¿UNA PRIMAVERA PALESTINA?
Quizá
el momento más emocionante que hemos vivido estas semanas ha sido escucha las
palabras de agradecimiento de los estudiantes de Gaza, que nos llegaban a
través de las redes sociales.
IVÁN
MONTEMAYOR
Acampada Universitaria por
Palestina en Barcelona
Los resultados
electorales recientes podrían llevarnos a la desesperanza. Después de una
pandemia, varias guerras y una crisis ambiental en curso, parece que una parte
de la sociedad se retrae en identidades excluyentes, en el discurso del miedo y
el rechazo a los migrantes, en una auténtica “lepenización de los espíritus”.
Pero son justamente en los momentos de crisis cuando pasan cosas inesperadas. Este mes de mayo, una multitud de estudiantes han acampado en las universidades, subiendo el volumen de las movilizaciones que se llevan realizando desde hace meses. Las imágenes de la represión a estudiantes en los Estados Unidos, en universidades que ni siquiera habían llegado a experimentar protestas durante el rechazo a la guerra de Vietnam, dieron la vuelta al globo. Lo que estamos viendo estas semanas es un movimiento global propalestino, que se extiende a campus del mundo árabe, América, Europa y Asia.
Y no es para menos.
En Gaza no hay ya universidades en pie, todos sus edificios están derruidos.
Los últimos acontecimientos han dejado en la Franja casi 35.000 muertos, más de
70.000 heridos y una población que a penas tiene medios para atajar problemas
como el hambre o las enfermedades. Gran parte de población de Gaza son niños.
Mirando hacia
atrás, el Estado de Israel lleva medio siglo de proyecto colonial sobre la
tierra palestina, asediando, expropiando tierras y expulsando habitantes desde
el primer momento. La destrucción de la sociedad palestina es patente, siendo
un lugar del mundo ha pasado del mundo otomano al colonialismo inglés para
acabar en manos del estado de Israel, reconocido por Naciones Unidas después de
la II Guerra Mundial y el genocidio contra el pueblo judío. El territorio
palestino fue disminuyendo con las décadas hasta llegar a la situación actual
en Gaza.
Netanyahu no es
como el rey David o como Salomón, los reyes judíos mitificados en la tradición
cultural y religiosa hebrea. No, se parece más a Herodes, el rey vendido al
Imperio Romano, que basaba su poder en los pactos con la gran potencia militar
y con esa ayuda exterior fue capaz de aplastar toda disidencia. Hasta el punto,
según las leyendas, de llevar a cabo la matanza de los Santos Inocentes. El
asesinato de niños, justificado por si algún día naciera un líder capaz de
disputarle la corona.
La acampada
¿Cómo iban los
jóvenes politizados a quedarse en casa mientras cada día vemos un genocidio
televisado? Llegué a la acampada de los estudiantes en el edificio histórico de
la Universidad de Barcelona, un bello edificio con claustros y jardines
botánicos. Se trata ni más ni menos que el más antiguo campus de la capital
catalana, y contiene las aulas donde estudiaron destacados líderes republicanos
como los futuros abogados laboralistas Lluís Companys i Francesc Layret. Es
también un edificio que ha vivido en su seno la lucha contra el régimen de
Franco y las protestas estudiantiles contra el Plan Bolonia y los recortes de
los ominosos años de Artur Mas y Mariano Rajoy.
Reunidos en el
jardín, seguimos en directo el streaming de la votación del claustro, máximo
órgano de representación de la Universidad. Hubo diferentes intervenciones.
Algunas de ellas con clara influencia de la propaganda oficial israelí, con
mención de los muchos premios Nobel que han procurado la Academia de Israel,
potencia científica y tecnológica. Pero la votación no dejó lugar a dudas: 59
votos a favor, 23 en contra y 37 abstenciones. La elevada abstención se debía a
que era la posición escogida por el rector, como luego supimos, pero eso no
evitó que celebráramos esa pequeña victoria.
Llegué a la
acampada de la Universidad de Barcelona, en un bello edificio con claustros y
jardines que han vivido la lucha contra Franco, las protestas contra el Plan
Bolonia y los recortes de los ominosos años de Artur Mas y Mariano Rajoy.
