VOX Y LA ESPAÑA ASUSTADA
CÉSAR CALDERÓN
El alemán es un
idioma maravilloso por lo específico y concreto de sus palabras. Un idioma
capaz de resumir en un solo vocablo el “sentimiento de alegría o satisfacción
generado por el sufrimiento, infelicidad o humillación de otro” (
Schadenfreunde) o a “aquellos ciudadanos que se mueven o actúan por miedo”
(Angstbürger).
El miedo en
política es un excelente pegamento identitario, y se manifiesta
extraordinariamente útil para tipos sin demasiados complejos en épocas como la
que vivimos, tiempos de transición entre un modelo de sociedad que aún no ha
muerto y otro que no acaba de nacer, que diría Don Antonio Gramsci.
Miedo es el
sentimiento que más se expresa en medios y redes tras el mitin del domingo en
Madrid en el que Vox ha conseguido juntar a 9.000 personas aclamando a sus
líderes, gente por otro lado absolutamente desconocida para el común de los
mortales si exceptuamos a Santiago Abascal.
Pero el miedo es
también el común denominador de la gente que se ha reunido en Vistalegre: Miedo
al futuro, miedo al diferente, miedo a una sociedad abierta, global,
multiétnica, multilingüística. Miedo a dejar de ocupar el espacio central de la
política nacional. Miedo a perder influencia política. Miedo, miedo, miedo,
miedo.
Y no hay nada más
peligroso que una masa asustada.
Ya conocemos los
efectos políticos de este miedo, y no hay que irse hasta EEUU y el triunfo de
Trump, el ejemplo paradigmático lo tenemos muy cerca, en el mismo corazón de la
Unión Europea con la eclosión de AfD en Alemania.
Para quienes no lo
conozcan Alternative für Deutschland (AfD), un partido fundado por el
ex-militante cristianodemócrata Alexander Gauland, les diré que se convirtió en
la gran estrella de las pasadas elecciones alemanas con más de cinco millones
de votos (un 12,6% del electorado) y 94 diputados en el Bundestag.
Un partido creado
en 2013 que en solo 5 años y gracias a un discurso que huyendo de los viejos
clichés y apoyado en una comunicación tremendamente fresca y rompedora, basada
en mensajes tan simples como efectivos, ha conseguido huir del campo semántico
de la ultraderecha clásica encapsulando y dulcificando con éxito conceptos
xenófobos, ultranacionalistas y anti-Unión Europea hasta hacerlos digeribles
para muchos bienpensantes ciudadanos alemanes.
Un partido cuyo
crecimiento se ha producido principalmente a costa de la CDU de Angela Merkel,
pero que también ha pegado un buen mordisco tanto a los socialdemócratas del
SPD como a los izquierdistas de Die linke, especialmente en los estados de la
antigua Alemania del este.
Un partido que no
solo apela a los clásicos sentimientos identitarios y nacionalistas, sino que
se apoya en perfiles sociopolíticos hasta ahora inmunes a este tipo de
ideologemas extremistas, consiguiendo importantes apoyos en quienes hasta ahora
se percibían a si mismos como el principal sujeto político del país y sus
políticas públicas y ahora tienen un miedo irracional a ser desplazados por una
sociedad que no comprenden.
El mitin de Vox ha
puesto finalmente de manifiesto que nuestro país no está inmunizado contra este
populismo de nuevo cuño, sino que muy al contrario, si no se actúa con
inteligencia, generosidad y una mirada política a largo plazo, pueden conseguir
resultados similares a los países de nuestro entorno y comenzar a tener una
importante representación institucional.
Y para eso hay que
estudiar el fenómeno con seriedad y tratarlo con inteligencia, de nada sirve
como saben en EEUU despacharlo con displicencia y reducirlo al ridículo, o
suponer que calificándoles de “ultraderechistas”, “nazis” o “fachas” consigue
hacerles mella en una sociedad para la que esos significantes están
absolutamente vacíos de contenido movilizador.
Si las democracias
liberales quieren superar a este tipo de movimientos conviene que comiencen a
tomarse en serio lo que está pasando y que piensen que la sal gorda ya no
sirve, hay que confrontarles en el terreno de las políticas concretas que
proponen.
El miedo es uno de
los sentimientos más poderosos de los que invaden al ser humano, y para hacerle
frente con garantías de éxito son necesarios proyectos políticos que dejen de
“defender” y “recuperar” construcciones del pasado para pasar a la
ofensiva con propuestas que emocionen, ilusionen y unan a nuestro país.
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