ELLAS. CAPÍTULO 24
DUNIA SÁNCHEZ
Océano de la conciencia
Vergel de sal y caracolas
Respondiendo a mis caricias
Sobre témpanos de helados sentidos.
El todo, el juego de barcas
Desenvainando la belleza
Ennegrecida por los poderes quemados
En el ronronear de la sangre.
Océano, líquido de blancos ojos
Rorcuales vagando en la tempestad
De alas podridas en la supervivencia.
Me
ha visto. Yo, aquí, palpando su mirada ausente en las horas. Creo que no me
reconoce, pero yo llego a ese vaivén delatador de quien es. Me emociona que la
memoria me oprima y deja escapar un halito de existencia. No, no soy un
loco...quizás pueda pensarlo. No más que un ser convaleciente en el desagrado
de ser. Sí...si, fue anoche cuando tropecé con él. Yo me iba de casa de Anne en
las explanadas de la inexistencia y paré un taxi. Subí en el, un desnutrido
diálogo de la radio sonaba. Ah, sí. Regresan los recuerdos, no son inoportunos
sino satisfactorios. Sus rasgos dicen quién será este. Comprendo la cantidad de
gente que debe de haber subido en su coche. El ahí supongo que con su esposa y
sus hijos, disfrutando de las aventuras del oleaje rompiendo sutilmente con las
rocas. Yo, quieto, cadavérico, inmerso en dudas. Pero quiero saludarlo.
Disimulo, silbo y hago como si no estuviera vigilándolo. Saco mi bloc de notas
y escribo y escribo...
Mi casa,
Sables sacudiendo mi faz.
Sudor.
Humeantes acuarelas marinas
Emergiendo de la nada.
Brisa que viene.
Brisa que va.
En el escuálido sondeo
De sus manos sobre las mías.
Se
levanta y sigilosamente viene hasta mí. Me aparta hacia una zona del parque
donde su familia no puede vernos. Me habla, me interroga el por qué no dejo de
mirarlos, quién soy yo. No se enoja, pero el brillo de sus ojos me hace temer
cierta ira descifrable del que no me molestes en estos momentos. Molestar no.
Me iré lejos de este parque, más allá del oleaje fecundo que suavemente mece a
las gaviotas. Pero he de decir que me he visto, he recuperado cierto fotograma
grabado en mi cerebro, en mi esencia. Me marcho con paso firme, con la vieja
espera de que algún corazón me ofrezca gotas de aliento para borrar las
neblinas que cuelgan en mi espalda. Ojala que llueva, me apetece estar en una
cafetería consumiendo un café a medida que mis palabras esculpen mi alma ¡Ay
Anne¡, amiga Anne…no me olvides.
No, no me olvides.
Algas colgando de mis
huesos gastados
En el precipicio
afilador de la desorientación.
Te llamo, ahora
Cuando las gaviotas
enhebran vuelos de calma
En el vasto mar que me
entrego.
No, no me olvides.
Encuentro de rocas
amorfas
Tragando de mis
pisadas amargas,
Conquistadas por la
oquedad de mis ojos.
Ven, ven
Alcanza la meta de mis
sueños,
Reales, en el vértice
de la coherencia
Inhibida en el andar
de los años
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