EL QUEBRADERO DE CABEZA
DE SÁNCHEZ
FERNANDO LÓPEZ AGUDÍN
Abundan tantos
comentarios críticos sobre la amenaza de Quim Torra a Pedro Sánchez, en orden a
romper la mayoría parlamentaria que le sostiene, como brillan por su ausencia
los que se refieren a la presión por poderes que Angela Merkel ejerce sobre el
presidente del Gobierno, destinada a obstruir la próxima elaboración de un
acuerdo presupuestario del PSOE con Podemos. Sorprenden los que se refieren al
President de la Generalitat, dado que querer no es poder; pero sorprenden aún
más en la canciller alemana, dado que poder sí es querer. Máxime, cuando la
sombra del final de esta legislatura no proviene tanto de Barcelona como de
Berlín. No es el desacuerdo sobre el derecho a decidir de Cataluña, que toda la
derecha niega , sino el desacuerdo sobre los Presupuestos el principal riesgo
al que se enfrenta el Gobierno socialista.
González y Aznar,
dos apellidos que coinciden hoy en ahormar la cuestión catalana, recuerdan bien
que las dos fuerzas bipartidistas no están dispuestas a ir más lejos de las
buenas intenciones de Pedro Sánchez, e incluso sugieren que sería muy conveniente
ir hacia atrás, retroceder del estado autonómico al federal, una propuesta que es, evidentemente,
rechazada igualmente por los vascos como por los catalanes. El problema es que
si no es posible hacer literatura con buenas intenciones, como diría André
Gide, mucho menos cabe hacer literatura con la política. Después de un
trimestre en la Moncloa, Sánchez empieza ya a comprenderlo, si es que no lo
entendió cuando llegó. Le toca, además, apechugar con la herencia recibida como
consecuencia del discurso del 3 de octubre del Borbón, que ahora nos acabamos
de enterar que el anterior presidente del Gobierno, Rajoy, aconsejó al monarca
no pronunciarlo.
No es la teórica
soberanía catalana la que puede obligar a Pedro Sánchez a adelantar unas
elecciones que no desea adelantar; es la práctica soberanía alemana, mal
recubierta con la bandera de una Europa
alemana en vez de una Alemania europea, la que puede hoy complicar el
calendario a la Moncloa. A unos escasos diez días del 15 de octubre, fecha
límite impuesta por los prusianos para presentar en Bruselas las líneas
generales de su Presupuesto, no paran ahora de escucharse recomendaciones al
PSOE acerca de la necesidad, eso dicen, de “no disparar el gasto social en
España”, pese a que se sitúa diez puntos por abajo de toda la media europea.
Bancos como el Santander o el BBVA, organismos como el FMI o el BCE, advierten
ahora sobre unas consecuencias lesivas, se supone para los intereses de las
élites europeas.
Así, cuando todavía
no se ha secado la tinta del acuerdo sobre las pensiones ligadas a la subida
del IPC, sale la ministra Nadia Calviño añadiendo al texto firmado el factor de
sostenibilidad que, como la experiencia demuestra, las hará bajar. Por
supuesto, otra ministra, Valerio, se atiene a lo rubricado. En resumen, a muy
pocos fechas de la reactualización del Pacto de Toledo, los nueve millones de
pensionistas no saben que va a hacer el Gobierno de Sánchez, atenazado por el
síndrome de Penélope: lo que teje un ministerio lo desteje otro. Ya no son sólo
las lógicas discrepancias técnicas del de Hacienda con otros departamentos,
como vende la factoría Iván Redondo, sino una propuesta clara de incumplir lo
acordado, que parece olvidar que el llamado factor de sostenibilidad es hoy el
más insostenible de los escenarios parlamentarios posibles para Sánchez.
Luego, menos raca
raca catalán, que no es otra cosa que una cortina de humo que oculta las
intensas presiones para que Pedro Sánchez imite la genuflexión que Zapatero
hiciera con Angela Merkel, optando definitivamente por la prórroga de los
presupuestos de Rajoy para no abordar los presupuestos sociales que demanda la
mayoría de la sociedad española. Pese a que el euroilusionismo se bate en
retirada por todo el viejo continente al igual que frau Merkel, quien tras
sembrar vientos prusianos por todo el Sur y el Este de Europa los recoge hoy
como tempestades en Italia. Berlín aprieta de lo lindo en Moncloa para que el
PSOE vuelva a suicidarse en las urnas obedeciendo a Berlín, como ya se suicidó
el viejo PSOE de Zapatero y Rubalcaba. Y que, esa es la alternativa real que
buscan, opte por convocar elecciones con la percha catalana.
No está en juego
España versus Cataluña, un dilema interesado por los que manipulan la cuestión
nacional con fines involucionistas, sino un gobierno progresista con un sólido
presupuesto social, o un gobierno de transición hacia unas urnas legislativas
que puedan proporcionar nuevas combinaciones parlamentarias muy distintas, por
no decir que antagónicas, de la actual mayoría que sostiene hoy el gobierno
Sánchez. O sea, en la que sobren fuerzas como Podemos, garantía de una política
progresista, o las del grupo vasco-catalán, garantía de una España plural. El
grave problema que tienen que afrontar los españoles no reside en la reivindicación
de la soberanía de Cataluña o Euskadi sobre la política de España, sino en la
drástica imposición de la soberanía de Alemania sobre la economía de España.
Este es el quebradero de cabeza de Pedro Sánchez: ¿ cómo contentar a Angela
Merkel sin disgustar a Pablo Iglesias
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