LA MOCIÓN DE LA CHECA
ANÍBAL MALVAR
El
País está logrando un efecto balsámico sobre esta sociedad azotada por la
escasez y la corrupción: nos hace reír. Se ha montado un gran cachondeo en las
redes a costa del titular de portada con el que el periódico de Prisa respondía
este viernes a la moción de censura planteada por Podemos: “PSOE y Ciudadanos
responden unidos a la corrupción del PP”. Es asombrosa la pertinacia con la que
el diario oficial de Felipe González defiende la derrota del Partido
Socialista, ese barco tan prepotente que se cree que no necesita mar para
navegar. De nada han servido las elecciones francesas. Ni el referéndum del
Brexit. Mariano Rajoy es un genio: sobrevive de la inercia y mata a sus
enemigos por inercia. Seguramente no sea humano. Es el único ser que se
alimenta con la misma materia que le sirve para aniquilar a sus enemigos.
Editorializaba
el periódico que dirige Antonio Caño con premura, advitiendo de que “nadie duda
de la gravedad de la situación política española, aunque estamos lejos de
vivir, como pretende Iglesias, en un estado de excepción democrático que
obligue a las demás fuerzas políticas a arrojarse en sus brazos de
autopostulado salvador de la democracia. Más bien, como pone de manifiesto el
oportunismo de una iniciativa lanzada, una vez más, sin consultar a nadie, la
radicalidad de Iglesias y su nulo interés en dar respuestas constructivas a la
crisis política actual se convierten en uno de los factores que apuntalan a
Rajoy en el poder”.
El
País olvida que desde sus páginas usó incluso el insulto a Pedro Sánchez
precisamente para “apuntalar a Rajoy en el poder”. Ahora deslegitima una
censura cuyo único defecto cabe en el breve éter de un reloj de pulsera: llega
demasiado tarde.
Es
cierto que a Pablo Iglesias y a Podemos les sobran una o dos dosis de histrionismo.
Pero el histrionismo no es pecado capital (hasta que la ley mordaza demuestre
lo contrario, que al tiempo). En el mismo diario, pocas páginas más adelante,
Fernando Vallespín aporta una frase que se le puede aplicar a su mismo
periódico: “Esta vez la suma de iniquidades es tan apabullante que pueden
recurrir a eso tan español de que no les tomen por gilipollas”.
Salvador
Sostres, desde ABC, defiende incluso a los altos cargos gubernamentales que se
reúnen impúdicamente con nuestros entrañables imputados. Sus argumentos –si se
pueden llamar así– tienen el sabor delirante de un bocado de LSD disuelto en un
buche de baba espesa: “Estamos llevando tan lejos la metáfora del paseíllo y de
la checa, que o nos ponemos serios defendiendo los más elementales diques de
contención contra los revanchistas y la barbarie, o cuando en medio de la noche
nos vuelvan a venir a buscar y queramos reaccionar, ya será demasiado tarde”.
Es leer esto e imaginar a Íñigo Errejón de niño intentando comprender el
mecanismo de la guillotina que le acaban de traer los Reyes Magos.
No
menos guerracivilero se pone el gran Federico Jiménez Losantos en El Mundo.
Parece mentira lo que a estos cráneos privilegiados les puede inspirar un
artefacto democrático como una moción de censura. A todos les inspira lo mismo.
Poneos a cubierto antes de leer lo que sigue: “[Pablo Iglesias] Va camino de
Bujarin o Kámenev, que en los juicios de Moscú confesaron que venían
conspirando contra la revolución antes incluso de que existiera, que eso sí que
demuestra su naturaleza miserable y lo justo de fusilarlos. En esa época,
mientras la mayor parte de la izquierda europea elogiaba la justicia de Stalin,
en Madrid se violaba, torturaba y asesinaba en las checas por los delitos de ir
a misa, votar a la Derecha o haber sido amigo de Trotski, como Andreu Nin, al
que difamaron muerto tras despellejarlo vivo en casa de los aristócratas
comunistas Constancia de la Mora e Hidalgo de Cisneros. Y a esa España –a la
mártir Venezuela– quiere devolvernos la Pareja Alfa de Podemos”.
Nuestra
derecha mediática interpreta una moción de censura como si fuera un golpe de
Estado o una revolución cruenta.
En
el mismo periódico, Jorge Bustos, que es más joven y menos guerracivilero
intenta tirar de humor, tanto que sus argumentos consiguen que nos riamos de
él. Al lorito con su análisis de la maniobra podemita: “Censuras a Rajoy, pero
le quitas el foco de la corrupción para ponerlo en tu ocurrencia; maldices el
capitalismo, pero engordas las arcas de las cadenas privadas; abominas del
machismo, pero expones a tu femenino número dos al ridículo frecuente.
Paradojas que cabalga Podemos en una escapada de sobreactuación maniquea que ya
hastía”. Ya. Soportar la corrupción sistémica es mucho más descansado, colega.
O sea, sí.
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