LOS VIOLENTOS DE GÉNERO
Convendría
reflexionar sobre si ha llegado el momento, de una vez por todas, de derogar el
franquismo; no será otra película sino la asignatura que aún arrastramos
pendiente de primero de democracia.
JAVIER AROCA
El líder del PP,
Alberto Nuñez Feijóo, tras presentar al nuevo portavoz Borja Sémper en enero de
2023 EFE/Sergio Pérez
Parece el título de una película pero no, no es ficción, los violentos de género existen y no solo los que ejercen violencia física o moral contra las mujeres, también lo son los que la consienten, justifican, hacen apología o pactan gobernar con partidos que han hecho de su existir combatir la libertad de las mujeres y sus razones. Es el caso del PP de Alberto Nuñez Feijóo y Borja Sémper.
Ha habido que
esperar poco, muy poco, para que los descubramos y no les quedan escondites.
Digamos que los pactos de Valencia han sido los desencadenantes del despertar
de algunos, pero los antecedentes son tozudos y rotundos. El primer aldabonazo
fue el acuerdo de Moreno Bonilla, siguieron los acuerdos de gobierno de
Castilla y León, antes, la práctica cotidiana de Madrid, pero más, mucho más.
Un fantasma recorre la piel del Estado, el de los violentos de género.
El escondite que
han elegido Feijóo y los suyos, papelón incluido del moderado Sémper, ha sido
la neolengua. ¿Rubia, qué rubia? Gritaba el adúltero sorprendido en el lecho
conyugal por su esposa. Es otra película. Pero así es la rosa, el PP y sus
voceros mediáticos repiten hasta la saciedad, no que no estén entre los
violentos de género, sino, con más desfachatez, que no han llegado a acuerdos
lesivos para la democracia con la extrema derecha que un día llevaron en su
propio seno fundacional.
Lo repentino y la
velocidad del acuerdo, junto con la simpleza por escrito de lo acordado, se
explica porque ya estaba todo previsto, eso sí, oculto
Machismo, criminal,
y neolengua, dos síntomas inequívocos del ADN del fascismo eterno,
diagnosticado por Umberto Eco, dos características igualmente inequívocas de la
vuelta al franquismo.
En realidad eso es
lo que anda permitiendo con sus pasos atrás ideológicos y sus pactos el PP. No
es porque haya elevado a vicepresidente de Valencia, en paradoja belmontina, a
un torero, allá la tauromaquia y sus espejos, sino porque, con sus pactos, el
Partido Popular, en contra de sus propios principios, propagados por Sémper,
incluidas sus líneas rojas, ha metido en gobiernos y ayuntamientos un caballo
de Troya relleno de franquismo.
Lo repentino y la
velocidad del acuerdo, junto con la simpleza por escrito de lo acordado, algo
sorprendente, se explica porque ya estaba todo previsto, eso sí, oculto;
primero por vergüenza y temor electoral y, posteriormente, escondido con la
neolengua. Esa que denunció George Orwell como herramienta de los
totalitarismos y Viktor Klemperer, el gran lingüista víctima de la barbarie
nazi, como el principal artefacto para el advenimiento del nazismo en Alemania.
Convendría
reflexionar sobre si ha llegado el momento, de una vez por todas, de derogar el
franquismo
Un vez que ya
sabemos que sí, que hay lecho compartido y voluntad de persistir en el
adulterio contra la democracia y las libertades, queda la exigencia de contar
la verdad y no temerla en engaño a la ciudadanía. Y no por razones
demoscópicas, eso que tanto temen los políticos de bajura, sino por principios
democráticos.
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El PP está entre
los violentos de género y de ello habrá que tomar nota. Pueden seguir diciendo
y rabiando por derogar el sanchismo, por abatir todo rastro de políticas de
igualdad y sus protagonistas, con la complicidad de sus socios extremistas de
la derecha franquista de fuera y de dentro, pero queda alguna esperanza en la
gente.
No será que no
estamos advertidos y no solo por Umberto Eco, los catorce síntomas del
Ur-Fascismo ya se expresan en las instituciones democráticas, colonizadas en
una estrategia igualmente Ur. Convendría reflexionar sobre si ha llegado el
momento, de una vez por todas, de derogar el franquismo; no será otra película
sino la asignatura que aún arrastramos pendiente de primero de democracia.
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