POESÍA CANARIA
De Roberto Cabrera
Domingo Pérez Minik, a propósito de la lectura y edición del libro Desangre libelular anónimo, de Roberto Cabrera García, dijo que la poesía española contemporánea (y muy especialmente la insular) adolece de un cansancio muy acusativo consecuencia de una historia aburrida y atropellada que es fácil detectar por todos sitios (1). Se refiere a una poesía asentada en las fórmulas, muy por detrás de los movimientos renovadores que el propio Pérez Minik experimentó y, digamos, hasta cierto punto lideró. El sonetazo del movimiento garcilasista añadido al epigonismo modernista al que muchos poetas de las filas vanguardistas fueron sometidos y que otros acataron a rajatabla, y, sobre todo, la represión sin precedente en lo político y lo social son constantes que siempre se llevamos encima como si aún no nos hubiésemos sacado de encima tan pesada losa. Fue como si la vanguardia insular hubiese sido arrojada al fondo del mar con Domingo López Torres para que nunca más emergiera a la memoria colectiva.
Las palabras de nuestro ilustre y siempre presente crítico de Gaceta de Arte me parecen significativas, sobre todo si tenemos en cuenta que fueron escritas a principios de los ochenta del pasado siglo, en el momento que un grupo de jóvenes, entre ellos Roberto Cabrera, decían basta al marasmo cultural imperante. La poesía es una aventura, dijo Robert Duncan, como la vida misma y no puede quedarse en las mieles y en los ecos, sino que debe seguir avanzando. La palabra pagada de sí misma es la palabra muerta y fósil. Esa palabra que indaga y no teme caerse al abismo, la que encuentra su habitación del miedo y abre las ventanas a los sentidos, da lugar a una poética que niega la omnipotencia de los dioses cotidianos y muestra su orfandad de lo divino. El vellocino que añoran los dioses es la piel que a nosotros nos duele. Y produce placer. De ahí esa supuesta envidia ontológica: ser imperfectos y plenos al mismo tiempo. Y ser capaces de ver lo que nos rodea como el primer día de la creación. “Verlo” en las palabras que lo funden y lo fundan en ese ahí, del que habla José Carlos Cataño en su célebre poemario (2). Como diría el poeta Pedro García Cabrera: sin bien saberlo, haciéndolo bien (3).
Esta afirmación hace referencia a que la poesía va más allá de un simple oficio. No conozco ninguno cuyo centro motor sea la ingenuidad, lo cual tampoco significa ignorancia. Creo y afirmo que esa ingenuidad es la que mantiene el verdadero impulso creador independiente de cualquier tipo de determinismo endo y exocéntrico, y hace que la conciencia se libera para crear. Así vemos que el pensamiento de Pedro García Cabrera se mantuvo firme y consecuente, a pesar de los obstáculos y las fuerzas represivas que le cayeron encima. Consecuente por su carácter evolutivo y realmente vanguardista, capaz de dialogar con (y amparar a) todo un grupo de jóvenes poetas que por entonces empezaba a despuntar por nuestras islas. Unos con más conocimiento de la Preceptiva y otros no tanto, pero con un bagaje cultural inmenso, que tenían sed de expresión y veían sus eternos minutos deslizarse por las teclas de un piano como un haiku de Basho o una balada de Bob Dylan.
El propio Pérez Minik dice en 1987 que habría que andar con mucha cautela para no “salirnos de madre” (sic), hasta llegar a saber con precisión qué puesto tiene Gaceta de Arte en lo contemporáneo. Sin embargo, a pesar de todo, algunas ideas se mantuvieron vivas y no dejaron de funcionar. Son ideas que están ahí (las que él aprecia en los jóvenes escritores de entonces) para someterlas a proceso (4).
Se refiere el autor a un proceso evolutivo necesario y vitalizante, y a una desmitificación reveladora. Sabemos perfectamente que en Canarias, salvo honorables excepciones, suele ocurrir todo lo contrario. Siempre con el mito del buen salvaje y la isla de San Borondón a las espaldas, que tantas veces han deformado la realidad cultural y la han transformado en simple folclorismo localista. Los miembros del grupo de Gaceta sólo se dedicaron a difundir con serena alegria y difundir todo lo que ocurría en el mundo circundante, sobre todo el mundo extrapeninsular pero sin excluir su enclave dentro del Estado español. Por primera vez sin victimismo, sin aislamiento y con una visión y alejamiento crítico de las fórmulas metropolitanas. Movimientos artísticos sin excluír ninguno conocido y movimientos políticos como el marxismo pasaron por sus columnas sin ningún tipo de categorización; pero sí se pronunciaron contra cualquier tipo de alienación. Llamarlos abanderados de tal o cual idea sería deformar la realidad, caer en un mito falseador que dañaría todas nuestras referencias del pasado cultural y crearía una serie de hábitos que, a mi juicio, se están produciendo en estos momentos.
Daniel Bernal, joven poeta y crítico, dice que quizás haya que modificar el mismo concepto asociado a la vanguardia, pues la revolución intelectual y crítica no sólo supone un cambio de paradigmas, sino que acaso ese cambio de paradigma, aparte de devenir como desarrollo de una óptica distinta, deba replantear el lenguaje mismo en que se deba expresar (5).
La afirmación de Bernal coincide con la de Domingo Pérez Minik, en lo que concierne a la idea de no parcializar en géneros, materias, objetos sino aspirar a una heterogeneidad que a fin de cuentas enriquece lo parcial y amplía esa totalidad, haciendo del artista y, en este caso del escritor, lo que real y originariamente ha sido: un homo creator, creador en todos los aspectos de la vida y el pensamiento, creador de su propia incertidumbre y del asombro primigenio en su escritura. “¡Y Cuán lejos de esto estamos aún…!”- dice Nietzsche. Lo cierto es que éste, precisamente era el espíritu de Gaceta de Arte.
Jorge Rodríguez Padrón, a este respecto (6), habla de indagar en una escritura atlántica que construya una auténtica sugestión que impulse hacia lo nuevo. Así, el lenguaje salta en pedazos y solicita una sintaxis, un ritmo y, sobre todo, un acento diferentes. Una sintaxis que en poesía es semántica. He ahí la madre del cordero.
No conviene caer en la mitificación de un movimiento que, en Canarias, dio tan buenos frutos literarios. No conviene, si partimos de los mismos planteamientos de los que hicieron posible este resurgir, iconoclastas puros hacia todo aquello ya caduco incluyendo el sentido del arte y de la creación literaria y en muchos casos las relaciones humanas en la sociedad occidental. Tampoco, si tenemos en cuenta que este acontecimiento sin parangón hasta entonces, realmente, por mucho que intentaran ocultarlo o diezmarlo, es nuestro punto de referencia inmediato como escritores de estos lares atlánticos. Quedarse en un punto suspensivo es querer hacer sacerdotes a los que simplemente pretendieron ser humanos con toda la hondura y alcance que este término significa, en cuanto a creación artística y en cuanto a vitalismo. En este sentido, importante es sentirnos acompañados, vivir esos momentos de nuestra literatura y renovar ese entusiasmo de entonces. Y leerlos, y que de estas y otras lecturas aprendamos a ser consecuentes con nuestra propia expresión. Es el destino de la literatura, dentro y fuera de nuestros ámbitos geográficos y psicológicos.
@ Antonio Arroyo Silva
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