lipotimia de estado
Eduardo Sanguinetti
En la práctica, Máximo Kirchner, en el nombre del padre, hoy gobierna. Encara, junto a su madre, la presidenta nominal, el desafío de la próxima recuperación. Para el Portal, el cristinismo debe interpretarse a través de sus recuperaciones. O sea, de sus caídas. Los verdaderos porrazos que produjeron las épicas recuperaciones.
Con el comienzo del otoño, se asiste a la antesala del nuevo fortalecimiento. Cuesta, en cada instancia, más. Con un cambio generacional de protagonistas. Sin Alberto ni Aníbal. Con De Vido estragado. Y con Boudou más muerto, incluso, que El Furia.
Máximo, el tierno muchachón de 35 años, ya pasa tres semanas del mes en Buenos Aires. Y una semana, apenas, cerca del Fort Knox de Río Gallegos. Entre alquileres y oxigenaciones. En la ciudad donde nadie le reconoce la menor aptitud como dirigente.
Desde la muerte irresponsable del padre, el chico registró un positivo proceso de transformaciones. Hasta consolidarse como el Jefe de la temible Agencia de Colocaciones La Cámpora. La que fue inventada por su padre, en la plenitud de su desocupación.
Es una organización extendida que ya cuenta con una apresurada biógrafa, y con la gloria vergonzante del mártir discutible. Consecuencia involuntaria de una “manuela de alta complejidad”.
Aparte, el tierno Máximo se consolida como el pilar fundamental de la madre.
La Presidente atraviesa, según nuestras fuentes, un momento demasiado malo. Con algunas transgresiones al sentido clásico del equilibrio. Un lapso posiblemente transitorio, de significativa intratabilidad. Deriva en la sucesión de instrucciones contradictorias. En retos posteriores hacia los desdichados que ejecutan las instrucciones corregidas.
Altibajos, en fin, emocionales. Usual combinación de elevaciones y depresiones que fascinan hasta a los médicos clínicos que acaban de recibirse. Ascensos que coinciden con las indispensables ceremonias televisadas, con un público fervorosamente adicto. Para que la dama se luzca, se muestre brillante, excesiva. Y se hable, con regularidad, encima. Para volver, paulatinamente, hacia el tango cotidiano de la angustiosa soledad. Con las carpetas que se acumulan y suelen, según nuestras fuentes, quedar relegadas a un costado. Desplazadas por la prioridad del control remoto.
Presión arterial
Argentina hoy depende de la presión arterial de La Presidenta. Consolida el riesgo persistente de la Lipotimia de Estado. Agravada, hasta la inquietud, por la Insolvencia Moral de Amado Boudou, el número dos. El vice que Cristina supo escoger. Con su arbitraria altivez, y los plenos poderes que signan su obsesión napoleónica.
Por la pendiente, en la cuesta abajo (antesala del fortalecimiento que se aguarda), Cristina se resiste a entregarlo a Boudou. Siente que es una ofrenda hacia Clarín y La Nación (aunque en realidad se lo carga, eventualmente, y sin ganas, el AsísDigital).
Sin embargo Cristina, según nuestras fuentes, ya sabe que Amado Boudou está irremediablemente perdido. Es el artífice que movilizó su principal equivocación. Si no lo deja caer, perfectamente puede sepultarse con él.
Conste que, hasta ahora, el vicepresidente la tuvo fácil. Sólo es impugnado por la obscenidad de Ciccone, la empresa que debe ser mantenida. Aún no se abordó, en materia informativa, al Juanchi Zavaleta, uno de los armadores del derrumbe. Ni tampoco nadie se aventuró entre las tinieblas que signan el negocio del turismo de carretera. Ampliaremos.
Para Boudou la opción, como dijo Jorge Icaza, es Nicho o Tierra.
Y el cristinismo pierde identidad cuando, ante un problema, no florece el culpable identificado. Es más grave cuando la exclusiva responsable de la catastrófica designación de Boudou es Cristina. Hoy muy atribulada, la pobre, atormentada. Con la necesidad política de imponer otra definitiva recuperación. Para dilatar, al menos, el colapso.
Contra-fáctica
La apasionante historia contra-fáctica sirve para interpretar la historia fáctica.
En vida del padre de Máximo, jamás Boudou hubiera sido el vicepresidente. Ni Máximo, tampoco, algo gravitante.
