SUMAR Y PODEMOS: UNA CRÓNICA SOBRE LAS CRÓNICAS
GERARDO TECÉ
Parte del trabajo de quienes nos dedicamos a hacer crónica política es dejar por escrito lo sucedido para que, en el futuro, otros tengan fuentes con las que entender el pasado. El pasado es, en este caso, una semana de negociación frenética en el espacio de la izquierda que ha configurado ya una nueva fotografía política de España. Una semana en la que la inmensa mayoría de crónicas que en el futuro podrán leerse coincidirán en un esperpento. El protagonizado por Podemos y sus líderes, anclados en el pasado, defendiendo sus intereses personales por encima del proyecto del país, boicoteando la unidad. Una semana en la que finalmente, las crónicas no explican muy bien cómo ni por qué, los líderes de Podemos que trataban de destrozar el espacio común acabaron, tal y como llevaban anunciando desde un año atrás, integrándose en Sumar. Parte fundamental, quizá la que más en esta España de 2023, del trabajo de quienes contamos la política es hacer también la crónica de los hacedores de crónicas. Algo tan incómodo como necesario.
En esta semana
frenética de negociaciones para llegar a un acuerdo entre las fuerzas de la
izquierda que liderará Yolanda Díaz –sin duda la mejor candidata que la
izquierda puede presentar hoy a las elecciones–, todo ha valido contra Podemos.
Desde un punto de vista honesto no puede explicarse esta semana de otro modo
que hablando de cacería. Las crónicas, juez y parte en estas negociaciones, por
supuesto lo negarán. Vamos con hechos poco discutibles, a modo de contracrónica
de esta semana. En los últimos días, a Podemos y sus dirigentes se les ha
acusado desde gran parte de la prensa de encerrarse en un búnker boicoteando el
proyecto de Díaz. Sin pruebas y a pesar de la mano tendida de los morados. Hay
que acudir a las fuentes para informar, pero, si se trata de Podemos, se debe
poner la fuente del revés: si dicen que irán en Sumar es que no irán en Sumar.
Esta semana en la que Podemos ha anunciado que será parte de la gran confluencia,
no ha faltado un analista de grandes medios que viera en las legítimas
posiciones negociadoras de los morados una excusa para no estar. Un juicio muy
diferente al aplicado con las legítimas posiciones negociadoras de otras
formaciones. Si seis negociaban en una mesa, sólo uno estaba buscando sillones
–Podemos–. Los otros cinco buscaban simplemente la unidad. Que el reparto de
poder final haya resultado decepcionante para los morados y beneficioso para
otras formaciones no ha provocado una revisión en las tesis de los
observadores.
Desde un punto de
vista honesto no puede explicarse esta semana de otro modo que hablando de
cacería
Las crónicas
generan relato y el relato genera poder negociador. Entender esto es entender
que las crónicas publicadas durante estos días intensos eran parte del juego
político. Esta semana esas crónicas han acusado a Podemos de mentir sobre la
posición negociadora de otros partidos. Posiciones que habían sido publicadas
en prensa, citando fuentes internas de esos propios partidos por los mismos
medios que posteriormente acusaban a los morados de mentir. Esta semana a
Podemos se le ha afeado que pusiese sobre la mesa de negociación la posibilidad
de concurrir por libre en la Comunidad Valenciana. Un esperpento, según las mismas
crónicas que informaban de que Sumar no permitiría tal cosa. Horas más tarde,
el esperpento se convertía en crónica de la normalidad tras conocerse que
Compromís había impuesto que su nombre apareciese en la formulación del partido
en esa comunidad.
Esta semana las
crónicas han acusado a Podemos de “absoluto esperpento” por someter al voto de
sus bases, según marcan los estatutos, el OK a la negociación. La misma
consulta a las bases que horas antes, protagonizada por Más Madrid, era narrada
en las crónicas como un trámite sin mayor trascendencia. Se ha especulado con
que la formulación de la pregunta de Podemos a los suyos escondía en realidad
la intención de conseguir un cheque en blanco para destruir el espacio de la
izquierda. Acusaciones no corregidas en ningún caso en esas crónicas tras el
anuncio de Belarra de que Podemos concurrirá a las elecciones de la mano de
Yolanda Díaz.
Esta semana hemos
sido testigos del único veto puesto sobre la mesa durante todo este proceso
negociador. Según denuncia Podemos –denuncia que nadie desde el entorno de
Yolanda Díaz ha desmentido a la hora de cierre de esta pieza–, Irene Montero
debe quedarse fuera de Sumar. Como lleva sucediendo durante toda la semana, los
medios se han repartido el trabajo: unos ponen en duda la acusación de los
morados y otros, los que señalan irresponsabilidad en cada movimiento morado,
aceptan el veto al mayor activo de Podemos y la lucha feminista como un hecho
natural. Todo esto antes de insinuar que la resistencia al veto sería, por supuesto,
un ataque a la unidad. Esta semana hemos escuchado que quienes han sido
vetados, criticados por negociar durante una negociación o ridiculizados por
consultar a sus bases, sólo intentaban reventar un posible acuerdo por su
propio cálculo personal. La decisión de integrarse en Sumar –anunciada ya hace
un año– no ha hecho que esas crónicas corrijan una coma.
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