FALACIAS, TRAMPAS Y CANALLADAS DEL RELATO
NEOLIBERAL DE LAS
PENSIONES
POR MANUEL GARÍ
El
objetivo perseguido es muy claro: la deconstrucción por demolición del sistema
público de pensiones para poner en mano de los mercados privados el 45 % del
monto del gasto social total español, dejando el sistema público de pensiones
como un elemento marginal de la protección de naturaleza meramente asistencial
para evitar que la olla social explote.
Estamos
viviendo momentos críticos del ataque de la burguesía, sus partidos y sus
medios de comunicación contra los derechos sociales de las y los trabajadores
del Estado español. Pero también de esperanza porque la reacción del movimiento
de pensionistas ha sido contundente.
La
burguesía está interesada en impulsar fondos privados de pensiones para
encontrar nuevos nichos de negocio y saqueo de las clases trabajadoras. Fondos
que en muchos casos han significado la ruina de pensionistas por la quiebra de
dichos fondos: ahí están los ejemplos de Chile, laboratorio gracias a la
dictadura pinochetista de las políticas neoliberales de los Chicago Boys
durante décadas, Argentina, donde el gobierno en los años ochenta tuvo que
rescatar con dinero público los fondos privados y volver a organizar un modesto
sistema público o de los diferentes incidentes –en realidad, estafas – en el
Reino Unido, cuna de los ataques contra la sociedad de la nefasta Margaret
Tatcher.
La
oligarquía financiera autóctona (e internacional) y la CEOE vienen proclamando
desde hace décadas la insostenibilidad del sistema público de pensiones en un
titánico esfuerzo por lograr que la profecía se autocumpla. Contra viento y
marea, y a pesar de los tozudos datos macro económicos, su discurso no ha
variado y, para fortalecerlo, han organizado, en connivencia con el Partido
Popular, Comisiones de Expertos formadas por ejemplares representantes de las
puertas giratorias entre aseguradoras y fondos de inversión y la política con
la participación de supuestos especialistas en la elaboración de mágicos
algoritmos. La voz cantante sobre las pensiones en los medios de comunicación
la llevan Inverco y Unespa y no la representación política popular o las
organizaciones sociales afectadas.
El
objetivo perseguido es muy claro: la deconstrucción por demolición del sistema
público de pensiones para poner en mano de los mercados privados el 45 % del
monto del gasto social total español, dejando el sistema público de pensiones
como un elemento marginal de la protección de naturaleza meramente asistencial
para evitar que la olla social explote. Ello comportaría la agudización de la
desigualdad en el monto de las percepciones de las y los pensionistas, sean por
motivo de jubilación o por otros motivos (incapacidad, viudedad, etc.)
Con
ello se pretende convertir necesidades y derechos de la población en mercancía
y ganancia privada. Para conseguirlo no han dudado en atacar con todo. Han
falseado los datos al ocultar por qué se ha saqueado el Fondo de Reserva. Han
tapado por qué han disminuido las aportaciones a la Seguridad Social motivada
por la drástica disminución de la masa salarial tras el aumento del paro, la
bajada de sueldos y la precarización del trabajo, frutos de las Reformas
Laborales y las políticas de austeridad impuestas desde la Unión Europea. Han
eludido explicar la dedicación del dinero público para rescatar locas
operaciones en infraestructuras o gestiones bancarias delictivas. Han metido
miedo a la sociedad “el colapso es inminente” y estimulado el individualismo
para afrontar el futuro –ahorre usted y suscriba una pensión– frente a la
búsqueda de soluciones reales y colectivas del conjunto de la comunidad
protegiendo a sus miembros.
El
discurso que ha mantenido el neoliberalismo ha sido un factor performativo de
la realidad, pero no por su coherencia y consistencia, sino porque en paralelo
se han puesto las bases materiales para que la tesis se verificara. Y, a la
vez, han construido un sentido común de la derrota, del no hay alternativa.
Baste un ejemplo: se habla hasta la saciedad del aumento del gasto por incremento
del número de pensionistas y la mayor esperanza de vida, pero no se permite ni
hablar y se hurta el debate sobre los ingresos que permitan la sostenibilidad
del sistema. En efecto, un análisis serio identificará la segunda transición
demográfica –el periodo en que la pirámide demográfica mantiene un ensanche en
la parte elevada de edad muy grande-, y señalará que las cuentas públicas
necesitan cambiar el peso de sus prioridades de gasto o fortalecer los ingresos
–por ejemplo, luchando contra la evasión fiscal, cargando el esfuerzo a las
rentas del capital y del patrimonio- para complementar las cuentas de la
Seguridad Social. Al mismo tiempo que explicará que el fenómeno tendrá una
duración de no más de 15 años. O que una política económica a favor del empleo
y de los salarios, compatible perfectamente con la reducción del tiempo de
trabajo a escala semanal y a lo largo de la vida –anticipación de la
jubilación-, sería la fórmula de solución. Sin embargo, se ha optado por
castigar o disciplinar a las víctimas, y eliminar los derechos de las próximas
generaciones. Por tanto, la única salida que los neoliberales dejan es
prolongar la vida laboral, bajar el monto de las percepciones, y simultanear la
jubilación con mini jobs y suscribir fondos privados.
