EUROVISIÓN ES POLÍTICA
BELÉN
DIEGO
Cómo vamos a
esperar que expulsen a Israel de un festival si el Ministro de Exteriores de
nuestro país sigue diciendo que es un “Estado Amigo” y si es un Estado Amigo
por qué negarle la participación en este evento cultural que sigue construyendo
una identidad europea cada vez más sacralizada, e impasible ante el sufrimiento
de los demás
Esta semana tiene lugar la celebración del festival de Eurovisión y la polémica por la participación de Israel lleva tiempo instaurada. La final se celebrará este sábado y distintos colectivos y activistas han pedido el boicot a la misma. Estos mismos colectivos, junto con algunos partidos políticos, llevan meses pidiendo que se impida participar a Israel. Sin embargo, la Unión Europea de Radiodifusión (UER) se ha negado a la expulsión de Israel alegando que Eurovisión es “un evento cultural de naturaleza no política”, pero, todo es política y un evento cultural internacional, más.
Sorprende esta
afirmación cuando hace dos años Rusia fue expulsada por la invasión de Ucrania.
Aquí no hubo dudas en eliminar a Rusia del concurso y yo me pregunto si no
tendrá más que ver con la construcción de una identidad, europea, que se
construye por oposición a los otros, los no europeos, que con el tema de la
cultura y la política. Esos otros son, como no, los rusos, que durante años han
sido representados por las producciones audiovisuales estadounidenses como los
malos, los extraños, recordemos ese “evil russian” de la reciente Stranger
Things. Pero los otros son también los musulmanes y, por tanto, los palestinos.
La construcción de las identidades es política, los dispositivos culturales que
favorecen su creación, también.
Es importante
remontarnos a la creación de Eurovisión, El Festival de la Canción de
Eurovisión se celebró por primera vez en 1956 con idea de fomentar la unidad y
la colaboración entre los países europeos después de la devastadora Segunda
Guerra Mundial. Es decir, Eurovisión nace para celebrar la paz, pero también
para generar esta unidad y colaboración que ha devenido en una identidad
europea que mientras premia el nosotros, excluye a los otros. No es casualidad
que no hubiera ninguna duda a la hora de eliminar a Rusia, pero que a su vez se
haga la vista gorda con un país que está cometiendo un genocidio contra el pueblo
palestino y que, ademas, lleva décadas ocupando y colonizando el territorio de
Palestina porque lo consideran uno de “los nuestros”.
No es casualidad
que esto suceda justo ahora, cuando la Unión Europea ha aprobado un pacto
antimigratorio en el que comercia con la vida de las personas que solicitan
asilo y refugio en nuestras tierras. Mentiría si dijera que me sorprende que no
se expulse a Israel, ¿Cómo iban a expulsarla de un concurso mientras los
gobiernos de Europa no están tomando ni una sola medida contra Israel? Ni
romper relaciones diplomáticas, ni sanciones económicas, ni parar la
compra-venta de armas, pero esperábamos que hicieran algo para expulsar a
Israel de Eurovisión. Es verdad que la UER no está formada propiamente por la
Unión Europea, pero sí por las corporaciones mediáticas públicas de los estados
miembros como, por ejemplo, Radio Televisión Española.
Más allá de esto,
me parece preocupante lo rápido que estamos asumiendo esta falsa identidad,
este discurso del nosotros, europeos, occidentales, frente a los otros,
racializados, musulmanes. La Europa fortaleza no es solo la que construyen
levantando muros, es la que también, a través de representaciones culturales,
refuerza nuestra identidad frente a la de los otros. Es importante que se narren
otros relatos, de otros nosotros, un nosotros diverso, que no excluya y aquí es
fundamental la labor de los y las artistas. Es en este punto donde se está
produciendo otro debate sobre si estos artistas y cantantes que han acudido a
las galas o a alguno de los eventos paralelos deberían hacerlo o no. Muchos de
ellos han cancelado sus shows para no participar de un evento en el que se
encuentra Israel. Otros, como Eric Saade, representante de Suecia en Eurovisión
en 2011 y de familia palestina, cantó en la primera semifinal con una kufiya
atada en el brazo en representación del pueblo palestino. La organización no ha
promocionado su actuación en las redes sociales, pero el cantante consiguió que
se hablase de Palestina.
Aquí se sitúa el
kit de la cuestión, ¿boicot de los artistas desde dentro o es mejor boicotear
negándose a participar? Siento que este es un debate que tenemos siempre desde
los activismos y, aunque soy consciente del poder de la acción común para
transformar nuestras realidades, creo que a veces nos perdemos en estas
discusiones y nos olvidamos de señalar a los verdaderos responsables: los
Gobiernos y la Unión Europea. Son ellos quienes deberían haber tomado medidas,
es su responsabilidad, pero cómo vamos a esperar que expulsen a Israel de un
festival si el Ministro de Exteriores de nuestro país sigue diciendo que es un
“Estado Amigo” y si es un Estado Amigo por qué negarle la participación en este
evento cultural que sigue construyendo una identidad europea cada vez más
sacralizada e impasible ante el sufrimiento de los demás. Llegadas a este punto
creo que es importantísima toda acción que se pueda llevar a cabo, incluido
participar y hacerlo con otros relatos que ayuden a la creación de una nueva
identidad europea en la que se introduzcan otras narrativas que permitan
pensarnos sin caer en la dinámica del nosotros frente al otros. Porque estoy
segura de que una Europa que sea realmente diversa e inclusiva no permitiría la
participación de un Estado genocida.
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