77 + ¿X?
JOSU AIZPURUA
Tenía yo 15 años y
de madrugada arrojaba octavillas subversivas del PNV por las 7 calles donde en
una hora pasarían los obreros de Echevarria y el gentío matinal del corazón
obrero de Bilbao. Un artefacto que nuestro genial Zezilio había maquinado para
los coches aparcados, ya colocados en su tubo de escape para que, al arranque,
se diseminaran por la acera. También estaba preparado el 600 con suelo
desmontable para en la hora punta dar una pasada por el Arenal regando de
octavillas.
Estando acabando mi mochila, cerca del Estanquillo se abrió con estruendo un portal y un policía de paisano (BPS) pistola en mano me dio el alto y un disparo que pego en la trasera de la iglesia, sobre mi cabeza. Según dijo él en comisaría, se adormeció esperando a los bandidos y ello le hizo fallar el tiro y además el delincuente “corría como un demonio”: ¡Claro! Era el campeón juvenil de Bizkaia de los 100 m.
Pues bien, ya he
cumplido los 77 años pese a todos los intentos de silenciarme.
Unos pocos años
después, en Transición, una manifestación, multitudinaria, del PNV por la Gran
Vía me coreó: “Aizpurua cabrón, irás al paredón”. Tampoco tuvieron éxito.
Son cosas de la política y unos amigos míos
africanos casi consiguen fusilarme y me salvo in extremis otro amigo general.
Yo elegí el Euzko Gudarostea y a pesar de los trienios, sigo de oficial. Pero
los galones de mi amigo general me salvaron.
De donde no pude
salvarme es de una diabetes congénita, gracias amama Mertxe, que me ha dado
todas las complicaciones posibles y me ha llevado a un final degenerativo, sin
remedio, y bastante triste.
Con muchas
dificultades he intentado ayudar a Anghel en su defensa del Blog, pues se
merece todo el apoyo y admiración y mis escritos siempre han estado a su
disposición y en ellos he procurado mantener mi linea de siempre la que antes me
movía a tirar octavillas y a juntar letras hoy día.
Pero ya les dije
casi todo y nada nuevo hay por decir; sólo por hacer.
Yo ya no puedo ni
pasear sin caer en la calle, y hace dos domingos, para no caer de nuevo en el
Super, que ya me da vergüenza, salí rápido y me senté junto a la puerta, la
mochila por un lado, la cachaba por el otro y puse mi cabeza entre las piernas,
pero, de pronto descubrí que me dejaban monedas a los pies. No podía levantarme
y tuve que pasar vergüenza e impotencia.
Cuando se lo conté
a mi doctora; se partió de risa.
Las señales son
precisas y el momento de retirarme ha llegado, pues físicamente ya no puedo.
Necesito compañía para salir y en la casa mis caídas son constantes. Deberé
volver a mi vida en Haití donde montones de sobrinos estarán felices de
acompañarme; los milagros de una paguita.
Gracias a los lectores, positivos y negativos, pues el escritor lo hace para todos, y espero haberles hecho pensar pues ese era mi objetivo. Larga vida al Blog
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