fondo. Si se insiste en "no
molestar", detrás hay una posición política que imposibilita grandes
transformaciones. Porque no hay cambio en nuestras sociedades sin
"molestar" a los poderosos. ¿O es gratuita la entente de los diferentes
grupos de poder para intentar acabar con Podemos en estos años?
Pero esas actitudes
-que implican debilidad frente a la guerra de Ucrania, contra las grandes
inmobiliarias, frente a la patronal, en la defensa de las leyes feministas, en
la voluntad de acabar con la ley mordaza y el secuestro del CGPJ, en el
enfrentamiento con los medios de comunicación- no articulan un corpus
ideológico que diferencia a las izquierdas, a no ser que volvamos al siglo
pasado, donde importaban más las diferencias que las coincidencias y, en nombre
de ese rigor, mientras que en China solo había un partido comunista chino, en
España había cuatro. En nombre de la coherencia.
El tono airado de
las relaciones entre Sumar, Podemos e Izquierda Unida (sin contar las más
enconadas con Compromís y Más Madrid), todos con sus sólidas razones -o así lo
cree cada cual- nos acerca a una situación que vimos en Francia y que, cuando
la contemplábamos desde España, nos parecía surrealista. Se presentaban a las
elecciones francesas dos partidos trotskistas, el partido socialista, un
partido verde progresista y la France Insoumise de Mélenchon. Por supuesto, a
la segunda vuelta pasaron la derecha de Macron y la extrema derecha de Le Pen.
¿Vamos hacia lo mismo?
Urge que Movimiento
Sumar se articule como partido, y que todos los integrantes de Sumar -donde el
partido de Yolanda Díaz será uno más y valdrá en virtud de su apoyo ciudadano-
pacten un funcionamiento democrático que entierre el hacha de guerra en el
espacio. No es fácil que Díaz ceda, pues un Frente Amplio tiene que funcionar
con algún tipo de elección interna democrática, y su falta de base le hará
preferir un funcionamiento más cupular. Pero eso llevaría a la ruptura del
espacio, con el consiguiente asombro de los votantes y su probable hartazgo. Se
irían a su casa o al "voto útil" socialista que había desterrado
Podemos.
De la misma manera,
si Podemos sigue aumentando el diapasón de su ira, se acercará en la imagen
ciudadana, aunque tenga toda la razón, a aquella IU de Cayo Lara, enfadada y
desconcertada por su escasa audiencia, dando la imagen de "pitufa
gruñona", algo poco atractivo para el electorado, al menos en este
momento. Los que hemos sufrido el ataque del sistema o hacemos nuestra propia
"justicia transicional" y pasamos página o nos convertimos en gente
amargada que solo quiere hablar de "su libro". Y la política, si no
es atractiva, no convence.
Sin embargo, todo
el ruido que hay es, y soy optimista, la señal de que se reconoce que no hemos
hecho bien las cosas. Aunque no hay autocrítica por ningún lado, estos
desencuentros son la expresión más clara de que se han hecho mal demasiadas
cosas.
¿Se solventarán o
cada cual se enrocará en sus posiciones, encastillándose con sus fieles,
prietas las filas, dispuesto cada cual a "morir matando"? No será la
primera vez que la izquierda se equivoca. Aunque tenemos la experiencia cercana
y aún es tiempo de cambiar el rumbo. Cada cual en virtud de su responsabilidad.
Si Yolanda Díaz no "mueve ficha" (como hicimos hace diez años), todo
el espacio se reacomodará buscando su supervivencia. Y en esa fragmentación,
llena de "cabecitas de ratón", el león que fue la izquierda que nació
el 15M, sin cola y sin cabeza, le dejará un buen espacio a la extrema derecha.
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