NO BASTA CON REFORMAR LA FIFA
Por mucho que despotriquemos ahora contra la Fifa, esta organización opaca
no es más que la cabeza de un mundo, el del fútbol, profundamente carcomido
detrás de una fachada mediática de superestrellas, estadios modernos y valores
como el fairplay
Con una mezcla de incredulidad y
vergüenza ajena, se ha acogido la sorprendente dimisión del suizoJoseph Blatter como presidente de la Fifa, tras 17
años en el cargo. Habrá que ver cuáles son los motivos de esta extraña renuncia
a solo cuatro días de haberse propuesto y ser reelegido comomáximo jefe del fútbol mundial, pero todo indica que
tiene que ver con la investigación de las autoridades de EEUU, que por fin
levantaron la tapa de esa olla podrida que es la Fifa.
Mucha gente del fútbol exige ahora una
reforma profunda de este sistema que ha facilitado –o más bien generado– una
corrupción rampante en detrimento del deporte más popular del planeta. Algunos
incluso ponen en cuestión la celebración del Mundial de 2022 en Catar.
Aunque al parecer también hubo irregularidades en las concesiones de torneos
anteriores, la elección del pequeño emirato del Golfo supuso el mayor insulto a
la inteligencia de los futboleros y la prueba evidente de que algo olía muy
mal. ¿Cómo se explica que tras un largo y costoso proceso de evaluación de las
candidaturas y una votación en el seno de la Fifa, solo un año después se cayera en la obviedad de que las altas temperaturas
hacían imposible que se jugaran los partidos en Catar en las fechas habituales
de verano?
Pero por mucho que despotriquemos ahora
contra la Fifa, esta organización opaca no es más que la cabeza de un mundo, el
del fútbol, profundamente carcomido detrás de una fachada mediática de
superestrellas, estadios ultramodernos y supuestos valores como
el fairplay, el juego limpio. La globalización del
balompié ha ido acompañada de una acelerada
mercantilización en las últimas décadas. Por supuesto que es
bueno que los grandes equipos europeos tengan seguidores fieles en otros
continentes. Pero para los dirigentes de estos clubes, países como Colombia,
Tailandia o China no dejan de ser “mercados” donde posicionar la
“marca” para vender más productos. Los jugadores ya no solo se
fichan por su talento, sino también por el potencial de vender camisetas.
La contratación de futbolistas se ha
convertido en un gran negocio donde ganan agentes, directivos de clubes y los
propios deportistas. Lo fundamental es que la rueda no pare y que el mercado de
traspasos siga tan vivo como la bolsa. Con el auge de las
casas de apuestas –digitales y físicas– también han aumentado
las mafias del juego que tienen capacidad de sobornar a quien haga falta para
amañar partidos. Hay investigaciones desde Portugal a Alemania. El problema no
es que el fútbol-espectáculo genere enormes cantidades de dinero, sino quién se
lo queda y para qué sirve. No hay ninguna evidencia empírica de que un
futbolista de repente juegue mejor porque le paguen el doble de dinero.
Esperemos que la Fifa tome las consecuencias correctas del escándalo que ha
engullido a Blatter. Pero para limpiar este deporte todos los aficionados
deberíamos rebelarnos contra las prácticas corruptas y el mercadeo excesivo en
nuestros clubes y selecciones.
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