VIVIR A CUERPO DE REY
DAVID BOLLERO
La Familia Real en el
Palco de Honor durante
el desarrollo de los actos
Cuando uno cree que la política ya no puede sorprenderle -y generalmente la sorpresa, en estos casos, es sinónimo de decepción- llega algún lumbreras y comete la torpeza de la semana. A pesar de que parecía complicado superar el banquete pro COVID-19 de los poderes fácticos del país, que con Pedro J. Ramírez como anfitrión nos vinieron a recordar que en España hay clases y, obviamente, nosotr@s estamos abajo de la pirámide, el Gobierno lo ha conseguido. En el momento en el que la popularidad de la monarquía y la Casa Real más está por los suelos, le sube el presupuesto un 6,5% o, lo que es lo mismo, más de medio millón de euros, rozando los 8,5 millones de euros.
Antes de
profundizar en la cuestión es de justicia admitir que hay cuestiones más
importantes que ésta, pero precisamente por ello, resulta esperpéntico el nulo
ejemplo de austeridad que da quien vive, nunca mejor dicho, a cuerpo de rey.
Hoy es uno de esos días en los que buena parte de la ciudadanía tiene la
sensación de que nos toman por estúpidos o, lo que todavía es peor, por un
rebaño pusilánime que no terminará por rebelarse ante el descaro con que en ocasiones nos ignoran.
España merece otro
modelo de Estado y sacudirse de una vez por toda los enchufes en su Jefatura.
El deseo en España de una nueva república supera al del mantenimiento de una
institución caduca que nos colaron en el paquete constitucional en 1978. Lo
cierto es que nadie puede asegurar lo contrario con más legitimidad ni
sustentándose con mayor solidez.
¿Por qué? Porque
hay tanta congoja en los círculos monárquicos, que nadie ha realizado una
encuesta tan rigurosa como la llevada a cabo recientemente, organizada por 16
medios de comunicación independientes y gracias al micromecenazgo ciudadano. Ni
siquiera el CIS, que lleva cerca de seis años obviando la cuestión. Pues bien,
para vergüenza del CIS, esta encuesta utilizó su misma metodología y hete aquí
que la república ganó a la monarquía: seis puntos de ventaja, nada menos.
Bien, pese a esta
evidencia, en lugar de congelar el presupuesto a la Casa Real, el gobierno
progresista lo incrementa. Da igual que el rey ni siquiera esté cumpliendo con
su deber, actuando tan negligentemente que fue el último monarca europeo en
dirigirse a su pueblo durante los peores momentos de la primera ola de
coronavirus.
Da igual que los
gastos de la Casa Real se hayan recortado al eliminar la asignación de más de
160.000 euros anuales del Emérito, que se pegaba la vida padre a costa del
erario público pese a sus caudales en Suiza... da igual que Felipe VI nos
ocultara tal extremo durante un año, como él mismo admitió, o que parte de su
viaje de novios estuviera pagado con dinero procedente de Juan Carlos I o, lo
que es casi lo mismo, de dudosa procedencia...
Todo eso es
irrelevante: el gobierno ha debido de entender que la Familia Real no puede
perder poder adquisitivo, que la vida está muy achuchada y el rey no puede
pasar hambre. Es imposible que nadie en este amplio Ejecutivo no haya deslizado
el revuelo que se iba a armar, toda vez que la Corona española y sus escándalos
han sido y son el hazmerreír de Europa. Y como es imposible, la conclusión es
que esta subida forzada y gratuita del presupuesto real es, hablando en plata,
un escupitajo en la cara de esos millones de, no digo ya republicanos, sino
demócratas que, al menos, reclaman la restauración del derecho sustraído a
poder decidir.
Hoy es un buen día
para recordar a esos millones de pensionistas, a los especialmente enamorados
de los Borbones, que mientras que a ellos no les subirá la pensión ni siquiera
un 1%, a Casa Real se le subirá casi siete veces más, porcentualmente hablando.
Y hago mención a este colectivo porque es uno de los principales componentes de
la hinchada real. Aunque el refranero es sabio y mal de muchos, consuelo de
tontos, imagino que estos pensionistas monárquicos se sentirán hoy aún más
estúpidos que yo con la desfachatez que nos ha regalado el Gobierno...
... algo así cómo
aquel amigo, madridista hasta la médula, que mientras trabajaba en la
gasolinera próxima al Bernabéu escuchaba atormentado la eliminación del Real
Madrid de la Champions League, quitándosele hasta las ganas de cenar. Una hora
después, entraba el futbolista de moda a repostar en su deportivo, partiéndose
de risa. Pues eso.
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