POR FAVOR, MIÉNTAME
SILVIA
GRIJALBA
La modelo
checoestadounidense Paulina Porizkova.- David Sedlecký
Lo mínimo que exijo de una mentira es que esté "currada", bien estructurada. Y que, puestos a falsear la realidad, sea a lo grande, nada de medias verdades o mentirijillas. Como novelista, soy una gran embustera, así que, injustamente (la vida es así, no la he inventado yo), reclamo que el mundo actúe igual conmigo.
Al principio caí en la trampa: celebré que Zara usara a Ángela Molina como modelo; que Paulina Porizkova se convirtiera en influencer de las señoras de más de 50, con sus fotos sin retocar y sus problemas con la menopausia; que Schlesser eligiera a la sexagenaria Pino Montesdeoca para sus desfiles. Pero algo fallaba. Algo no encajaba cuando veía a Ángela tan natural, tan delgada, con ese pelo tan abundante y largo o a Pino Montesdeoca, paseando sus bellísimos huesos y su pecho turgente por la Madrid Fashion Week.
La primavera
pasada, en ese Aleph que son los reels de Instagram, donde está el saber
universal de lo banal, vi una foto de Paulina Porizkova posando, con un diminuto biquini, en una
inmensa piscina de algún sitio de California y sentí la misma punzada de
impotencia que había padecido cuando a mis 16 años, en plena explosión hormonal
de la pubertad (que nada tiene que envidiar a la de la perimenopausia), la vi
en alguna revista anunciando noséqué. Caí en que las firmas de moda y
cosméticos, las propias ex modelos convertidas en marcas y el mundo de la
publicidad han recurrido a un nuevo "greenwashing" que podemos
calificar de "agewashing". Si el primero se dedicaba a pretender una
conciencia ecológica cuando en absoluto lo hacía, el segundo aparenta
visibilizar a las mujeres de más de 50, con un truco terroríficamente
perverso.
Porizkova nos
explica a su millón cien seguidoras de su cuenta de Instagram, súper sincera,
que tiene arrugas, que no pone filtros, que posee ojeras y que ha tardado 59
años en estar contenta con su cuerpo. Nosotras la vemos y pensamos y leemos
comentarios del tipo: "¡claro que sí, guapa guapa guapa!",
"valiente", "ya era hora...". Porizkova explica que tiene
sofocos y entonces sus seguidoras se abren en canal y replican que la
entienden, que con el climaterio han engordado 20 kilos, que el pecho se les
cae pero el pelo más, que están de un humor de perros, que tienen flacidez por
mucho que hagan pilates... Porizkova se lamenta de lo difícil que es estar a
gusto en la propia piel pero afirma que hay que luchar para conseguirlo y, a la
siguiente semana posa semi desnuda con un tipazo que ya hubiéramos querido el
100% de sus seguidoras cuando teníamos 20 años. Muestra un desnudo
canónicamente perfecto: terso, ajeno a la gravedad, sin lorzas, tonificado.
Unas piernas que admiramos de primeras y luego encima nos sentimos culpables de
envidiar porque resulta que los cuerpos son diversos y debemos abrazar sin
dudas el "body positive".
Enseñarnos a una ex
modelo de 59 años, cuya genética es envidiable y que ha consagrado su vida a
cultivar su piel y su anatomía, no cuela. Resulta en cierta forma insultante.
Es tratarnos como si fuéramos tontas. Sabemos que la publicidad es engaño. No
es verdad que poniéndote una crema de contorno de ojos vayas a dejar de tener
ojeras, pero puestos a mentir, engáñenme a fondo. Elijan a una chica monísima
de treinta, que hace deporte, no come azúcar y ha nacido así, una modelo en
pleno apogeo de su belleza normativa y díganme que si uso la crema que me dice
tendré unos muslos como los de ella. Finjamos que me lo creo y, luego, si no
funciona podré echarle la culpa a su insultante juventud, en vez de sentirme,
de nuevo, responsable de no tener una menopausia canónica, normativa, sin grasa
ni ataques de ira.
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