Primero, porque el Presidente iba a ser, en todo caso, Néstor Kirchner. Aunque midiera diez puntos menos que ella.
En la estrategia de El Furia, Boudou le servía exclusivamente para hostigarlo a Scioli, que es, justamente, quien emerge como el sustancial beneficiario de la debacle.
El Furia había decidido pasear a Boudou como precandidato a la gobernación de la provincia inviable. Con los fondos aceitosos de Bossio, del Ansés, la cantera agotable de talentos. Y con el armado distrital de Insaurralde, el intendente de Lomas de Zamora.
El amague llegó al punto más alto cuando El Furia, en público, en uno de los desbordes que se extrañan, lo apretó torpemente a Scioli. “Diga, Gobernador, quién le ata las manos”. Fue en octubre del 2010, poco antes de internarse en Los Arcos. En el zaguán del final.
Borges y Güiraldes
Que Boudou es Benjamín Otálora, “El muerto” de Borges, lo sabe, según nuestras fuentes, también Carlos Zanini. El abogado que mantiene las veleidades de estratega geopolítico. Y lo sabe el Changuito Icazuriaga, secretario de inteligencia del Estado. Interlocutores cotidianos del churrasquito nocturno, en la soledad de Olivos.
Máximo sabe que ambos -Zanini e Icazuriaga- tuvieron la obligación de advertir, a la Presidente, que el personaje pintoresco de la guitarrita, que elegía para secundarla, estaba muy “flojo de papeles”. Y que era núcleo de una cinematográfica Banda de Descuidistas.
Si Icazuriaga y Zanini se lo advirtieron, y Cristina no les llevó el apunte, es también grave. Preocupante. Significa que Cristina es cómplice del error hormonal. De la cuestión de género. Consecuencias de la atracción espiritual que inmediatamente se registró cuando Sergio Massa se lo llevó a Olivos. Ante el celo, siempre estricto, del poeta impopular Alberto Fernández.
Si Zanini o Icazuriaga no le advirtieron a Cristina, porque no se animaron o no lo sabían, es peor. Emergen como portadores de la magnífica incompetencia. Deberían, acaso, acompañar al Muerto de Borges. Al mejor estilo Güiraldes, del Segundo Sombra. “Como quien se desangra”.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
permitida la reproducción sin citación de fuente.
Con el comienzo del otoño, se asiste a la antesala del nuevo fortalecimiento. Cuesta, en cada instancia, más. Con un cambio generacional de protagonistas. Sin Alberto ni Aníbal. Con De Vido estragado. Y con Boudou más muerto, incluso, que El Furia.
Máximo, el tierno muchachón de 35 años, ya pasa tres semanas del mes en Buenos Aires. Y una semana, apenas, cerca del Fort Knox de Río Gallegos. Entre alquileres y oxigenaciones. En la ciudad donde nadie le reconoce la menor aptitud como dirigente.
Desde la muerte irresponsable del padre, el chico registró un positivo proceso de transformaciones. Hasta consolidarse como el Jefe de la temible Agencia de Colocaciones La Cámpora. La que fue inventada por su padre, en la plenitud de su desocupación.
Es una organización extendida que ya cuenta con una apresurada biógrafa, y con la gloria vergonzante del mártir discutible. Consecuencia involuntaria de una “manuela de alta complejidad”.
Aparte, el tierno Máximo se consolida como el pilar fundamental de la madre.
La Presidente atraviesa, según nuestras fuentes, un momento demasiado malo. Con algunas transgresiones al sentido clásico del equilibrio. Un lapso posiblemente transitorio, de significativa intratabilidad. Deriva en la sucesión de instrucciones contradictorias. En retos posteriores hacia los desdichados que ejecutan las instrucciones corregidas.
Altibajos, en fin, emocionales. Usual combinación de elevaciones y depresiones que fascinan hasta a los médicos clínicos que acaban de recibirse. Ascensos que coinciden con las indispensables ceremonias televisadas, con un público fervorosamente adicto. Para que la dama se luzca, se muestre brillante, excesiva. Y se hable, con regularidad, encima. Para volver, paulatinamente, hacia el tango cotidiano de la angustiosa soledad. Con las carpetas que se acumulan y suelen, según nuestras fuentes, quedar relegadas a un costado. Desplazadas por la prioridad del control remoto.
