EL DRAMA ACTUAL DEL CRISTIANISMO ES JESÚS DE NAZARET
POR MIKEL ARIZALETA
No consta que
dios se haya revelado nunca, por el contrario, dios brilla por su ausencia
Días atrás el
sacerdote y teólogo Félix Placer escribió en el periódico Gara un artículo
titulado “La Iglesia vasca a debate” en el que, entre otras cosas decía
“creemos que, a pesar de añoranzas anacrónicas y tendencias conservadoras, la
Iglesia vasca puede contribuir a lograr una sociedad más justa y solidaria, y
afirmar los derechos de un pueblo libre”.
Las
reflexiones, debates y encuentros se han celebrado los días 1 y 2 de junio en
Gasteiz y los organizadores y dinamizadores han sido las comunidades cristianas
de base de Euskal Herria, agrupadas en torno a la revista “Herria Eliza 2000”,
y con una nutrida asistencia.
De entrada y
por mi parte agradecerles la invitación para hablar libremente sobre la Iglesia
y Dios, algo que se agradece también en el 2015, tras 20 siglos de
cristianismo. Y es que, por mucho que se manifieste su actual alcalde, el Sr.
Maroto, en contra, Gasteiz sigue siendo un lugar de encuentro y entendimiento.
Ya a finales de
los años sesenta del pasado siglo decía el entonces cardenal brasileño Helder
Cámara en el circo Krone de la calle Marsstrasse de Munich: “Si doy de comer a
los pobres me dicen que soy un santo, pero si pregunto por qué los pobres pasan
hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista” o, en frase posterior de
un kurdo huido a las montañas tras ser bombardeado su pueblo: “Quienes nos
bombardean dicen que somos terroristas”.
Hoy es patente
y claro que el cristiano obtiene la verdad divina de segunda mano, de mano
extraña, que su verdad es una verdad mediatizada y censurada. El dios, que el
hombre creyente encuentra al final de la cadena distribuidora eclesial, es un
dios censurado. La verdad, o lo que quedó de ella, está terciada, enturbiada,
interpretada, degenerada por la incomprensión teológica de pastores, tiempos,
mediaciones e interpretaciones. Los diez tomos de “Historia criminal del
cristianismo” en alemán de KarlHeinz Deschner (Kriminalgeschichte des
Christentums, publicados en castellano tan sólo los cinco primeros que hacen
nueve) lo muestran de manera rotunda: “Dios camina sobre abarcas del diablo” o,
en palabras del jesuita Volk (a quien la regla decimotercera de su orden impone
creer): “que lo que tengo por blanco no es tal, sino negro, si lo manda la
jerarquía eclesiástica”. En los últimos años han aparecido diversos libros
dentro del cristianismo con títulos como “El gran fraude” del famoso exegeta
Gerd Lüdemann o el “Credo falsificado” y “Falsificaciones y engaños” del
historiador KarlHeinz Deschner, por citar tan sólo algunos.
Ya Friedrich
Nietzsche se dio cuenta cuando dijo: “Yo condeno el cristianismo, yo formulo
contra la Iglesia cristiana la más formidable acusación que jamás haya
expresado acusador alguno. Ella es para mí la mayor de las corrupciones
imaginables, […], ha hecho de toda verdad una mentira…”.
Nos hallamos en
la primera mitad del siglo XVIII en Hamburgo, Alemania. Hermann Samuel Reimarus
profesor, filósofo, teólogo, es también un especialista de lenguas orientales y
de la Biblia, en especial del Nuevo Testamento. Escribe, entre otras, su gran
obra “Apologie oder Schutzschrift für die vernünftigen Verehrer Gottes
(apología o escrito en defensa de los adoradores sensatos de Dios). Pero no se
atreve a publicar por temor a represalias eclesiales. Su libro se publicará por
fín en los años setenta del siglo XX. Este hombre es un pionero de la crítica
bíblica. Con él se inicia la búsqueda del Jesús histórico. Y aunque parezca
mentira es verdad, el Jesús histórico de los cristianos seguía siendo, por
entonces, un gran desconocido; se presentaba al Jesús de los Evangelios, al
Jesús de la Iglesia católica, encostrado y embadurnado con siete capas de
huevo, harina y pan rallado, como el Jesús de Nazaret, el Jesús histórico, el
hombre que caminó por las calles y el polvo de su tiempo, el que bebió agua de
sus fuentes.
Reimarus
descubre y afirma que Jesús y sus discípulos persiguieron objetivos distintos,
que Jesús anunció la llegada del reino y fracasó, que los discípulos inventaron
el mensaje de su resurrección y de su segunda venida, que no podemos fiarnos de
lo que los apóstoles nos dicen sobre Jesús porque lo que ellos dicen no
responde a lo que él dijo y enseñó. Luego otros muchos, desde cátedras
universitarias, apoyados en una mayor libertad de pensamiento y crítica y
siendo fieles a las leyes de la ciencia, han certificado que los evangelistas
proyectan en sus escritos, los Evangelios, sus pensamientos e ideas, muy otras
que las de Jesús. El Jesús de los Evangelios, a la vista de la investigación
actual, ha quedado hecho trizas como un Jesús de la reflexión de los cristianos
de su tiempo, y en concreto de aquellos creyentes vencedores en sus
discusiones, convertidas en palabra de dios.