Desvelando
sus mentiras
¿Qué
callan? Que el aumento en la esperanza de vida no significa un mantenimiento de
las capacidades laborales intactas. Que retrasar la edad de jubilación sólo
hará aumentar el lapso entre la jubilación real y el momento en que se ejerce
el derecho a percibir pensión (Husson) aumentando el llamado periodo gris de
personas sin empleo y sin prestación, el empobrecimiento de las mismas y los
gastos sociales asociados. Que si hay paro juvenil masivo es porque no se crea
el empleo suficiente mediante la inversión pública y privada correspondiente y
la disminución de las jornadas de trabajo real, por lo que difícilmente habrá
mercado laboral para la gente veterana. Que los fondos de pensiones no solo
quiebran por realizar inversiones especulativas en bolsa, sino que son más
caros pues comportan comisiones y no tienen suficiente rentabilidad para
sufragar las pensiones, pese al unilateral y ventajista apoyo fiscal que se les
concede. Una desgravación fiscal que, a decir verdad, vendría muy bien para
sufragar el sistema de pensiones de la mayoría y no beneficiar a aquellos que
ahorran porque sus rentas son demasiado elevadas. Al igual que también ayudaría
que se eliminasen los topes de contribución a la seguridad social para los
salarios más altos, topes que hacen regresivo el sistema. Que si no hay dinero
para un sistema público no lo habrá para uno privado. Que lo que determina la
viabilidad de un sistema público no es fundamentalmente el número de personas
activas sino la riqueza generada y el monto recaudado. Que el gasto público en
pensiones sobre el PIB en el Estado español es varios puntos más bajo que en
Francia, Alemania o Italia (De la Fuente). Que la tasa de reemplazo de las
pensiones, o sea el cociente entre la pensión media y el salario medio, en
nuestro país se efectúa sobre salarios más bajos que en los países aludidos y,
sin embargo, eso no ocurre de la misma manera con el coste de la vida.
Pero
más importante, ocultan que el denominado factor de sostenibilidad se calcula
mediante fórmulas como las del Factor de Revalorización Anual (FRA) que
contiene el aumento de las pensiones por debajo del IPC y el Factor de Equidad
Generacional (FEI) que supone una merma de la pensión media al asociarla a la
esperanza de vida tras la jubilación (Albarracín).Esas fórmulas no tienen la
misma naturaleza de las que intentan explicar el comportamiento del mundo
físico mediante una expresión matemática e intentan ser expresiones
científicas. Las fórmulas que calculan las futuras pensiones son pócimas cuyos
ingredientes los decide el brujo neoliberal de turno; lejos de ser científicas,
están preñadas de subjetividad y corresponden a un punto de vista, un a priori,
interesado. No son ni científicas ni objetivas. El factor de sostenibilidad es
un arma de la clase dominante contra las clases trabajadoras. Ni más ni menos.
Forma parte del conflicto social. Forma parte de la disputa de las ideas en
torno al ingreso y la riqueza.
Proyectan
el empobrecimiento y el miedo masivos
Si
la Ley 23/2013 supone una merma programada del monto de las pensiones al crecer
menos que la inflación, la entrada en vigor en 2019 del factor de
sostenibilidad -que servirá para que se cobre menos pero durante más años,
según afirma cínicamente el BBVA- significa que en el Estado español va a
implantarse un algoritmo que penaliza el envejecimiento de forma más dura que
en la mayor parte de la Unión Europea (Zubiri) y que supone un ajuste
automático sin mediar decisión política en el futuro y una aberración técnica
pues basa sus cálculos en un dato proyectado en un horizonte temporal del que
no disponemos conocimiento (Fernández Cordón). La esperanza de vida es un dato
estadístico que implica una proyección del pasado hacia el futuro, y que no
distingue entre extracciones sociales, géneros, lugar de residencia,
trayectorias ocupacionales o modos de vida. Todos ellos con expectativas de
vida bien diferentes.
