jueves, 8 de junio de 2023

MI PASADO ME ESPÍA

 

MI PASADO ME ESPÍA

QUICOPURRIÑOS

          No recuerdo muy bien cómo fue, ni lo qué pasó, ni tampoco bien el porqué, más lo que ahora recuerdo es que un buen día del mes de noviembre, cuando apenas llevaría dos o tres años ejerciendo, al salir del Juzgado entonces de Primera Instancia e Instrucción 1 de La Laguna, después de haber celebrado un Juicio de Faltas, de esos en los que se discutía si un vecino había insultado a otro y que la pena a la que se podrían enfrentar sería al pago de una multa o todo lo más un arresto domiciliario y cuya minuta por mi intervención letrada no superarían las tres mil pesetas, o lo que es lo mismo, la exorbitante cifra de 18 euros de hoy, se me acercó un individuo delgado, que peinaba canas, con marcado acento peninsular, luciendo gabardina y sombrero y con un ejemplar del “ABC” en la mano izquierda y otro de “El País” en la derecha. De sopetón me dijo

 que por casualidad había estado en la Sala mientras celebraba mi juicio y que le había sorprendido mis maneras en el estrado a pesar de mi notoria juventud y que si tenía un momento para compartir un café con él que tenía una proposición que hacerme. Al oír lo de la “proposición”, viendo la edad del misterioso personaje y tras escuchar los halagos que me hacía, lo primero que se me pasó por la cabeza fue lo de que este tío es maricón y me quiere llevar al huerto, pero fuera por vanidad o fuera por curiosidad el caso fue que acepté, llevándolo al Bar de Maruquita, que estaba en la esquina de la Plaza del Adelantado, donde ahora hay una Sala de Exposiciones de Cajacanarias, porque allí me conocían y era territorio seguro. Tras pedir un café, mientras él solicitaba que le sirvieran un carajito con doble de coñac, me suelta: Sabemos, don Antonio F.P.C. que está colegiado desde el año 1981 y que…. Se sabía de memoria el tipejo toda mi vida, con pelos y señales, lugares de estudio, familiares, amigos, los viajes que había hecho, mis aficiones, los lugares que frecuentaba, idiomas que hablaba, novias que había tenido, la  primera teta tocada y dónde había sido, también la última. Todo, absolutamente todo. Creemos que tiene el perfil perfecto para colaborar con nosotros y así hacer un servicio a su país que obviamente le retribuiremos generosa y discretamente, me dijo mientras seguía con los ojos abiertos de par en par. Yo no acertaba a decir palabra hasta que intentando reponerme de la impresión y aparentando calma y control de la situación me atreví a preguntarle quién era y para quién o en qué trabajaba. Entonces el godo aquél, me suelta que su nombre era lo de menos pero que suponía que yo habría oído hablar de la C.I.A. norteamericana, del Mossad israelí, de la K.G.B. rusa, del MI5 británico o de la D.G.S.E. francesa. Le contesté con un sí claro y entonces me dijo que él trabajaba en lo mismo, pero en el equivalente español, o sea, en el CESID (Centro Superior de Información de la Defensa). En ese momento mi café estaba más que frio, pues solo me había dado tiempo a revolver la parte del sobre de azúcar que logré introducir en él, por lo que le solté un tengo que ir al baño y ahora vuelvo. Debo confesar que a duras penas alcancé a bajarme los pantalones a la vez que cerraba la puerta y encendía la luz del pequeño servicio para hombres, porque, literalmente me estaba cagando todo y no sería por el café. Al regresar a la mesa, tras haber respirado unas cinco veces profundamente antes de tomar asiento, y por aquello de resultar educado le digo, verá caballero, aunque yo quisiera colaborar con la Patria, lo dije en alto para que se oyera, no me va a ser posible aceptar su oferta porque fui declarado no apto para el servicio, vamos que no hice la mili por inútil, como entonces se decía. Ya lo sabemos y eso no es obstáculo, la causa que le privó de incorporarse a filas, como consta en su expediente, fue que el Tribunal Médico Militar que le examinó le excluyó al padecer Vd. de epilepsia, lanzó el elemento aquél. Exacto, pero que conste que era una “epilepsia postraumática”. Lo mío fue por una caída en bicicleta al circular a más velocidad de la debida cuando tenía 16 años, no por genética, ni degenerativa, ni por malos hábitos le comenté al resabiado que se sentaba enfrente. El caso fue que, vacío ya de argumentos  y después de escuchar la oferta económica mensual que no pude rechazar, es verdad que todos tenemos un precio, me vi durante años, más de los que hubiese pensado, haciendo más o menos, aunque sin ningún glamour comparable, lo que se veía en las películas del 007 que entonces y aún ahora se exhibían en los cines, si bien mi aburrida o monótona actividad se centraba más en el análisis de expedientes, seguimiento de personas, emisión de informes de los sospechosos investigados y, muy de vez en cuando, dar el punto final a algún que otro personaje que incomodara al Gobierno de turno, aunque tampoco fueron tantos los que vieran de forma anticipada su nombre en un periódico a modo de esquela, que la gente es muy dada a hablar y atribuyen más de los que realmente fueron, en realidad apenas una docena o dos, no se vayan a creer que yo era un “Rambo” de esos que no dejaba vivo ni al guionista cada vez que entrara en acción.

