PONER FIN AL GENOCIDIO NO ES ALCANZAR
UN ALTO AL FUEGO
VOLODIA.
Ordizia-Beasain,
CAF Palestinarik Kanpora,
Un movimiento de solidaridad con
Palestina podrá emanciparse de la tutela y cooptación de los partidos
reformistas si consigue concretar la consigna de paz y libertad para Palestina
—consigna que aquellos, en este nivel de abstracción, pueden permitirse
respaldar.
En primer lugar, señalando que el genocidio que Israel está tratando de perpetrar desde octubre es sólo la intensificación momentánea del que lleva ejecutando de manera sistemática desde hace décadas. Poner fin al genocidio, entonces, no es alcanzar un alto al fuego.
Un alto al fuego puede aliviar
momentáneamente la masacre, y sería una enorme victoria que la presión internacional,
la resistencia palestina y la inestabilidad política interna obligasen al
gobierno israelí a aceptarlo. Lo que debe estar en el punto de mira, sin
embargo, es el Estado colonialista de Israel. La paz para Palestina pasa por su
debilitamiento, empezando por su aislamiento (mediante ruptura de relaciones
comerciales y diplomáticas), y terminando por su *disolución* en un único
Estado palestino independiente. La «solución» de dos estados que pregona el
oportunismo es cómplice del sometimiento colonial y, por ende, del genocidio.
La paz para Palestina, por esta razón, pasa por el debilitamiento de los
poderes internacionales que posibilitan la existencia de Israel: los Estados
imperialistas occidentales y la OTAN como órgano militar común. La paz para
Palestina, finalmente, es impensable si no la defienden los propios Palestinos.
Es una línea innegociable la reivindicación de su derecho a resistir, que tanto
incomoda a los partidos del orden (los que dicen preferir una paz ordenada,
fruto del diálogo, o sea, una paz que no lo es en absoluto; esa es la paz
armada que pactan (o imponen) las potencias imperialistas para posponer las
hostilidades y reproducir el orden social que desata la guerra en primera
instancia. Quien se solidariza con Palestina en abstracto, quien reivindica su
libertad y pide paz, está llamando al engaño si no se compromete también con
estas cuestiones, que son las que en la práctica pueden permitir al pueblo
palestino liberarse. Por eso la solidaridad consecuente, como bien intuyen y
empiezan a formular los jóvenes que se movilizan en todo el mundo, exige marcar
distancia con el oportunismo reformista, sus falsas promesas y sus falsas
soluciones. Si la movilización, en cambio, no consigue concretar sus exigencias
y sus propósitos, necesariamente será «cooptada»: su reivindicación será
funcional a la solidaridad simbólica de los partidos institucionales, porque no
existirá una diferencia sustancial en lo que respecta a su contenido. Será un
mismo programa oportunista sostenido en dos ámbitos distintos, pero
complementarios: la calle y las instituciones. La oposición, el antagonismo, se
tiene que fundamentar, no en el espacio en el que se defiende una propuesta,
sino en el contenido de la propuesta misma.
En resumen, la sentencia de Lenin
mantiene toda su vigencia: «la lucha contra el imperialismo es una frase vacía
y engañosa si no va indisolublemente unida a la
lucha contra el oportunismo».
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