HOMO EUROPAEUS
CRIS COVO GÓMEZ
Desde
siempre el Mediterráneo ha sido sinónimo de intercambio, una vía a través de la
cual circulaban por Europa seda, vino, especies y salazones. La nueva ruta
abrió nuevas posibilidades al comercio y desarrolló vías de comunicación,
abiertas a través del mar. El Báltico se convirtió en una notable red de
mercancías y personas que afianzó las relaciones entre los pueblos y contribuyó
al movimiento interno del continente. El espacio que se dibujó a partir de
entonces fue de una agilidad y dinamismo únicos, volcado en todas las
dimensiones de la vida; política, social y económica.
Esta
imagen contrasta con la que tenemos hoy día de nuestra nueva Europa, con sus
policías de frontera, sus vertidos al mar, sus ciudadanos de primera y de
segunda.
Los
países menores de la unión, Portugal, España e Italia (EPI) de los que se suele
hablar denotando un cierto desprecio, cual juego de abastecedores y
abastecidos, colonias y metrópoli al fin y al cabo.
El
gran proyecto de Europa ha hecho aguas por muchos sitios, ahora nos encontramos
ante un mapa ciertamente fragmentado, que anuncia continuamente el fracaso de
las políticas que se han venido aplicando, la muerte del euro, la salida de la
unión de ciertos países que contemplan con angustia como otros se comen su
sopa,…
Habría
que volver a retomar el concepto de los antiguos, el “mare nostrum” tan
vitoreado y aclamado, un espacio de encuentro e integración que abogue por la
prosperidad al margen de los planteamientos y los moldes en que nos hemos
encasillado. La Europa de los pueblos desarrolla la imagen de un espacio
próspero, no de divisiones y enfrentamientos…
Un cambio de las viejas estructuras y de las mentalidades para poder
seguir avanzando y creer de nuevo en el sueño de Europa.
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