          La forma de actuar, de proceder, casi siempre era la misma. Recibía por diversos medios un sobre marrón o blanco en el que figuraban los datos de la persona a seguir, con su nombre, mote o alias, dirección, teléfonos, fotografía, actividades delictivas sospechosas que se le atribuían, riesgo para la seguridad nacional. Habitualmente los delitos versaban sobre la posible pertenencia a “organizaciones terroristas” o “grupos de crimen organizado” para “trata de blancas”, “tráfico de estupefacientes a gran escala” o ilícitos similares. Al caso se le asignaba un número de expediente que comenzaba por tres letras, la primera siempre era la “C” de Canarias, seguida de la inicial de la isla (T,GC, G) y por último al del municipio de residencia o lugar en el que desarrollara principalmente su actividad (L.L. S/C, L.P…) el investigado, seguido de un número y finalizaba con el año en curso.

          Así fui recibiendo sobre tras sobre, con las instrucciones u órdenes a seguir, que iba cumpliendo semanalmente remitiendo la información requerida, hasta que, desde la Central, daban por terminado el asunto y se archivaba, teniendo entonces que destruir y quemar toda la información relativa al ya “Caso Cerrado”. Cada mes y por diversos medios, pero sin faltar ni uno, recibía puntualmente en un sobre de color verde, mis generosos emolumentos, sin rastro bancario alguno y sin necesidad de firmar recibo. Todo en secreto, como debía ser y así me habían  enseñado en un curso acelerado de dos semanas al que asistí, junto a más personas captadas para la causa por el resto del territorio nacional, en la  fría Sierra Madrileña, a poco de ser reclutado para el servicio.

          Y fueron pasando los años y llegando más sobres, hasta que un día al abrir uno, mientras tomaba el café después de almorzar, me topé con una sorpresa. Siempre abría las órdenes después del café del almuerzo. Siempre lo hacía así. Fue como una norma, una especie de protocolo que me impuse desde que principié a colaborar con “La Casa” porque, pensé yo, que eso me daría cierta categoría, un caché como agente, personalidad, glamour ya que yo no empleaba  esa bobería de “mezclado que no agitado” porque ni pedía “Martini” ni usaba esmoquin como el 007, ese remilgado hijo de la Gran Bretaña siempre rodeado de rubias mal educadas.

