ARGENTINA, DIALÉCTICA DE LA SOLEDAD
Por
Eduardo Sanguinetti, filósofo, poeta y
performer, especial para NOVA
“Las ideas dejan desnuda la batalla. Ya no hay porqué ni para qué. La falsa cultura besa en la boca al enemigo y luego lo penetra, mientras la manada se distrae y abre los brazos con signo acogedor y complaciente” (Fragmento de mi libro “Cu Cu – Do Do: Final en forma ordenada”, Ediciones la Cifra, 2000)
Bajo el cielo de la Cruz del Sur, yo, un iconoclasta jamás redimido, he construido mi pensamiento de ámbito universal y filiación neoidealista, humanista e iconoclasta, asimilado a mi tierra y a quienes la honran en actos de vida.
Camino calle abajo
sobre tierra húmeda, eterno retorno de lo que creía olvidado... Con un lado de
la boca sonrió indulgente a la soledad, al espacio y a la ruina... Y aún me
mantengo de pie, dispuesto a seguir entregándolo todo, por mis ideales, ideas y
presentimientos válidos, en tiempo de poesía.
Debo continuar
manifestando lo que siempre he sentido, pensado y experimentado, plasmados en
mi distópica obra, escrita, filmada y performativa desde hace décadas... Nunca
me he engañado respecto a mi país y sus habitantes: Argentina, hoy, es un
coloso económico en recursos y enano en lo político y cultural.
No es premeditada
esta autorreferencia que hago visible en esta página, como una gratuita
reminiscencia espectral, se impone tratar de modo transparente los sucesos que
se replican en Argentina, país donde se padecen las mismas pesadillas
instaladas bajo presión por los "conocidos delincuentes de siempre":
estampas retrospectivas de la angustia común, de la servidumbre eterna.
Se debe pagar un
precio muy alto si se desea ser 'uno mismo', la censura sistemática deviene,
tal mi caso, un intelectual disidente del orden fascista impuesto por el
aparato represor del estado capitalista psico-biodegradable, al que jamás he
dejado de denunciar, en palabra y acto.
Soy de aquellos que
mantienen la opinión de que la filosofía debería seguir intentando responder a
las preguntas de Kant: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me es dado
esperar? y ¿qué es el ser humano? Sin embargo, no estoy seguro de que la
filosofía, tal como la conocemos, tenga futuro. Actualmente sigue, como todas
las disciplinas, la corriente hacia una especialización cada vez mayor. Y eso
es un callejón sin salida, porque la filosofía debería tratar de explicar la
totalidad, contribuir a la explicación racional de nuestra manera de
entendernos a nosotros mismos y al mundo.
La desigualdad en
todos los sectores, ha aumentado en nuestro país y ha erosionado la cohesión de
la ciudadanía. Entre los que consiguen adaptarse, se extiende el modelo
económico neoliberal que orienta la acción en beneficio propio; entre los que
se encuentran en situación precaria, cunden los miedos regresivos y las
reacciones de ira irracionales y autodestructivas.
Para la figura del
intelectual, tal como la conocemos en el paradigma francés/alemán, desde
Nietzsche hasta Sartre, Bourdieu o Kant, fue determinante una esfera pública
cuyas frágiles estructuras están experimentando en este milenio un proceso
acelerado de deterioro.
La pregunta
nostálgica de por qué ya no hay intelectuales está mal planteada. No puede
haberlos si ya no hay lectores a los que seguir llegando con sus argumentos.
Los buitres
sobrevuelan el espacio de la cultura, reservado a corporaciones mafiosas, y sus
empleadas a sueldo, devenidas en curadoras casuales, de operaciones por y para
el lavado de activos incorpóreos, enmascarados en exposiciones de los
"nadies" del arte basura... Construcción de trayectorias de
"tilingos" elevados a símbolos del milenio, han asesinado al arte y
sus referentes del pasado y los pocos que aún sobreviven.
Argentina, tierra
promisoria en recursos naturales de todo tipo, administrada por incompetentes,
ignorantes, mentirosos, resentidos y simuladores, que se asignan la
responsabilidad de gobernar, ridículos muñecos de cabaret... Precisan negociar
candidaturas y otras cosas, para sellar pactos efectivizados en las sombras con
sus socios espectrales, con la prioridad de pagar deuda delictiva y criminal
con el FMI, las prisas del pueblo fuera de la agenda de gobernantes de toda
orientación pseudo-ideológica.
