ANGHEL MORALES
Tal
día como hoy y hace apenas un año, celebraba junto a mi madre su 98 cumpleaños,
como siempre acompañado de mi hermano y de mi hijo y algún familiar mas. El
alcalde del Sauzal, mi buen amigo y antiguo compañero de trabajo visitó a mi
madre para entregarle un ramo de flores y un diploma, al ser la mujer de mas
edad del municipio. Todo pasa muy rápido y el destino quiso que no llegara a
cumplir los 99, marchándose con la misma solvencia que vivió aceptando las
cosas e intentando cambiarlas en la medida de sus posibilidades, pero hay algo
que no podemos cambiar y es ese viaje que un día u otro todos debemos emprender
y en el que nadie nos sustituye. Hasta sus últimos instantes mantuvo su
brillantez y la mente despejada para aconsejar a su nieto en su futuro, para
enseñarle a valorar todo lo que tenía, estudios, trabajo, pareja y toda una
vida por delante para cambiar el mundo o esa parcela que a el le corresponde:
GRANDE MICAELA.
Cuando
hoy he visto esas riadas de mujeres recorriendo los pueblos ciudades no pude
evitar emocionarme y pensar en mi madre, lo orgullosa que se sentiría de ver
como el mundo va cambiando y otras mujeres luchan por conquistar derechos que a
ella y a las de su generación se le negaron, por negarseles se les negó hasta
el derecho a lucha a reivindicarse, pero de una forma o de otra, con esa lucha
silenciosa levantaron los pilares para que estas mujeres estén hoy en la calle
pudiéndose reivindicar.
Nacer
en una isla de menos de diez mil habitantes, con carencias de todo tipo, la
vida desde luego no le fue fácil, ni para ella, ni para la gente de su
generación y sobre todo para las mujeres que tenían que cargar con lo peor.
Sufrió los efectos de la guerra, donde cayeron familiares y vecinos, sin ir mas
lejos yo llevo el nombre de uno de esos caidos, cuyo cadaver estará en
cualquier cuneta. Sufrió las consecuencias de la dictadura, sus efectos
devastadores, que impusieron normas y conceptos que cortaban la libertad de las
personas, aún así tuvieron agallas para sacarle el fruto a la tierra y
mantenerse su integridad. Su hermano Juan tuvo la visión de indagar y plantar
donde estuvo el famoso Garoé un árbol de similares características y que es el
que crece hoy en día, plantado por Juan García y Víctor García en 1941. Fue
precisamente Víctor García, el padre de mi madre el que junto con los pastores
lograron que las tierras de la Dehesa donde pastaban sus ganados se
convirtieran en zonas comunales, algo que un perdura y que no fueran de dominio
público como en el resto de las islas. Mi madre se casó y tuvo tres hijos, pero
las sequías que azotaron a El Hierro, hizo que mas del 50% de la población de
una isla de menos de 10.000 habitantes emigrara, lo que quiere decir que casi
la totalidad de los hombres jóvenes emigraron a buscarse la vida al otro lado
del océano y fueron las mujeres las que se quedaron cultivando los campos y
criando a los hijos, dura lucha en un sistema donde la religión marcaba y donde
las mujeres pese a que sus maridos fallecieran o abandonaran a sus mujeres,
ellas no podían rehacer su vida, porque las normas sociales se lo impedían.
Dura lucha, donde la isla carecía de todo, no había Sanidad, apenas un médico
para toda la isla, suerte tuvimos en el pueblo que viniera un maestro
anarquista, gallego y desterrado a la isla del Fin del Mundo, que en aquel
entonces no entendía sus pensamientos, pero que hoy si los veo con claridad. Un
médico para toda la isla. Una vez al mes bajaba al Valle del Golfo, pero esto
es capítulo aparte.
Nos
vinimos a Tenerife y mi madre con nosotros, nos tocó vivir en un edificio donde
estaban muchos emigrantes de la Guinea Ecuatorial, todos me siguen comentando
la capacidad de aceptación de mi madre, su visión integradora, a todos los
trató con mucho cariño y respeto y todos siguen guardan un cariñoso recuerdo de
ella pese al paso de los años. Igual pasó con amigos gay, que se atrevieron a
salir del armario y que eran rechazados por la sociedad, por ejemplo, Suso uno
de ellos siempre me recuerda que se sentía rechazado en muchos sitios, pero que
siempre valoró el respeto con el que lo trató mi madre. Ella lo hacía todo con
normalidad, por eso quizá no lo valorabamos, pero cuando veo el odio a los
emigrantes o a los gay cada vez me siento mas orgulloso de mi madre. Siempre
entendió nuestra luchas políticas o sindicales y fue a su casa donde fuimos a
parar la noche del 23 F después de destruir archivos de diferentes
organizaciones. Mi madre siempre estaba ahí apoyandonos, así me lo reconocía
uno de los grandes luchadores sociales de Canarias, Miguel Ángel Díaz Palarea.
Mi
madre siempre estaba ahí, apoyandonos en nuestras luchas, tuvo que soportar el
registro del secuestro de uno de mis libros junto a la que entonces era mi
compañera. Noche y día dándole a la máquina de coser tanto para ricos como para
pobres, gente de Las Ciudadelas, que muchas veces no tenían dinero para
pagarle, vivió y sufrió como se iba deteriorando el Barrio El Toscal, vio como
la muerte se llevaba a muchos vecinos, amigos cuyo cariño se había ganado.
Hasta unos años antes de su muerte tuvo que vivir el entierro de mi hermano,
para una madre enterrar un hijo debe ser lo mas cruel que se pueda vivir,
pensamos no decírselo para evitarle sufrimiento, pero al final se impuso la
razón y resistió en el duelo con mucha entereza, creo que el dolor de perder a
su hijo le acompañó hasta su último suspiro. Siempre tuvo comprensión para mi
padre, que falleció en Venezuela y sobre el que se contaban historias de todo
tipo, pero de sus labios jamás salió una palabra en su contra, aceptó el
destino y nunca sembró odio en nuestros corazones, siempre fue comprensiva con
el y con todos sus semejantes. Fue querida en El Hierro, en El Toscal y en el
Sauzal, se fue sin dejar enemigos con la mirada dulce y profunda como dice mi
amiga Carmen Alonso, que jamás no tocó tanta ternura en unos ojos de mujer. En
fin, que hoy podía estar celebrando junto a ella sus 99 cumpleaños, pero solo
puedo dejar unos recuerdos en este Blog, pocos para la grandeza de esta mujer.
ORGULLOSO DE TI MICAELA.
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