COSMOLÓGICO
POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Las
grandes corporaciones de la comunicación, ávidas por controlar a la audiencia a
través de la alienación, el miedo o el morbo, algo totalmente reprobable desde
el punto de vista ético, para quienes nos nutrimos de otro tipo de valores, es
el punto de partida de una carrera bajo control de gobiernos, con un objetivo
muy concreto y claro: llegar hasta donde sea necesario, para mantener
anestesiada a la platea de espectadores ávidos y gentiles, por estos
carceleros, que desde los medios de manipulación, controlan de manera vil la
sobrevida de los incautos espectadores.
Los
que piensan que todo ha comenzado hace unos años se equivocan, desde los años
de la dictadura, pasando por la llegada de la democracia, que no tengo idea
quién ha sabido ganar, con los mercenarios “caballos de Troya” instalados hace
tiempo, emitiendo sus claros mensajes marketineros de libertad bajo sospecha.
Me refiero a todos los ámbitos del quehacer de una comunidad, como la
argentina, tan proclive a consumir tendencias llegadas del norte… vendían Rock
and Roll, los Don Nadie pintados de progresistas, hoy neoliberales al “mango”,
y un par de generaciones compraron el “verso” que ser rebeldes, vestirse de
cuero y decir “fuckyou” los convertían en héroes de la liberación.
Pobres
ingenuos, hoy pelados, gordos, sin un mango, laburando de sol a sol, siguen
gritando, ya sin voz: “aguante el Carpo”, “vamos Indio” y así hasta terminar
con toda la fauna de deprimentes conductores infectos, que viven como grandes
burgueses, en casas de la Zona Norte de Buenos Aires, mandan a sus hijos a
colegios privados muy “british” y manejan autos de alta gama…veranean en Punta
del Este, algunos viven en este bonito lugar… los otros van a Miami, bunker
argento por excelencia.
No
me agrada convertirme en un profeta del desencanto, pero no puedo dejar de
manifestar lo que conozco y sé, lo que me ha costado, por no negociar y
denunciar, ser censurado, difamado y amenazado, hasta hoy. No soy un portavoz
de aquellos que no tienen derecho a réplica, ni un adalid de las clases
populares, aquellas que aún tienen cojones, hartas de ser continuamente
pisoteadas, humilladas y explotadas, pero mis palabras pueden ser replicadas,
actuar como el eco de miles de personas que replican la nueva consigna del
inconformismo: no soportamos más tanta estafa, tanta mentira, tanto fraude, no
nos representa nadie. Poco a poco, con esta premisa, el mensaje de los medios
de publicidad del gobierno, se convierte en un cuento de terror al mejor estilo
de Edgar Allan Poe o de Irving Stone, donde el espacio que ocupa la TV en la
sobrevida de la comunidad, es oscuro, tenebroso y de qué manera este mundo de
la TV crea a sus propios monstruos, para acabar devorando el sentido de la
verdad, como fuente de todo principio emancipador y libertario.
Todas
las consignas y los ataques que pueda yo pronunciar en contra del statu quo, no
son más que pequeñas dosis de rebelión, que los amables lectores de mis
editoriales saben digerir muy bien e incluso comentar. Pero el show continúa.
Pues la audiencia televisiva sigue reunida frente a la TV, para disfrutar de su
momento de engañosa sensación de libertad, mientras el negocio de la libertad
condicional lo manejan las corporaciones a un ritmo vertiginoso.
Puede
ser significativo, en este sentido, que el momento en el que empiezo a
proclamar la insignificancia del individuo ante la eliminación de las
libertades individuales, el momento preciso donde el compromiso con la vida
debe primar, es precisamente cuando las audiencias (despojadas de su dosis de
adrenalina y alimentadas con el pesimismo) abandonan cualquier ideal
libertario, cuyo modelo empieza a parecer agotado por desidia, por cobardía,
por temor a quedar fuera del modelo a seguir, por lo que sea, no es tiempo de
héroes, estos han muerto.
He
escrito estas líneas en un tono deliberadamente aséptico, ahondando en aspectos
que están presentes en los medios de comunicación, cada día más atomizados,
siguen atacando sin piedad en una batalla sin cuartel por la atención del
público, los electores del títere que ocupará el cargo en el ejecutivo, y donde
las líneas rojas de la ética se desplazan hacia el “todo vale”. No hay más que
dedicar una tarde (no recomiendo hacerlo más tiempo) a hacer zapping por los
canales de la televisión actual para darse cuenta cuánta basura nos entregan
con las peores intenciones. La verdad es incompatible con los medios económicos
de publicidad (algunos los denominan de manera optimista de comunicación), como
tampoco a los capo mafia que los controlan y dirigen, no les gusta la verdad
primero porque le gusta operar en secreto y segundo porque no da dinero ya que
la masa no le gusta la verdad sino es agradable.
El
poder lo controla todo por ello se pueden ver todo tipo de porquerías en TV y
leer mentiras atroces en los medios gráficos, como también rodar películas
desagradables… creo el mundo sabe que las cosas no están bien. Hay crisis de
valores, que se elevan sobre las económicas… hay millones de hambreados e indigentes…
y lo peor es que nadie avizora una salida digna, entonces el ciudadano medio
sigue sentado frente a la TV y las verdades que desagradan se conjuran en el
evangelio del Neoliberalismo Cosmológico.
Un
mundo perfecto según los grandes corporacionistas, donde prometen que
trabajarán todos en la Gran Multinacional Global, aún no fundada, pero
prometida en campañas electorales eternas. Estos corporacionistas, aseguran que
para ello no hay que detener el flujo del dinero ya que no existen ni patrias ni
gobiernos. El dinero hermana, afirman, como demuestra el que en el mundo de los
negocios sólo hay socios, los árabes autócratas y los chinos neocomunistas, los
yankysanarquistas, los argentinos arrodillados… Las fusiones y lo universal del
dinero acaban con la competencia y por tanto con la libertad y la diversidad.
Tenemos
que internalizar, de que, según pasaron los años, se agudizó la brecha
generacional. La TV modificó de forma diversa el paradigma de las diferentes
generaciones, cada una asimiló el mensaje manipulador de un modo particular,
pero todos han sido penetrados por el discurso alienante y adictivo. Esto es
algo que podemos entender hoy muy bien con Internet. Para los jóvenes hoy el
mundo digital y real son uno y eso les diferencia de los que, por edad, les
parecen dos cosas distintas. Esto ha cambiado la forma de relacionarse y la
sentimentalidad de la juventud. En ella los mayores están preocupados porque
los jóvenes consideran igual de real lo que sale en la TV que lo que ocurre en
sus casas y la cantidad de información ha entumecido su empatía haciéndolos más
distantes y fríos.
Este
editorial trata de animar a la gente a protestar y a no refugiarse en sí
mismos. A comenzar el cambio desde abajo, diciendo no, en vez de pretender
cambiar las cosas desde arriba, el modelo que el sistema impone a diestra y
siniestra. Con no permitir ciertas cosas, la situación cambiaría. Es tan
sencillo como eso… Y no olvidemos, que no existen ya, para el Neoliberalismo,
ni naciones ni pueblos… no hay rusos, ni árabes, ni terceros mundos. Existe un
enorme sistema un vasto y salvaje entramado multinacional, dominio de
petrodólares, euros, yen y libras, que determina la totalidad de la vida en
esta tierra.
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