Y,
lo más grave, crea una inseguridad total sobre la cantidad a percibir pues
podrá revisarse periódicamente… a la baja. De cumplirse los planes
gubernamentales y patronales cuando culmine la implantación de la reforma del
sistema público de pensiones, el recorte de la pensión media de las pensiones
alcanzará el 20 %, lo que supondrá un 3 % del PIB menos de gasto en atención a la
jubilación y otras causas de percepción. Todo ello redundará en una
redistribución muy negativa de las rentas con grave perjuicio para las personas
mayores y otros colectivos frágiles que verán que sus derechos vuelan en forma
de empobrecimiento agudo.
Conjurar
los riesgos que pesan sobre el sistema público significa superar los estrechos
límites del Pacto de Toledo y atreverse a analizar todos los factores que
influyen en la sostenibilidad del sistema tanto del lado de los gastos (número
de pensionistas y cuantía de las pensiones) como de los ingresos (número de
cotizantes, cuantía de la cotización y aportaciones públicas).
Defendamos
futuro defendiendo el presente
El
sistema de pensiones público es viable y sostenible. Pero exige, por un lado,
la adopción de medidas económicas y políticas y, por otro, darle la vuelta al
calcetín de la lógica de la clase dominante; es fundamental comenzar por ahí.
En primer lugar, hay que poner encima de la mesa que las pensiones son salario
diferido, que las cotizaciones -tanto las que se consideran como aportación
patronal o las que directamente se deducen de la nómina de las y los
trabajadores- tienen como origen el trabajo, o sea, la creación de valor por
parte de esos trabajadores y trabajadoras.
Frente
a la lógica individualista del ahorro en fondos de pensiones y el salvase quien
pueda, hay que fortalecer la idea de esfuerzo de toda la comunidad para
asegurar el bienestar de sus mayores. Frente a la idea de aumento de la edad de
jubilación, contra toda lógica humana, hay que fortalecer la idea de aumento de
los derechos del tiempo de ocio y disfrute. Frente a la idea de que el
envejecimiento de la población autóctona y el descenso de los nacimientos de la
población de origen español impiden un sistema viable de pensiones públicas,
hay que desarrollar la idea de cooperación de las y los trabajadores nacidos
aquí con los nuevos sectores de las clases trabajadoras nacidos en otras
tierras, acabando con las políticas inmigratorias discriminatorias. Y, por
supuesto, favorecer la libre decisión de la maternidad mediante medidas
efectivas que permitan conciliación.
El
sistema público de pensiones es viable y sostenible porque el déficit de la
Seguridad Social y el agotamiento del Fondo de Reserva de las pensiones son
producto de las decisiones políticas que han llevado -Reforma Laboral mediante-
al descenso de los salarios (por tanto, a la aportación al sistema) y a la
persistencia del paro, al aumento del trabajo precario y desregulado, al
aumento del número de personas que trabajan como falsas autónomas por
imperativo empresarial y también al descenso del número de jóvenes que se
incorporan a la cadena productiva con lo que se agrava la cuestión. Al mismo
tiempo se ha despilfarrado el dinero público y continúa una política fiscal
regresiva, pro ganancias empresariales y anti social que impide obtener la
recaudación necesaria para satisfacer las necesidades presupuestarias de la
ciudadanía.
La
clave de la solución está en los ingresos
Hablemos
del aumento de los ingresos para el sistema porque es la clave de la viabilidad
del sistema público. En primer lugar, se puede fortalecer la recaudación de las
cuotas a la Seguridad Social fomentando el empleo mediante la inversión
pública, la implantación de la jornada de 35 horas semanales y el incremento de
la masa salarial subiendo a 1080 euros el salario mínimo y fortaleciendo el
incremento de los sueldos mediante una negociación colectiva que recupere la
escala móvil de salarios en relación con la evolución del IPC. Pero también
puede incrementarse dicha recaudación eliminando el límite de la base de
cotización máxima e implantando un sistema progresivo para que aporten más
quienes tienen mayor salario. Asimismo, eliminando las reducciones y
bonificaciones sociales a los empresarios que, con la excusa de la mejora del
empleo –que si lo contratan lo iban hacer igual, con bonificaciones o sin
ellas, porque el empresariado emplea según sus expectativas de negocio como
variable principal, a lo sumo el efecto que puedan tener es que seleccionen más
a un colectivo que a otro-, ven abaratar sus costes y aumentar sus beneficios
en detrimento de las arcas de la seguridad social. Luchando contra el fraude
fiscal que supone la economía sumergida desfiscalizada y la proliferación de la
realización de horas extras no computadas y por encima de norma.
