LA QUE SE AVECINA: UN GOBIERNO DE
COALICIÓN ENTRE PP Y VOX
JOSÉ
ANTONIO MARTÍN PALLÍN
Hace ya muchos años, reflexionando sobre la situación política de nuestro país, llegué a la conclusión de que en el espectro ideológico tradicionalmente ocupado por los sectores conservadores y neoliberales, solo disponíamos de una derecha extrema y una extrema derecha que inicialmente confluían en el Partido Popular. Por razones que no son fáciles de explicar y en las que no vamos a detenernos, eclosionó hacia una extrema derecha encarnada en el partido Vox, cuyo impacto en la vida política española sería temerario desconocer o minusvalorar. Hasta la disolución de las Cortes disponía de cincuenta y dos escaños en el Congreso de los Diputados.
Nuestra derecha nada tiene que
ver con la que surge al final de la Segunda Guerra Mundial, después de haber
participado en la derrota del nazismo y del fascismo, integrándose en los
sistemas constitucionales con unas firmes convicciones democráticas. En Italia
reapareció bajo las siglas de la Democracia Cristiana, cuyo fundador, Alcide de
Gásperi, firmó junto con Sandro Pertini el sometimiento a juicio y la petición
de condena a muerte de Mussolini. En Alemania, Konrad Adenauer fue el primer
líder de la Unión Demócrata Cristiana y uno de los fundadores de la actual
Unión Europea junto con Robert Schuman, Jean Monnet y De Gásperi.
Nuestra derecha nada tiene que
ver con la que surge al final de la Segunda Guerra Mundial
Durante los cuarenta años de
dictadura, la derecha española que había gobernado varios años en la época de
la República apenas participó esporádicamente, desde el exilio, en la lucha
antifranquista. Su principal aportación al derrocamiento de la dictadura se
concretó en su destacada participación en el IV Congreso del Movimiento
Europeo, convocado por Salvador de Madariaga y celebrado en Múnich en el año
1962, al que acudieron personajes relevantes de la derecha española como José
María Gil Robles, Joaquín Satrústegui e Iñigo Cavero, entre otros.
La derecha integrada en el actual
panorama político español tiene sus raíces en la persona de su fundador, Manuel
Fraga, destacado ministro franquista. Uno de sus líderes más relevantes, José
María Aznar, incapaz de homologarse con sus correligionarios europeos, se
entregó a manos de los Estados Unidos inmortalizándose en la foto del trío de
las Azores. La estrecha vinculación de esta derecha extrema con el pasado
franquista se pone de relieve ante su reiterada insistencia en derogar primero
la Ley de Memoria Histórica y ahora la actual Ley de Memoria Democrática.
Tras romper todos los puentes con
los otros partidos situados en el espectro de la derecha, como el PNV o la
antigua Convergencia i Unió (Ahora Junts), era inevitable que, tarde o
temprano, tuviera que entregarse en manos de su escisión más ultramontana
encarnada en Vox. Los efectos de esta alianza no se han hecho esperar.
Enfervorizados por la victoria en las elecciones municipales y autonómicas, sus
propuestas amenazan peligrosamente derechos individuales y constitucionales.
Nuestro partido de extrema
derecha también tiene unas señas de identidad típicamente españolas, incluso
extravagantes para sus correligionarios europeos. Su lema, que proclama
“España: una, grande y libre”, reproduce el tríptico de la dictadura franquista.
Propone ilegalizar a los partidos políticos independentistas, cuestión que ni
se plantea en la extrema derecha europea. Uno de sus líderes más emblemáticos,
Matteo Salvini, propugna la independencia de la Padania. No me imagino una
cumbre de la extrema derecha, celebrada en España, que acudiese en masa a una
corrida de toros como hizo en su momento el sanguinario nazi Heinrich Himmler,
que, por cierto, mostró su desagrado ante el espectáculo que había presenciado.
El futuro del Partido Popular pasa
inexorablemente por un acuerdo de gobierno con Vox. Después de las elecciones
autonómicas y municipales, sus propuestas ofrecen un panorama preocupante para
la normalidad democrática que exige nuestra Constitución y la integración en la
Unión Europea. La que se avecina no es una mera declaración de propósitos, sino
una realidad surgida del laboratorio político que lleva funcionando desde hace
más de un año en Castilla y León. A continuación, detallo algunas de sus
proposiciones:
1.- Obligar a las embarazadas a
escuchar el latido fetal antes de abortar.
2.- El compromiso de derogar la
ley del aborto podría introducir esta aberrante condición previa.
3.- La disolución de todas las
fundaciones integradas conjuntamente por la patronal y los sindicatos, considerados
como un modelo para el mantenimiento de la paz social. Ya ha sucedido en
Castilla y León con el rechazo y protesta de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT). Vox sostiene que se trata de chiringuitos subvencionados.
Prefieren emplear el dinero público en promocionar escuelas de tauromaquia.
4.- En materia de medioambiente,
y en contra de las tendencias de todos los países civilizados, propugnan
reducir los carriles bici y paralizar su construcción.
5.- La supresión de los espacios urbanos
libres de contaminación, abriéndolos a la circulación de vehículos en
detrimento de la peatonalización y con el consiguiente aumento de la
contaminación.
6.- La construcción masiva de
aparcamientos en el centro de las ciudades para atraer a los vehículos privados
con los consiguientes efectos sobre la calidad del aire que respiramos.
7.- Todas estas medidas llevarán
aparejadas, presumiblemente, multas de la Unión Europea que tendremos que
afrontar entre todos, puesto que la condena recae sobre el Reino de España.
8.- El desarrollo incontrolado de
la ganadería y agricultura intensivas, a pesar de las advertencias de todos los
organismos europeos sobre su impacto en la salud y el medioambiente.
9.- La derogación de la Ley de
Memoria Democrática. Esto supone asumir las tesis del bando vencedor tras la
Guerra Civil, negando la existencia de lo que el historiador Paul Preston
consideró como el holocausto español.
10.- Negación de la existencia de
la violencia de género, que en un alarde de indigencia mental consideran un
constructo ideológico, sustituyendo el término por el de violencia
intrafamiliar, quizá sin darse cuenta de que están volviendo al Derecho Romano.
Podría continuar con la
enumeración de las consecuencias que se derivan de las ofertas electorales que
se llevarían a cabo si de las urnas sale un futuro gobierno de coalición entre
PP y Vox, pero creo que ya es suficiente. Para terminar, me preocupa la
invocación genérica al restablecimiento de las tradiciones, dado que no
precisan cuál es su alcance y contenido. Volviendo a Castilla y León, podría
ser la restauración del Toro de la Vega, concediendo al último alanceador el
honor de extirpar sus testículos para colocarlos en la punta de la lanza y
entrar como el triunfador de un torneo en la villa de Tordesillas. Por qué no
volver a lanzar las cabras desde los campanarios, puesto que al fin y al cabo
se trata de un lugar sagrado. Es posible que los sectores más creyentes
reclamen la vuelta a la celebración de la misa en latín y de espaldas a los
feligreses. Al fin y al cabo, sería un necesario y justificado desafío a las
peligrosas doctrinas de un papa comunista. Rememorando a Antonio Machado se
podría colocar a la entrada de los colegios electorales un cartel con la
siguiente leyenda: “Ciudadano que vienes a votar, te guarde Dios o quien
corresponda. En tus manos está el futuro inmediato de nuestro país”.
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José Antonio Martín Pallín es
abogado y comisionado de la Comisión Internacional de Juristas (Ginebra). Ha
sido Fiscal y Magistrado del Tribunal Supremo.
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