EGIPTO: SISI, EL DICTADOR “BUENO” DE LOS 40.000 PRESOS POLÍTICOS
POR LUZ GÓMEZ
Las relaciones de
Europa con el Mundo Árabe se producen siempre a espaldas de los pueblos de
ambas orillas, y a favor de las grandes empresas. Sisi es un peón en la
estrategia regional que lidera Arabia Saudí y secundan los Estados del Golfo.
Su “reinado” es una variante de las guerras por delegación con que se está
dirimiendo el futuro de la zona.
A Abdelfatá Al
Sisi, el mariscal golpista convertido en presidente de Egipto, ya solo le falta
Londres en su ramillete de grandes capitales europeas a las que ha acudido en
busca de legitimidad. La semana pasada visitó Berlín, y en los últimos seis
meses ha estado en Roma, París y Madrid. En Alemania, a diferencia de lo
ocurrido en las otras capitales, la visita ha estado rodeada de polémica, si
bien ello no ha evitado la fotografía conjunta de Angela Merkel y el nuevo
dictador. Esta foto quedará más en la memoria que las que se ha hecho con
Rajoy, Hollande o Tsipras, porque a nadie se le escapa que Merkel es la
presidenta de facto de Europa. Y dentro de unos años será tan sonrojante como
lo es hoy la de los tres de las Azores, o la de Aznar, Gadafi y El Rayo del
Líder, el caballo que el presidente libio regaló al español. Así son las
relaciones de Europa con el mundo árabe: a espaldas de los pueblos de ambas
orillas, con el viento siempre a favor de las grandes empresas, que viajan en
los séquitos de uno y otro lado.
Es bien conocido
el patrón de lo acontecido en Berlín: si en Madrid se trataba de los contratos
del AVE y en París de los aviones de combate Rafale, en Berlín Siemens ha
firmado con sus contrapartes egipcias Orascom y Elsewedy Electric el que se
dice que es el mayor contrato único de su historia: 8.000 millones de euros
para construir tres plantas de gas y energía eólica. Pero en esta ocasión, en
el cortejo que ha acompañado a Sisi viajaba además una curiosa delegación de la
actual élite egipcia contrarrevolucionaria: 150 actores, periodistas y personajes
de la televisión que “representan todo el espectro del pueblo egipcio”, según
declaraciones de la actriz Ilham Chahine, convertida en un icono de la
sisimanía. Volaron desde El Cairo en un jet fletado por la Cámara de la
Industria Audiovisual, un organismo fundado y presidido por Mohamed Al Amin,
dueño del grupo audiovisual CBC, que se hizo con gran parte de los medios tras
la revolución de 2011 y es el mayor vocero del régimen de Sisi. A esta claque
dirigió el exmariscal sus primeras palabras de agradecimiento en la rueda de
prensa conjunta que dio con Angela Merkel. No es para menos la deferencia, pues
junto con los jueces y las fuerzas de seguridad los medios de comunicación son
los grandes valedores de su dictadura, jaleada a diario como la “revolución del
30 de junio”. Uno de estos diarios, Al-Watan, corría precisamente a titular
así: “Alemania reconoce la revolución del 30 de junio”. Ese día de 2013 ha sido
elegido por los contrarrevolucionarios como icono de su revolución correctiva,
la que derrocó al presidente Mohamed Morsi, elegido democráticamente, y
devolvió a los militares el poder que habían ido perdiendo desde la revolución
popular del 25 de enero de 2011.
A Merkel es
evidente que le ha pesado más la presión de las empresas alemanas que sus
propias palabras. El año pasado afirmó que no recibiría a Sisi mientras no se
celebraran las elecciones legislativas anunciadas en la llamada por John Kerry
“hoja de ruta a la democracia en Egipto”. No es que celebrarlas sea garantía de
mucho, pero algo sería. Sin embargo, las elecciones se han ido retrasando y
siguen en el aire. La canciller alemana, que le expresó en público a Sisi su
preocupación por las condenas a muerte masivas (sin mencionar específicamente
la que pesa sobre el expresidente Morsi), dijo también que “a pesar de acuerdos
y desacuerdos, nos hemos escuchado uno a otro”. Curiosa relación de una
demócrata con un dictador.
Pero no toda la
clase política alemana estaba dispuesta a tratar de igual a igual a Sisi. O
quizá sí, pero a efectos de imagen venía bien dar una de cal y otra de arena.
Norbert Lammert, presidente del Parlamento alemán, declinó reunirse con el
dictador alegando su preocupación “por la situación de los derechos humanos en
Egipto”. De ella han hecho recuento cinco organizaciones de derechos humanos
(Amnistía Internacional, Front Line Defender, Human Rights Watch, la
Organización Mundial Contra la Tortura y la Red Euromediterránea de Derechos
Humanos) en una carta a Merkel solicitándole que intervenga ante Sisi. El panorama
es pavoroso: 41.000 presos políticos, juicios en masa faltos de toda garantía
procesal, recurso indiscriminado a tribunales militares, torturas y violaciones
de los detenidos, uso de violencia sexual por las fuerzas de seguridad,
condiciones infrahumanas en prisiones y comisarías… No han trascendido las
conversaciones privadas, pero en la rueda de prensa Sisi despachó todo ello
amparándose en la “lucha contra el fascismo religioso”.
Las conclusiones
del orden internacional son claras: Sisi, el dictador bueno, asegura la
estabilidad y los negocios de Occidente; es un aliado en la lucha contra el
yihadismo; y si los egipcios no tienen democracia hay una justificación
subliminal, de rancio fondo orientalista: es porque no están preparados para
ella, o porque la quieren a su manera, a la manera de Sisi, como se encargan de
pregonar los corifeos que le han acompañado a Berlín (en Madrid todo fue menos
chispeante, se nota que los egipcios saben bien quién es quién). En cuanto a
los derechos humanos, la Unión Europea tiene una larga experiencia en mirar y
señalar solo lo que le conviene. El dedo de Bruselas raramente apunta a Arabia
Saudí, menos aún a los Emiratos Árabes Unidos, los dos grandes valedores de la
contrarrevolución árabe, tanto en Egipto (el monto de la ayuda económica en
estos dos últimos años asciende a 30.000 millones de euros; y los que están por
venir, para pagar a Siemens y demás) como en Siria.
Porque no hay que
olvidar que Sisi es un peón en la estrategia regional que lidera Arabia Saudí y
secundan los Estados del Golfo. Su “reinado” es una variante de las guerras por
delegación con que se está dirimiendo el futuro de la zona. En Siria e Irak se
optó por subarrendar la guerra a los yihadistas, de lo que nació un hijo
díscolo, el ISIS, al que cada vez es más difícil controlar. La última aventura
consiste en lavarle la cara al Frente Al-Nusra para que se encargue del ISIS.
Su líder, Abu Mohamed Al-Golani, ha asegurado en una entrevista en exclusiva a
Al-Jazeera que su grupo en absoluto tiene intención de actuar contra Occidente.
Las grandes empresas pueden estar tranquilas: en Egipto, tenemos un dictador
bueno; en Siria, estamos testando a unos yihadistasbuenos; y en el Golfo todos
los tiranos son buenos.
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