          Comencé a leerlo y veo que el expediente se iniciaba con un “CTLL…/200…” Canarias, Tenerife, La Laguna, lo que ya me avisaba de que la actuación a realizar se centraba en alguien relacionado con mi isla y que el objetivo vivía o se movía principalmente por La Laguna, por lo que, estando yo tan vinculado a la Ciudad de los Adelantados, sería fácil que le conociera. Y tanto que le conocía, al seguir leyendo la ficha enviada del ficha a investigar veo, nombre: J.A.M.P. nacido en la antigua Guinea Española, en el mes de…del año 1957, hijo de José y Concepción… ¡Coño, Pepe! ¿Qué haces tú aquí? se me escapó mientras leía. Seguí leyendo el denso dossier enviado y al bueno de Pepe, que había tenido la feliz idea de meterse en política, participar en unas elecciones por el CCN (Centro Canario Nacionalista) y tener la mala fortuna de salir elegido como concejal para ocupar un asiento en el Ayuntamiento de Aguere, pues de buenas a primeras al Gobierno de turno, no recuerdo ahora bien si al recibir el encargo la Moncloa la ocupaba el Partido Popular o el Partido Socialista, pues con ambos tuve la dicha o la desgracia de tener que cumplir órdenes, se le metió en la cabeza que Pepe ( por negro sería) era altamente sospechoso de pertenecer o colaborar en mayor o menor grado con una organización terrorista de corte islámico, que ya se sabe que tiene mucho arraigo por África y, como sabido era, que J.A.M.P. llegó a este mundo en tierras africanas que, por mucho que fuera española entonces, estaba llena de negros, y esos, ya se sabe, se agarran al Corán y a la Ley del Talión a la primera de cambios y Pepe, aunque su madre fuera lagunera, el padre era negro retinto, pues ya está,  sospechoso de terrorista. Se ve que el que había redactado el informe no conocía a doña Concha, pues de haberlo sabido, habría puesto en el dossier que su mamá, como  “Mamá Inés”, la de todos los negros tomamos café, también era color de chocolate. Y habían llegado a dicha conclusión porque, alguien  había informado a “La Casa” o sea al “Cesid” que Pepe se había desplazado a La Guinea, más concretamente a “Fernando Poo”, en una o dos ocasiones, deduciendo los analistas de los Servicios Secretos Españoles, que tales viajes obedecerían, con total seguridad, a encuentros con alguna que otra organización terrorista, para recibir instrucción o formación en la colocación de explosivos o artilugios que pusieran en riesgo la Seguridad Nacional y de paso la paz ciudadana pues a qué si no iba a viajar el ya considerado terrorista Pepe, camuflado de concejal de un Ayuntamiento democrático,  a la antigua Colonia Española. Para los redactores del expediente que tenía entre mis manos, Pepe se había radicalizado en los últimos meses, era asiduo lector del Corán, a escondidas acudía a no sé qué Mezquita de la isla y también cumplía con el ayuno y abstinencia del Ramadán, conclusión a la que habían llegado porque, afirmaban, había bajado de peso y se le había visto bostezar repetidamente en varios plenos del Ayuntamiento, lo que relacionaban con la debilidad propia del cuerpo provocada por la  falta de alimentos en las horas en que se debe cumplir con el ayuno coránico. Yo estaba que no me lo podía creer, sabiendo además, como sabía, que voló a esas tierras, para ver a unos primos que allí quedaron y de paso comprobar el estado de unas finquitas de la familia que jamás recuperaron, y que por preguntar dónde estaban y quién o quienes  las cultivaban, casi acaban los huesos de Pepe en una oscura cárcel de aquel país, sin lectura de derechos, ni  juicio previo, ni pichas en vinagre. Decía que no me lo podía creer, pues lo que se me ordenaba era que además de confirmarles que todas y cada una de las sospechas que sobre él recaían fueran ciertas, procediera seguidamente a ejecutar, lo que en argot de La Casa se llamaba, un punto final. Y yo no estaba por la labor de colaborar esta vez, de precipitar la llamada de su familia al agente del  “Ocaso” o de “Santa Lucía”, que tampoco sabía yo si tenía un seguro de decesos de esos, de los que se hacen cargo del pago de los entierros previstos o de los anticipados. Me afané entonces por recopilar todas las pruebas a mi alcance para hacer ver a esos rebenques de Madrid que Pepe, nuestro querido Pepe, era un hombre bueno, que de radical no tenía nada, que tampoco era seguidor del Corán y que no suponía riesgo alguno para la ciudadanía. Así las cosas y aplicando el axioma de “a los amigos hasta el culo, a los enemigos por el culo y a los indiferentes la legislación vigente” y siendo, como era y es, Pepe amigo recopilé fotos de chuletadas, donde se le veía cantando y mandándose unas costillas con papas y piñas, unas chuletas de cerdo y un jamón serrano pata negra. Me costó encontrar una foto en la que se le viera bebiendo, pero al fin descubrí una en la que aparecía junto a una botella de vino y un vaso que se suponía era de él, aunque sospechosamente cerca hubiera una lata de Fanta. No obstante no me fue difícil obtener declaraciones juradas ante notario de vecinos que corrieron ante el fedatario público a dar testimonio de su apoyo, solidaridad y cariño hacia el investigado. Fue tal la cantidad de gente que espontáneamente corrió hacía la notaría, que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, temiendo un atentado o un tumulto callejero, tuvieron que salir de la Comisaría de la lagunera calle de El Agua al ver las calles convertidas en un rio desbordado de ciudadanos que gritaban a coro ¡Pepe, Pepe, Pepe, Pepe es cojonudo, como Pepe, no hay ninguno!

