¡QUÉ TÍO MÁS RADICAL!
El líder al que la mayor parte de la prensa no dudaría en tachar de
“radical” y “de la extrema izquierda” enarbola el megáfono ante la masa
El líder al que la mayor parte de la prensa no dudaría en tachar de “radical” y
“de la extrema izquierda” enarbola el megáfono ante la masa. Se
hace el silencio… ¡Compañeros! “¡El capitalismo salvaje ha enseñado la lógica
de las ganancias a cualquier coste!”. El rugido de la muchedumbre enfebrecida
interrumpe al orador, que intenta continuar. Entre el auditorio, pancartas
contra la precariedad laboral. ¡Compañeros!, prosigue el líder con el
rostro iluminado, “¡el dinero debe servir y no gobernar!”. Los aplausos se
redoblan.
Un grupo de asistentes al mitin,
blancos, negros, magrebíes, agita carteles pidiendo papeles para todos. El orador recoge el guante y, tras
un silencio solemne, grita: ¡Compañeros!, “¡No podemos permitir que el Mediterráneo
se convierta en un gran cementerio!”. La masa aplaude y corea: ¡Ningún ser
humano es ilegal!, ¡ningún ser humano es ilegal!
El líder carismático escucha y asiente,
y vuelve intentar hacerse oír, esta vez arremetiendo contra la jerarquía católica. Sabe que estas ideas le
van a granjear nuevos titulares beligerantes en la prensa conservadora y en las
redes sociales. ¡Compañeros!, “¡Me duele ver a un cura o a una monja con el
último modelo de coche! ¡No necesitamos clérigos de despacho!”. Una oleada de
aprobación recorre el auditorio.
Mientras, en un extremo, un grupo de
feministas comienza a corear consignas, y el líder sonríe. Levanta la mano y
pide algo de sosiego mientras asiente. ¡Compañeras, compañeros! ¡Un momento, un
poco de silencio! ¡Compañeras, lo tenemos muy claro!: “¡Un mundo donde las
mujeres son excluidas es un mundo estéril!”. Un bramido de admiración
sobrevuela el gentío mientras se agitan pancartas que exigenigual salario por el mismo trabajo y el fin de la violencia
machista.
El líder ve a mujeres cogidas de la
mano, a hombres que se besan de emoción: “¡Quién soy yo para juzgar a un gay!”,
brama. Es consciente de la inmensa pluralidad de modelos de familia que
existen. Unas militantes lanzan consignas por el derecho a decidir. El líder
asiente: “Para ser un buen católico no hace falta tener hijos como
conejos”. El calor y el sonido del auditorio son sobrecogedores.
El líder vuelve a levantar la mano
pidiendo silencio. Va a dirigir la última andana contra el corazón del poder
establecido. Contra el modelo económico basado en el agotamiento de los
recursos, en la economía basada en el petróleo y en la
destrucción del planeta. Esto es sin duda lo que más encrespa a los
medios de comunicación tradicionales, sostenidos por los bancos y las compañías
energéticas, dos caras de la misma moneda.
El líder pide silencio por última vez.
El auditorio enmudece. Ya no necesita gritar: Compañeros, “este siglo podría
ser testigo de cambios climáticos inauditos. La tecnología basada en
combustibles fósiles muy contaminantes necesita ser reemplazada progresivamente
y sin demora”. Los militantes y simpatizantes rompen a aplaudir y a
corear consignas.
El líder sabe que está jugando con
fuego. Está preparado para que los medios tradicionales se llenen de epítetos: radical, antisistema, marginal, extremista, de la extrema
izquierda. Es probable que los líderes de los partidos de
siempre usen esos mismos calificativos para arremeter contra él y
desacreditarlo.
Los poderosos se ponen nerviosos.
Directores de periódicos, analistas, columnistas, asesores de Presidencia y de
los principales Consejos de Administración comienzan a impacientarse ante
el empuje de este advenedizo con quien nadie contaba. Ellos quieren
gente de orden, con valores. Habrá
que quitarse de encima a este líder tan peligroso y demagogo.
*NOTA
ACLARATORIA: Todas las afirmaciones entrecomilladas del líder supuestamente extremista yradical de izquierdas han
sido realizadas por el Su Santidad el Papa Francisco I entre
mayo de 2013 y junio de 2015.
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