Y,
finalmente, pero no lo menos relevante: hay que acabar con el mito/dogma de que
el sistema público de pensiones sólo puede tener como fuente de financiación
las cotizaciones del trabajo. Es claro que las pensiones no contributivas
deberían ir a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, pero más allá de
ello, debe ser el conjunto de las fuentes de ingresos las que atiendan los
gastos sociales, en este caso también las pensiones, pues es incongruente que
se defienda una recaudación fiscal fundamentalmente no finalista y, sin
embargo, la correspondiente a las pensiones lo sea. Si entre todos y todas
pagamos Casa Real, intervenciones militares, sueldos y dietas de los
profesionales de la política, autopistas innecesarias o marcas-España, queramos
o no, paguemos también todos los gastos sociales, comenzando por las pensiones,
a costa del Impuesto de Sociedades -haciendo cumplir la ley frente al fraude y
la exención-, el IRPF o el anti social IVA y no solo a costa de cotizaciones
del trabajo.
Las
panteras grises se han puesto en marcha y son imparables
Las
protestas de pensionistas han supuesto la vuelta, tras años de profunda
desmovilización sindical -salvo ejemplares luchas de empresa aisladas y en gran
parte al margen de las direcciones mayoritarias- de las mejores tradiciones del
movimiento obrero en el Estado español a través de la generación que conquistó
con sus luchas durante décadas las libertades políticas, los derechos sociales
y sindicales y los logros de lo que se ha conocido como Estado del Bienestar
cuyos pilares básicos: enseñanza y sanidad pública, salarios y pensiones
dignos, protección de la dependencia se ven hoy amenazados por las políticas
neoliberales del PP y Ciudadanos y que en su día comenzaron a deteriorarse, no
lo olvidemos, con un gobierno del PSOE que congeló pensiones, hizo una primera
reforma laboral contraria a los intereses populares y no atajó los procesos de
privatización en curso, incluidos los relacionados con la salud y la educación.
Tal
como se plantea en el comunicado de Anticapitalistas del 14 de marzo pasado, el
poderoso y, para algunos, inesperado movimiento de pensionistas es una
expresión del malestar de fondo existente en torno a los recortes en gasto e inversión
social desde 2010 y su prolongación tras el inicio de la cacareada recuperación
económica (medida en términos de aumento del PIB), que lejos de suponer una
reorientación hacia la redistribución justa de la riqueza y el ingreso, supone
la continuación de un reparto desigual. El movimiento de pensionistas pone en
evidencia la decepción de amplios sectores de la sociedad con las promesas
incumplidas del PP y el desgaste acelerado de su discurso autocomplaciente y
engañoso. La recuperación ha llegado a los beneficios, pero no a salarios y
pensiones.
Una
dimensión importante que ha puesto de relieve el movimiento de pensionistas es
la brecha de las pensiones entre hombres y mujeres, dado que estas pese a su
contribución a los cuidados y a la producción o no han cotizado por no haber
tenido puesto de trabajo asalariado, o han tenido remuneraciones más bajas que
los hombres por el mismo trabajo o muchas han contribuido a la economía
familiar en el campo sin haber tenido ni la consideración de jornaleras ni
haber gobernado sus explotaciones. De ahí que en breve vamos a ver cómo, tras
la coincidencia del impresionante 8 M, se establece una nueva alianza entre el
movimiento feminista y las jubiladas. Y también ha evidenciado que la cuestión
de las pensiones no es sólo un asunto de las y los actuales pensionistas sino
también de quienes hoy trabajan o buscan trabajo. Dicho de otra forma, con su
lucha por sus derechos, defienden los derechos del conjunto.
La
importancia política del movimiento de pensionistas radica en su impugnación
global, en su enmienda a la totalidad, de la lógica del austeritarismo, pero
también del incremento de los gastos militares, del rescate a la banca y las
autopistas y a las políticas laborales neoliberales. El movimiento de
pensionistas ha denunciado las post verdades (mentiras en lengua vulgar) del
sistema, del gobierno del PP, de su socio Cs, de Linde, gobernador del Banco de
España, de la CEOE, de los estudios de diversos servicios de los bancos, de la
OCDE y de la propia Comisión Europea. Lo que aterra al PP, lo que temen el
resto de los partidos es el impacto electoral que pudiera tener en este sector
de la población en el próximo ciclo electoral, de ahí los nervios, los anuncios
demagógicos, etc. De ahí también las declaraciones que intentan paralizar de
miedo a la población. No lo van a lograr, l@s viej@s rocker@s que conquistaron
las libertades y los derechos se han organizado y su voz clama en las calles.
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