          Poco tiempo tardé en emitir un informe a “La Casa” con toda esa documentación comentada a la que añadí, por aquello de que La Iglesia seguía teniendo peso específico en este país, un Certificado que como anexo se adjunta, expedido por el “Párroco de la Parroquia Matriz de Nuestra Sra. de la Concepción y de Los Remedios” de San Cristóbal de La Laguna, en el que se lee que según reza en los archivo parroquiales D.- J.A.M.P. hijo de José y Concepción, recibió el “Sacramento de la Confirmación” en esa Parroquia, como consta en el Libro de Confirmaciones nº 1, al folio 142, página 91.

          Días después recibí de “La Casa” un escrito relativo al expediente “CTLL…/200…”, que decía: En referencia al ciudadano J.A.M.P. sobre el que se requirió su intervención a los fines habituales ante las sospechas que motivaron la apertura de las diligencias mencionadas y una vez constatado el error padecido por estos Servicios, procédase a la destrucción del mismo, con el visto de “Caso Cerrado”, dejando a salvo el honor del injustamente investigado.

          Fue mi último trabajo como agente secreto al servicio del Cesid. Desde aquél día dejé de recibir sobres marrones o blancos con  instrucciones de La Central. Lamentablemente también dejé de recibir el sobre verde que, mes tras mes y sin faltar a la cita, me daba una satisfactoria alegría.-

                                                        quicopurriños a 2 de  junio de 2023

               No resulta fácil, tras años de mutismo, romper un teórico silencio y hablar de mi pasado. Aprovecho la ocasión para pedir perdón a la docena DE CIUDADANOS (muerto más, muerto menos)que por mi intervención abandonaron, sin tiempo A hacer la maleta ni despedirse COMO SE DEBE de sus seres queridos, este frágil y sensible MUNDO.

 UN CONSEJO A AQUELLOS QUE SEAN ABORDADOS POR UN DESCONOCIDO AL SALIR DE SU TRABAJO, CUALQUIERA QUE FUERA, Diciéndoles QUE SI TIENEn TIEMPO pAra TOMAR UN CAFÉ, QUE  les quiere hacer una PROPOSICION. NO SE DEJEN ENGAñar, NI CON LOS ELOGIOS, NI CON el QUE TU VALES MUCHO, Y, SI VAN A ACEPTAR, QUE SUBAN EL PRECIO DE sUS SERVICIOS, porque, RECUERDen, LA VIDA PUEDE SER MUY CORTA.

quicopurriños

 

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