La gestualidad, el
ambiente, los largos debates en asambleas, desde el punto de vista de alguien
con treinta años y cierta experiencia militante, eran muy familiares. Por todas
partes, entre tiendas de campaña, comisiones de cocina y megáfonos, asambleas
con aplausos silenciosos, era fácil ver el recuerdo del movimiento
antiglobalización, de los indignados del 2011 y del 1 de octubre del 2017. En
la acampada se combinan objetivos concretos unidos a un gran ideal humanista,
autoorganización y emociones, debates entre colectivos trotskistas, la
comunidad palestina en Catalunya, miembros de partidos políticos, sindicatos
estudiantiles y una destacada participación del nuevo sujeto político juvenil,
el Moviment Socialista.
Y es que la
acampada del 15 de mayo de 2011 también surgió de un movimiento global. En
realidad, empezó mucho antes, fuera de Europa. Fueron muchos los factores, pero
la cerilla que encendió el polvorín de la primavera árabe estaba en Túnez. Corría
el año 2010 en la ciudad de Sidi Bouzid, cuando un vendedor ambulante llamado
Mohamed Bouazizi fue despojado por la policía de sus mercancías y ahorros.
Desperado, se prendió fuego en forma de protesta. Al ver su agonía miles de
tunecinos se rebelaron contra las malas condiciones sociales, la corrupción y
la falta de democracia parlamentaria, empezado un efecto dominó que contagió a
muchos países árabes: Libia, Egipto, Argelia y Siria. En algunos de ellos, la
situación acabó por desestabilizar sus países entre guerras y terrorismo.
Pude visitar Túnez
hace poco. El presidente Saied mantiene el poder gracia a un estado de
excepción, el terrorismo yihadista y el covid espantaron un turismo
internacional que ahora a penas se recupera y la tensión se palpa en el
ambiente. En la avenida Habib Bourguiba, pude ver una manifestación
propalestina de estudiantes tunecinos, denunciando la hipocresía de los
gobiernos árabes, que tiene palabras gruesas contra Israel, pero poco hacen
para pararle los pies. Pasaron delante de la embajada francesa, antiguo palacio
colonial, protegida día y noche por fuerzas militares. Sin duda, el sufrimiento
de Gaza está siendo un nuevo revulsivo para el mundo árabe, como lo es también
para muchos de los migrantes o descendientes de estos que viven en Europa.
Los indignados que
ocuparon las plazas el día 15 de mayo no eran conscientes de qué día era y su
importancia para el pueblo palestino. El 15 de mayo es el día de la Nakba. La
Nakba es un término árabe que significa “catástrofe”. Es la condensación en una
palaba del dolor, de la expulsión masiva de cientos de miles de palestinos de
sus hogares durante la guerra árabe-israelí de 1948, que siguió a la
declaración de independencia de Israel. La Nakba resultó en la creación de un
gran número de refugiados palestinos que, junto con sus descendientes,
continúan enfrentándose a la pérdida de su mundo hasta hoy. Este 15 de mayo,
para el movimiento global propalestino, es un día de lucha contra la barbarie.
¿Cuál será el
alcance de este nuevo movimiento surgido en mitad de procesos electorales,
catalán y europeo? No parece que la opinión pública pueda estar en principio en
contra de jóvenes que se movilizan contra un salvaje genocidio, más bien
despiertan simpatía. A mismo tiempo, no parece que exista el mismo riesgo de
criminalización y represión que se ha vivido en los Estados Unidos. Veremos
cómo afrontan los estudiantes propalestinos el desgaste y el paso del tiempo,
pero de momento han conseguido aunar esfuerzos y construir un horizonte de
esperanza. Quizá el momento más emocionante que hemos vivido estas semanas ha
sido escucha las palabras de agradecimiento de los estudiantes de Gaza, que nos
llegaban a través de las redes sociales. La palabra más repetida era esperanza.
Para los jóvenes acampados, la primavera palestina es un grito de esperanza y
rabia contra un mundo en llamas.
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