Y a mi modo de
ver aquí está el gran drama del cristianismo, que ya se venía gestando como
digo desde el siglo XVIII: La Biblia ni es palabra de dios, ni Jesús es el hijo
de dios, ni ha resucitado. Lo que se pone en duda y niega es la fundamentación
misma de la Iglesia católica, su teología, su revelación divina.
Muchos
cristianos, desde el inicio de la Iglesia hasta el día de hoy, apelan a Jesús
únicamente para atribuirle y poner en su boca y vida los deseos de cada cual, y
esto ocurre también a los autores de los escritos bíblicos. La Biblia es el
compendio de una serie de libros de estilos diversos, de calidad literaria
desigual, reflejo de la mentalidad de diversos grupos, a veces muy
contradictorios, que se sintieron pueblo especial dentro del mundo que les tocó
vivir, pero que desde un punto de vista científico y de ética y altura humana
nada tienen que enseñar al mundo actual sobre la formulación de su génesis o
sobre derechos humanos. Muy al contrario, sus autores, la Iglesia católica, al
igual que las demás Iglesias, y el mismo dios debieran aprender a respetarlos.
No hay
constancia de ninguna revelación divina, ni buena ni mala. No consta que dios
se haya revelado nunca, por el contrario, dios brilla por su ausencia, y hacer
teología de un dios mudo es harto difícil y mera paja mental. El dios fabricado
por el creyente y la Iglesia es a base de denigrar al hombre, como ladrillo de
su ignorancia y desconocimiento. A medida que avanza el conocimiento humano
retrocede el campo que se ha hecho pisar a dios. El crecimiento del hombre
supone la retirada, el retroceso de dios.
A estas
alturas, confiesa el creyente tenue Manuel Olasagasti en “Otras noticias de
Dios”, el atributo más irrefutable de los dioses es su silencio. Son las
religiones las que han querido que Dios sea locuaz, que hablase. Y ante su
silencio a martillazos ellas han hablado hasta por los codos. Las religiones
siguen sin aprender la lección, su parloteo es desautorizado constantemente por
el silencio de su dios.
El Nuevo
Testamento sabe demasiadas cosas de dios; comenzó a divinizar a aquel hombre
Jesús de Nazaret, levantó y construyó sobre él una teología y una cristología,
un mondongo, que hoy constituye un verdadero drama para la Iglesia: se asienta
en una mentira piadosa, en un vacío deseo
Dios ha sido
esperanza para el hombre acorralado. Y en esa liberación del hombre de nuestro
tiempo, de sus gobiernos criminales que les roban sus finanzas, su trabajo y
dignidad para exportar y hacer guerras en otras partes, en ese juntar puños y
energías para parar nuevas esclavitudes y fomentar solidaridades entre hombres
y mujeres, para crear una vida más risueña, con más olor y sabor a dignidad
humana, amanece un largo y ancho camino para un proyecto común anclado en
raíces y experiencias vitales distintas.
En abril de
este año fue juzgado en Alemania Oskar Gröning, acusado de haber contribuido al
asesinato de 300.000 personas en Auschwitz. Hoy tiene 94 años. Y no niega que
estuviese al tanto de las matanzas masivas, de su gasificación y cremación.
Pero lo que más indignó en la sala fue que afirmara que “él contribuyó a que la
matanza fuera lo más dignamente posible, se hiciera con limpieza”. Y de haber
matado con limpieza, sin salirse de la fila, él se siente orgulloso. ¡Así de
imbécil puede llegar a ser el hombre!
La octogenaria
Eva Mozes Kor sobrevivió a ese campo de horror y al “limpio” trabajo de ese
hombre, si bien fueron gaseados sus padres y dos de sus hermanas. Y dice haber
sobrevivido porque perdonó a los nazis: “Tomé las riendas de mi vida, porque
con rabia y dolor una no puede vivir largo tiempo. El perdón es un acto de
autoliberación, gratis y sin efectos secundarios”.
Hace poco Goio
Ubierna, en conversación amigable de taberna y con un vaso de vino tinto, nos
dijo que hay que decir desde dónde se habla, determinar la esquina desde la que
se mira. En Gasteiz yo hablé desde la increencia. Gasteiz y las comunidades
cristianas de base de Euskal Herria en torno a la revista “Herria Eliza 2000”
crearon un muy buen espacio de libertad apuntalando un ensudado y comprometido
trabajo en pro de la persona y una sociedad solidaria. Y eso se agradece
también en el 2015.
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