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lunes, 30 de septiembre de 2024

LOS POBRES QUE LAMEN LA BOTA DE SU VERDUGO


LOS POBRES QUE LAMEN LA BOTA DE SU VERDUGO

ANTONIO MAESTRE

 

La mayoría de los que tienen ese discurso contra los impuestos y el estado llorarían pidiendo ayuda y no sobrevivirían ni un par de días en un sistema sin un estado fuerte que les proporcione seguridad y servicios básicos. Creedme, niños de papá, no os gustaría vivir en un país donde la clase obrera pudiera sacaros de vuestras mansiones sin que podáis llamar corriendo a la protección del estado

Llegados a este punto no voy a perder un solo minuto más en ser didáctico ni pedagógico, no voy a decir que hay que comprender a los miembros de las clases populares que defienden el discurso de un estado mínimo y la eliminación de los impuestos porque hay que disuadirlos y convencerlos. Que se vayan a la mierda. Allá ellos, son una peste para el bienestar social y enemigos del progreso. Ojalá se vean en una situación en la que no hayan estado y tengan que intentar sobrevivir solo con sus propios recursos para que entiendan la necesidad de unos servicios públicos fuertes. A los pobres que lamen la bota de su verdugo hay que respetarles su parafilia. 

El discurso contra el Estado y los impuestos es el que suelen promover quienes quieren atraer incautos para desplumarlos. En una noticia en Cinco Días sobre el chiringuito financiero que pagó 100.000 euros a Alvise en cash para que este promocionara su empresa y después la favoreciera con legislación explican en un párrafo brillante cómo funciona este discurso de vende humos: “Madeira siguió operando tras la advertencia oficial durante más de un año y medio. Elevó la apuesta y, lejos de amilanarse, el propio Romillo aludió, en un vídeo en redes sociales, a ”los hijos de puta de la CNMV“, dentro de su discurso plagado de ataques al Estado, los impuestos y los funcionarios. Coherente, en fondo y forma, con el del propio Alvise Pérez, y que pudo ayudar a la captación de unos clientes que, si hubieran escuchado a los ”hijos de puta“, tendrían varios miles de euros más en la cuenta bancaria”.

Los niños de papá que claman sobre el Estado merecen un párrafo aparte. Es hora de hacer un alegato por la renuncia fiscal voluntaria. Promover que todos aquellos que no quieran pagar impuestos no paguen un solo impuesto, ni tasa, ni tributo más a cambio de que las administraciones públicas no les proporcionen un solo servicio más de forma gratuita y que se les cobre a demanda. Se acabó pagar impuestos, por fin libertad fiscal y financiera, pero sin usar un solo recurso público más sin que se les pase la factura correspondiente. Ni sanidad, ni educación, ni seguridad, ni justicia, ni infraestructuras ni basura. Nada. Que cada kilómetro en su coche por las carreteras les sea facturado con el coste desglosado, que si sufren un percance en la vía pública se les facture el coste de policía, atención y limpieza. Todo. Nunca más un servicio público que se sufrague con dinero de los tributos para quien renuncie a contribuir. Es lo que quieren, pues que se les proporcione. Porque en realidad no es lo que quieren, lo que desean es no pagar impuestos pero seguir usando los servicios públicos y los recursos del Estado tal y como los disfrutan ahora pero siendo pagados por el resto. La mayoría de los que tienen ese discurso contra los impuestos y el estado llorarían pidiendo ayuda y no sobrevivirían ni un par de días en un sistema sin un estado fuerte que les proporcione seguridad y servicios básicos. Creedme, niños de papá, no os gustaría vivir en un país donde la clase obrera pudiera sacaros de vuestras mansiones sin que podáis llamar corriendo a la protección del estado. 

 

 

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