Trascendente dejar
la impronta en la pobre historia de este tiempo "el canto de cisne"
de la libertad en tiempo de brutalidad y de ignorancia: “La mediocridad no
tiene secretos”, diría Jorge Luis Borges.
En el escenario de
la sociedad del espectáculo de la Argentina (Guy Debord dixit), en que se
debaten las diferentes representaciones de la “realidad”, ya es poco probable
reconocerse en la misma como actor pues uno se convirtió en espectador del drama
de esta tierra, que presenta la apertura de un abismo entre quienes piensan que
viven, sobreviven y quienes dictan sobre el mundo, o piensan actuar sobre él.
Todo lo que deba ser hecho será efectivizado, sin espacio para la comprobación
cierta de nada… A menos que esperemos cinco siglos, para comprobar que nada ha
cambiado.
Abismo donde se
precipitan, con el éxito que es conocido, todos los funcionarios políticos
corporacionistas, que manipulan sobre la geografía argentina, destilando en sus
discursos reciclados, un tufillo de intolerancia, odio y resentimiento hacia
quienes intentan poner en juego valores fuera de los que ellos protegen en
nombre ¿de las buenas costumbres fascistas de la pudibunda burguesía?, ante la
mirada mansa de una comunidad, que asiste masivamente a su exterminio, como
seres en acto de elegir y expresarse en libertad.
Con modestia
indisimulable, todo llama a la carcajada, pues la vida es breve para dejar de
celebrarla, en alegría, ocio, armonía, belleza y paz.
El pueblo,
convocado desde los medios todopoderosos, los inimputables medios de
desinformación del sistema, acude sintomáticamente por miles a la cita a ciegas
de cualquier cosa que les ofrece la "caja boba"... Difamar, mentir,
insultar es la consigna de este tiempo, en un mundo violentamente lobotomizado,
en el que me niego a permanecer, salvo resistiendo en dignidad y libertad, muy
inspirado y con ánimo de modificar las reglas de este vetusto sistema.
Los mercenarios
medios de comunicación practican una modalidad mucho más insidiosa de
mercantilización, pues en ella, el objetivo no es directamente la atención de
los consumidores, sino la explotación económica del perfil privado de los
usuarios.
Se roban los datos
de los clientes sin su conocimiento para poder manipularlos mejor, a veces
incluso con fines políticos perversos, como hemos apreciado con desagrado el
escándalo de Facebook. Lo que irrita es el hecho de que se trata de la primera
revolución de los medios en la historia de la humanidad que sirve ante todo a
fines económicos, y no culturales.
No me agrada
convertirme en un profeta del desencanto, pero no puedo dejar de manifestar lo
que conozco y sé, lo que me ha costado en vida y relación, por no negociar y
denunciar, ser censurado y amenazado, hasta hoy, en año de elecciones
inciertas, que marca un punto de inflexión en una Argentina fracturada, donde
la incertidumbre creció y la impostura se ha enriquecido.
Situación de bajas
defensas, perfecta, para que termine de instalarse el autoritarismo, la
obsesión de diferencia… La puerta abierta a fundamentalismos, racismos y
mesianismos, cual rutina en una existencia degradada de un ejército de
sonámbulos.
Invito a
transparentar y accionar, además de la ‘boutade’ de cómo hacer la historia,
sobre urgencias reales: Argentina hoy sólo es paisaje, un destino exótico para
turistas depredadores de todas las latitudes, para invertir y consumir, con
índices de mortalidad infantil enormes, enfermedades endémicas, millones de
hectáreas de soja fumigadas con veneno en desmedro de la salud de los
habitantes de la tierra, junto con una densidad de un habitante y medio por
kilómetro cuadrado, en todo el territorio nacional; nada ha cambiado desde hace
dos siglos.
El desparpajo, la
simulación, la cobardía, la mezquindad, la brutalidad, la indiferencia, el
fraude y el autoritarismo, pareciera ser la norma de los personajes ávidos que
pretenden administrar Argentina. Finalizo este editorial, parafraseando al
amigo Manu Chao: “Y ahora qué vamos hacer, y ahora qué… Soñé otro mundo…”
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