'BELLA CIAO' PARA IRENE MONTERO
ANÍBAL
MALVAR
La ministra de Igualdad, Irene
Montero, aplaude durante un acto de campaña de Podemos-IU en Santander para las
elecciones del 28M. E.P./Juanma Serrano
Por mucho que se empeñen nuestros muy leídos tontodontólogos, a Podemos no lo ha matado ni un error de estrategia, ni la ley el sólo sí es sí, ni los bulos mediáticos, ni las tramas gubernamentales para ensuciar su imagen con investigaciones policiales falsas, ni el sujetador que no llevaba Ione Belarra, ni el maquiavelismo de Pedro Sánchez. A Podemos lo ha matado --si realmente está muerto-- Irene Montero.
Al votante de
izquierdas español le ha dado siempre miedo ser de izquierdas. Y, cuando
escucha un discurso muy revolucionario, se pone cachondísimo y monta quinces
emes por todas las esquinas. España, en esto de las algarabías, es una toma de
la bastilla incesante. Siempre vamos al alboroto, pero nunca al tiroteo.
Irene Montero
siempre ha ido al tiroteo, sin saltarse el alboroto. O sea, ha sido una mujer
que por defender un programa para el que la votaron ha sido vilipendiada y
acosada incluso por los suyos. Se ha enfrentado a sus socios de gobierno, que
es lo que tenía que hacer; ha sido antipática en su defensa numantina de la ley
del sólo sí es sí, que es lo que tenía que hacer; y se ha equivocado buenamente
muchas veces, que es lo menos que se le puede pedir a un gobernante.
Irene Montero era
la izquierda de bambú, a la que el viento dobla como si fuera débil pero nunca
consigue quebrar. Una especie no protegida en España. Ni en el mundo. No solo
pasa en este delicioso país. Toda la izquierda mundial parece tenerse más miedo
a sí misma que a la derecha.
Irene Montero se
mantuvo fiel a su ley sin que le importaran los votos ni las consecuencias.
Hubiera sido muy cómodo para ella hablarlo con Belarra y dar un paso atrás.
Incluso, cuando estaban a un paso del precipicio, ese paso atrás no lo dieron.
Y yo creo que las consecuencias electorales de aquella trifulca las intuían. La
ley del sólo sí es sí podía hundirles electoralmente, como ha ocurrido. Pero
pactar con el PSOE tiritas para las violadas hubiera hundido la ética de
Podemos en el más profundo y cenagoso saco de mierda. Lo prometido hay que
cumplirlo, e Irene Montero cumplió hasta el final.
Yo, aparte de no
ser legislador, soy un muchacho algo bruto e iletrado, así que no os puedo
profundizar sobre los aciertos y errores de la ley del sólo sí es sí. Pero
cuando envuelvo el pescado con la prensa internacional a veces me encuentro con
artículos que me dicen que la comisaria europea de Igualdad cree que la ley de
Irene Montero se debería aplicar en toda Europa, o que juristas muy
prestigiosos rebaten las formas en que algunos jueces estaban aplicando la
norma para joder al gobierno.
Ahora está por ver
si Irene Montero puede ser o no parte importante de la candidatura de Sumar. Yo
creo que la van a vetar, y con razón. Sumar es un frente de izquierdas que nace
con el temor de sentirse de izquierdas, e Irene Montero no sabe asumir ese
papel. Como no lo supo asumir Pablo Iglesias. Desde un idealismo parvulito, que
es el que practico yo, siempre pensé que las estrategias eran lacayas de las
ideas. Pero ya estoy viendo que no. Para ganar, que tener más estrategia y
menos ideas. Qué pena. Podemos era calle e idea. Sumar es despacho, sonrisa y
estrategia, que tampoco está nada mal. Y más en esta izquierda de país que, ya
se ha dicho, tiene más miedo a ser de izquierdas que a combatir al fascismo con
ideas firmes y no con pactos líquidos. Dicen que Irene Montero, tras las
autonómicas y municipales, tendrá que apartarse porque así lo marcan las reglas
de urbanidad de la izquierda cuquiguai. Es demasiado radical, o sea. Como en
España ya no hay movimiento obrero ni puta base, habrá que conformarse con esta
nueva izquierda sin irenes monteros. La izquierda volverá a los platós de
Ferreras y a la hipocresía. No me parece mal. Quizás es necesario. Pero yo a
Irene Montero le dedico un Bella Ciao.
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