¡A LA YUGULAR DE LOS
NUEVOS!
Preparaos, porque esto es sólo el
principio. Si os han parecido ridículas y fuera de tono las críticas hacia las
candidaturas de confluencia de la izquierda, críticas lanzadas por el entorno
del extremo centro (esa extrema derecha disfrazada con
los ropajes del fundamentalismo de la moderación) ya podéis ir tragando aguantoformo: esto no ha hecho más que empezar. Está bien engrasada la correa de transmisión de consignas entre
las cúpulas de los partidos tradicionales y los directivos de las cabeceras de
la gran mayoría de los periódicos impresos y las tertulias políticas de
la TDT Party.Así que estad prevenidos, porque cualquier
error de los nuevos gobiernos regionales y municipales de confluencia será
amplificado por mil, por cinco mil, en todas las franjas horarias, todos los
días de la semana, por tierra, mar y aire.
Cualquier lapsus, cualquier malentendido
o cualquier equivocación (que las habrá y muchas), va a encontrar siempre un
eco razonable en los medios periodísticos honestos –eso es lo lógico y lo
profesional–; pero es que, además, esos errores van a encontrar un
generosísimo eco, un eco exagerado, torticero y manipulador, de manera
incansable, en esos medios que, en manos de la banca, viven un declive tozudo
(como también lo vive la vieja política). Prueba de ello, sólo una
de las miles que llegarán, es la portada de hoy de un periódico de tirada
nacional: muestra a la imputada Tania Sánchez sosteniendo el nombre de Manuela
Carmena. ¿Es culpable Carmena de que la apoye una persona imputada, que por
cierto no lo estaba cuando se hizo esa foto?
Los directivos de la vieja prensa llevan
meses tirándose a la yugular de las nuevas formas políticas por todo lo que
peligra… Y no peligra la democracia, sino las prevendas y
privilegios de los apoltronados. Peligran el hoy por ti, mañana por mí, peligran las puertas
giratorias entre los despachos de las redacciones y los despachos de las
consejerías y ministerios, peligran las suscripciones en bloque y peligran las
inserciones publicitarias. Y también peligra el compadreo, el a éste le conozco desde hace años, sé de qué pie cojea, me debe un
favor…
Con la llegada de gobiernos de
confluencia de la izquierda cambian los círculos de influencia, los mentideros,
los cenáculos, y toda una generación de conseguidores de
toda laya (también de conseguidores informativos) se va a encontrar braceando
en una piscina sin agua. Para defender ese antiguo estado de cosas,
también se tirarán a la yugular. Porque no es casualidad que los
partidos de siempre vivan sus horas más bajas al tiempo que los periódicos de
siempre viven también las suyas. Son dos caras de una misma moneda
que, ellos lo saben bien, en unos años podría dejar de ser de curso legal.
Pero, ¿será efectivo ese ataque a la
yugular de los nuevos gobiernos de confluencia? Será muy efectivo para los
políticos de antes. Letal para los medios
tradicionales. Porque los votantes de izquierda son hipercríticos (hacen bien)
y acusarán los errores y ajustarán cuentas en unas siguientes elecciones, y lo
harán por la vía en que lo suelen hacer los ciudadanos de izquierda: no yendo a
votar. Pero eso no los llevará a comprar más periódicos… de
los de antes. Tras esta campaña de desgaste que ya ha
comenzado -y que durará años-, tras ese resurgir de la
crispación (una crispación que no es ciudadana, sino mediática y teledirigida
desde los despachos) la derecha volverá al poder allá donde lo
ha perdido, pero sus medios afines no venderán más.
Mientras tanto, los votantes de extremo centro, adictos a los medios
aludidos, viven ya, desde la noche del 24-M, en un estado de movilización
permanente. Y en ese estado de alarma ininterrumpida, mantenidos
como títeres, muchos de ellos quedarán anclados en la minoría de edad ciudadana
a la que los condena la consabida doctrina del shock (en
este caso mediático) que practican dirigentes políticos y periodísticos
aferrados a la poltrona, al sillón de sus entretelas.
Pese a que los burdos
intentos de manipulación de los lectores, de los oyentes, o de los espectadores
suponen, en primer lugar, insultar su inteligencia y perderles el respeto
debido, lo más triste, en el caso de España, es que hay una buena parte de oyentes, lectores y espectadores que quieren
mantenerse justo en esa minoría de edad, que quieren alarmarse, que no quieren
contrastar, ni matizar, ni sopesar. Quieren leer, ver y oír exactamente lo que
ya venían pensando. No buscan información, sino confirmación. Y
quieren que se lo cuenten los de siempre, desde los mismos atriles y las mismas
tribunas. Y los de siempre, claro, se lo quieren seguir contando. Y si para
ello hace falta ir a la yugular, sea.
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