JM AIZPURUA
La vida debe tener
un sentido, un sentido personal y un sentido colectivo que sirva de orientación
para enfocar las vicisitudes que el destino nos depara. En guerra o en paz,
nuestro personal guion de valores nos dirá el camino a seguir. Me estoy
refiriendo a la ideología.
La tradición
cultural hispana concibe una ideología dual, maniquea, de buenos y malos, de
nosotros y ellos, de españoles y guiris. Los necios siguen en ella y los que
intentan instruirse, concluyen que los matices y recovecos de las ideologías
son infinitos por lo que no es el conflicto su solución si no la negociación y
el pacto.
Tras la oportunidad
perdida de la Transición, que pudiendo ser ruptura se quedó en reforma y que en
el tiempo se perdió en corrupción y nepotismo, hoy volvemos a épocas pasadas en
una infantil añoranza de lo que nunca existió: la España vertebrada.
Y vuelven los
demonios guerra-civilistas. Los 180/170 que significaron el hundimiento del
marianismo y la radicalización de la derecha hacia el pasado, huyendo de un
futuro en el que por vías democráticas no puede sostener el poder como le
sucedía en el 36. Eso es demasiado peligroso para pasarlo por alto.
No son capaces
desde su 170 de construir una derecha moderna, con sentido de Estado, donde
deben caber “los otros” y las otras naciones, y desde donde llegar a los
acuerdos para que las condiciones de vida y de trabajo procuren el avance de la
mayoría y el rescate de la minoría marginada.
Por el contrario,
compiten entre ellos para ver quien es más fascista, menos democrático, mas
provocador, más selectivo con sus conciudadanos que a base de motes despectivos
quedan fueran de su interlocución y de su condición de nacionales.
La mayoría real de
su “patria” son los 180, pero con sus motes de “indepes”, “podemitas”,
“comunistas”, “venezolanos”, “sanchez-zapateristas”, solo salvan a un
grupúsculo del PPSOE que necesitan como siervo para acordar asuntos necesitados
de mayoría, y al resto ni se les considera, ni se negocia con ellos, ni son
objeto de respeto o consideración de conciudadanos. Vuelven al monte.
Tremenda situación
para el 180, que debe ser consciente que es en su cohesión y coherencia donde
tiene el único camino de paz y de posibilidad de alcanzar la democracia
europeísta que agrede las mentalidades fascistas de los eternos amos de España.
Y Canarias a lo
lejos plantea una cuestión diferente; su incierto futuro.
Su condición de
colonia camuflada con una titulación de Comunidad Autónoma que es la
actualización de su anterior infamia de Provincia de Ultramar no debe confundir
al nativo o residente para encontrar en la “canariedad” ese punto de encuentro
para iniciar la escalada hacia el futuro que le devuelva sus resortes de
progreso y le de acceso a unas condiciones de vida que por su ubicación y
recursos le son acreditadas.
No es buen comienzo
empezar por el tejado y separarnos por la independencia, opción que hoy no se
presenta alcanzable para los actuales canarios, y son esos independentistas los
que mejor entienden la canariedad y por tanto necesarios en el debate para
alcanzar las bases del futuro.
Diferente es
Canarias a la península y diferentes deben ser sus caminos al progreso. Su
condición de madre o madrastra la debe asumir el Estado y hasta hoy ha sido un
freno a su desarrollo, basado en la represión, la eliminación de su dirigencia
autóctona honrada, y su camuflaje de la españolidad como esencia de la
canariedad, para permitirle mantener un colonialismo trasnochado e indigno de
este pueblo de raíz wanche.
Canarias necesita
cosas para no acabar como Sahara, sin recursos de futuro. Y solo los canarios
deben descubrir cuales son y exigirlas al Estado y a la UE.
Piensa canario que
en ello te va la vida.
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