EL “CASO ALMERÍA” NO PUEDE OLVIDARSE
JUAN
TORTOSA
Las tres
víctimas del 'caso Almería'
Este diario se ha ocupado en distintas ocasiones de recordar aquellos crímenes cometidos por miembros de la Guardia Civil, pero quizás sea bueno refrescar la memoria ahora que se cumplen cuarenta y tres años de los hechos: un joven almeriense que trabajaba en Santander decidió acudir en mayo de 1981 a la celebración de la primera comunión de su hermano pequeño, y aprovechó la ocasión para invitar a dos de sus amigos a conocer la tierra donde nació. Mientras atravesaban en coche la península de norte a sur, en Madrid tres militares mueren tras sufrir un atentado en la calle Conde de Peñalver esquina Goya.
En algún lugar de
entre los que se detuvieron por el camino, alguien debió creer que las caras de
los presuntos autores de la acción terrorista, rápidamente divulgadas por todos
los medios, se parecían a las de los jóvenes viajeros, así que decidió
denunciarlos. Juan Mañas apenas tiene tiempo de presentar la familia a sus
amigos Luis Cobo y Luis Montero, o de enseñarles algo de Almería porque la
guardia civil no tarda en detenerlos. Al día siguiente, en el desierto de
Tabernas-Gérgal y no lejos de la carretera, aparece carbonizado el coche en el
que llegaron a Almería con los cuerpos de los tres jóvenes destrozados y
prácticamente irreconocibles.
El teniente coronel
Castillo Quero, que así se llamaba el jefe de la Comandancia, y sus hombres
declararon que cuando se proponían trasladar a Madrid a los tres detenidos, al
poco de iniciar el viaje se vieron obligados a disparar a las ruedas del coche
para que estos no escaparan; el automóvil cayó por un terraplén y, tras
incendiarse, los tres murieron sin que ellos pudieran hacer nada por salvarlos.
La explicación no podía ser más burda para un asunto tan espantoso.
Una patata caliente
más para el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo (UCD) en aquella primavera de
1981, año que ya venía de por sí bastante cargadito: en enero había dimitido
Adolfo Suárez, al mes siguiente tuvo lugar el intento de golpe de Estado en el
Congreso de los Diputados (23F); poco después el Banco Central de Barcelona fue
asaltado por un grupo armado que, tras encerrarse con casi trescientos rehenes,
pedía la liberación de Tejero y de varios golpistas más; además, una
intoxicación masiva producida por el consumo de aceite de colza causó la muerte
de trescientas personas y afectó, con graves secuelas en algunos casos, a más
de veinte mil...
Cuando Juan José
Rosón, ministro del Interior, se vio obligado a comparecer para explicar qué
demonios había pasado en Almería, lo calificó de "trágico error".
Costó mucho trabajo que la cosa no quedara ahí, dado que los intentos por
correr un tupido velo desde instancias oficiales fueron muchos. Darío Fernández,
el abogado que se hizo cargo del asunto en nombre de las familias de las
víctimas y consiguió que al teniente coronel y a dos de sus hombres se les
condenara por tres delitos de homicidio, fue sometido a todo tipo de presiones
y amenazas durante el tiempo que duró la instrucción del caso.
Aunque los jueces
denegaron la reconstrucción de los hechos, en la sentencia quedó probado que
"el teniente coronel Castillo y sus hombres torturaron hasta la muerte a
los tres detenidos en un cuartel abandonado llamado Casasfuertes y que
posteriormente, y con el fin de intentar eliminar evidencias, despeñaron su
vehículo por un terraplén, le dispararon numerosas veces y le prendieron
fuego".
Puede uno
imaginarse la sensación de impotencia de las familias de Cobo, Montero y Mañas.
Durante un tiempo se llegó a insinuar que, aunque había sido un error, se
trataba de delincuentes comunes. Cuando faltaban solo unos meses para que el
PSOE llegara al poder, se intentó organizar un festival para recaudar fondos
con los que ayudar a pagar los gastos judiciales. Entre otros, iban a actuar
Paco Ibáñez o Carlos Cano, pero el gobernador civil de Almería lo prohibió. Esa
era la cera que ardía aún, cuando hacía ya casi siete años que había muerto
Franco y la celebrada Transición estaba a punto de acabarse.
Hasta 1999 no
supimos que los tres condenados -por homicidio, que no por asesinato- fueron
expulsados de la Guardia Civil, sí, pero estuvieron cobrando durante años con
cargo a los fondos reservados. Y hasta enero de 2023, es decir, hasta el año
pasado, a las familias no se les había pedido perdón. Les pedimos perdón
"desde el corazón del Estado", les dijo el secretario de Estado de
Memoria Democrática tras entregarles tres diplomas de reparación en una acto
celebrado en la Subdelegación del Gobierno de Almería. "No cabe
justificación", añadió la directora general de la Guardia Civil,
"aquellos terribles hechos no deberían haberse producido jamás".
"Demasiado
tarde", comentó Francisco, el hermano de Juan Mañas, quien se quedara sin
celebración cuando tenía diez años y que ya cuenta cincuenta y tres. Desde
luego es demasiado tarde para casi todo, pero no para procurar que no se
olvide. Este fin de semana, varias decenas de personas han acompañado un año
más a sus familiares al lugar donde ardió el coche para homenajear a las tres
víctimas de aquel acto de terrorismo de Estado.
Un pequeño
monumento recuerda lo sucedido, como lo hace la película que Pedro Costa Musté
dedicó al caso (se llama "El caso Almería" está en Filmin), o los
libros de Antonio Ramos Espejo, "Mil kilómetros al sur" y
"Abierto para la historia". Abierto sigue, porque aquel juicio
cerrado en falso (entre otras razones porque en los hechos participaron once
guardias civiles y solo fueron juzgados tres) acabó –técnicamente- con la
posibilidad de que algún día pueda saberse la verdad de lo que ocurrió y por
qué ocurrió.
J.T.
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