Presión arterial
Argentina hoy depende de la presión arterial de La Presidenta. Consolida el riesgo persistente de la Lipotimia de Estado. Agravada, hasta la inquietud, por la Insolvencia Moral de Amado Boudou, el número dos. El vice que Cristina supo escoger. Con su arbitraria altivez, y los plenos poderes que signan su obsesión napoleónica.
Por la pendiente, en la cuesta abajo (antesala del fortalecimiento que se aguarda), Cristina se resiste a entregarlo a Boudou. Siente que es una ofrenda hacia Clarín y La Nación (aunque en realidad se lo carga, eventualmente, y sin ganas, el AsísDigital).
Sin embargo Cristina, según nuestras fuentes, ya sabe que Amado Boudou está irremediablemente perdido. Es el artífice que movilizó su principal equivocación. Si no lo deja caer, perfectamente puede sepultarse con él.
Conste que, hasta ahora, el vicepresidente la tuvo fácil. Sólo es impugnado por la obscenidad de Ciccone, la empresa que debe ser mantenida. Aún no se abordó, en materia informativa, al Juanchi Zavaleta, uno de los armadores del derrumbe. Ni tampoco nadie se aventuró entre las tinieblas que signan el negocio del turismo de carretera. Ampliaremos.
Para Boudou la opción, como dijo Jorge Icaza, es Nicho o Tierra.
Y el cristinismo pierde identidad cuando, ante un problema, no florece el culpable identificado. Es más grave cuando la exclusiva responsable de la catastrófica designación de Boudou es Cristina. Hoy muy atribulada, la pobre, atormentada. Con la necesidad política de imponer otra definitiva recuperación. Para dilatar, al menos, el colapso.
Contra-fáctica
La apasionante historia contra-fáctica sirve para interpretar la historia fáctica.
En vida del padre de Máximo, jamás Boudou hubiera sido el vicepresidente. Ni Máximo, tampoco, algo gravitante.
Primero, porque el Presidente iba a ser, en todo caso, Néstor Kirchner. Aunque midiera diez puntos menos que ella.
En la estrategia de El Furia, Boudou le servía exclusivamente para hostigarlo a Scioli, que es, justamente, quien emerge como el sustancial beneficiario de la debacle.
El Furia había decidido pasear a Boudou como precandidato a la gobernación de la provincia inviable. Con los fondos aceitosos de Bossio, del Ansés, la cantera agotable de talentos. Y con el armado distrital de Insaurralde, el intendente de Lomas de Zamora.
El amague llegó al punto más alto cuando El Furia, en público, en uno de los desbordes que se extrañan, lo apretó torpemente a Scioli. “Diga, Gobernador, quién le ata las manos”. Fue en octubre del 2010, poco antes de internarse en Los Arcos. En el zaguán del final.
Borges y Güiraldes
Que Boudou es Benjamín Otálora, “El muerto” de Borges, lo sabe, según nuestras fuentes, también Carlos Zanini. El abogado que mantiene las veleidades de estratega geopolítico. Y lo sabe el Changuito Icazuriaga, secretario de inteligencia del Estado. Interlocutores cotidianos del churrasquito nocturno, en la soledad de Olivos.
Máximo sabe que ambos -Zanini e Icazuriaga- tuvieron la obligación de advertir, a la Presidente, que el personaje pintoresco de la guitarrita, que elegía para secundarla, estaba muy “flojo de papeles”. Y que era núcleo de una cinematográfica Banda de Descuidistas.
Si Icazuriaga y Zanini se lo advirtieron, y Cristina no les llevó el apunte, es también grave. Preocupante. Significa que Cristina es cómplice del error hormonal. De la cuestión de género. Consecuencias de la atracción espiritual que inmediatamente se registró cuando Sergio Massa se lo llevó a Olivos. Ante el celo, siempre estricto, del poeta impopular Alberto Fernández.
Si Zanini o Icazuriaga no le advirtieron a Cristina, porque no se animaron o no lo sabían, es peor. Emergen como portadores de la magnífica incompetencia. Deberían, acaso, acompañar al Muerto de Borges. Al mejor estilo Güiraldes, del Segundo Sombra. “Como quien se desangra”.
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
permitida la reproducción sin citación de fuente.
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